La enfermedad como maestra de vida

Hace unas semanas me sometí a una cirugía para que me quitaran la vesícula y dos piedras que se habían formado en su interior y que me estaban generando mucho malestar. Para nadie una operación es algo agradable ni que se pueda enfrentar sin cierto nivel de miedo y estrés, sin embargo, también es muy probable que haya otros, como yo, a los que nos gusta explorar las ventajas, ganancias o aprendizajes que conllevan experiencias que no son precisamente placenteras, justo como en el caso de una cirugía donde nuestro organismo es invadido de una forma agresiva, aunque sepamos que es para nuestro bien, para recuperar la salud o incluso para salvar nuestra vida. 

En este texto, el primero de este año 2019, comparto los aprendizajes adquiridos a través de una enfermedad y de una cirugía. Todas las experiencias de la vida, principalmente las adversas, son nuestras maestras que  nos dan la oportunidad de aprender de ellas para ser más conscientes, para crecer, para ser mejores personas. Lo más importante es reconocer cuáles son esos aprendizajes para poder utilizarlos en nuestra vida. Algunos de dichos aprendizajes fueron, una vez, el reconocimiento de mi humanidad y mi vulnerabilidad; la necesidad del cariño y apoyo de otros; el reconocimiento de los prejuicios y de lo engañosos que pueden ser; la importancia de una fuerte y buena relación médico-paciente; el papel de la fe, la esperanza y la confianza en situaciones riesgosas como son las cirugías; los recursos personales desde los físicos hasta los espirituales y, uno especialmente significativo, la capacidad de agradecer por tantas bendiciones que la vida nos da y que  muchas veces sólo las vemos cuando tenemos que atravesar un transe como éste.
En mi cama de hospital en la víspera de la operación.

No había considerado en esta ocasión escribir en relación a esto, fue debido a que una lectora de Facebook que me hizo la pregunta ¿cuál es el aprendizaje que adquiriste de tu operación? que me puse a reflexionar al respecto. Aunque no fue la primera vez que me enfrenté a una experiencia como ésta (es la tercera vez que estoy hospitalizado),  sé que nunca una experiencia es igual a otra, por mucho que se parezcan, y siempre hay la posibilidad de aprender cosas nuevas, por lo tanto, en el presente artículo les comparto a mis lectores las conclusiones de dichas reflexiones.  

Mi sentido de humanidad

Parece algo muy obvio,  pero con relativa frecuencia caemos en el piloto automático y se nos olvida nuestra humanidad; nos sentimos seres especiales que están más allá de todos los problemas y pesares del mundo… pero no es así, una enfermedad, una crisis o, como en este caso, una operación me recordó que soy humanos y que, como tal, soy un ser vulnerable. También me di cuenta de que siento miedo y recordé que el miedo es una emoción que me protege, que me hace estar alerta ante los riesgos que se pueden presentar. 

Sin embargo, la operación no sólo me recordó mi vulnerabilidad sino también mi fuerza. La primera vez que me operaron tenía mucho temor pues, como nunca había tenido la experiencia del quirófano y no sabía si sería capaz de enfrentarme a ello . Esta vez, como ya lo había vivido antes, recordé que tenía esa capacidad, que tenía la fortaleza y la confianza en mí mismo para poner de mi parte, para tratar de estar lo más relajado posible y confiar en mis médicos. Confíe también en que mi cuerpo sería lo suficientemente fuerte para superar esto y eso me devolvió la calma.

La vulnerabilidad y la fuerza coexisten una al lado de la otra. 

Confrontar los prejuicios

La experiencia también me recordó mis prejuicios en relación a los hospitales, los médicos, el negocio de la enfermedad en nuestras sociedades occidentales. No soy alguien que se cuide mucho y se atienda de primera instancia. Mi pareja me tiene que estar insistiendo, cuando me siento enfermo para que visite a un médico. Tengo la idea (no siempre ni del todo equivocada) que el mundo de la medicina (hospitales, médicos, laboratorios, medicinas) esta más enfocada a la obtención de ganancias y que muchas veces es más esta la prioridad que las propias personas, y eso me da mucho miedo.

Sin embargo, hay momento en la vida como éste que, con todo lo cuestionable del sector salud, es una bendición contar con él. Pensaba, por ejemplo, que en otros tiempos la gente padecía mucho más que yo por no contar con los los medios logrados por la medicina. A causa de esto, mucha gente padecía mucho dolor e incluso llegaba a perder la vida cuando el problema se agravaba. Cuando pude reconocer esto me sentí muy afortunado al poder tener una realidad diferente que me permitía recuperar la salud.

Si no somos capaces de revisar y confrontar nuestros prejuicios podemos ser los primeros perjudicados al no ver más que una sola cara de la moneda y dejando de ver las cosas buenas de aquello a lo que rechazamos a priori.

Humildad para aceptar y para reconocer que necesito de los otros

Algo más de lo que vuelo a hacerme consciente es que, por más autónomo que sea en mi vida adulta y por más que mi profesión de psicoterapeuta gestalt me coloque con mucha frecuencia en ser el que apoya a los demás en sus momentos de dolor, tengo que recordar que soy tan humano como cualquier otro y que, por lo tanto, también enfrento momentos de vulnerabilidad en la que necesito de los otros.

Todos necesitamos de los demás pues somos seres interdependientes pero solemos olvidarnos de eso hasta que la vida, a través de sus experiencias adversas, nos viene a recordar que sin los demás no somos nada.

Reconozco en primer lugar, la necesidad del apoyo de mi pareja quien es alguien que siempre está ahí de manera incondicional cuando lo necesito. Él me brinda, con todo su amor, su compañía en todo momento cuando estoy en estas circunstancias en las que no puedo valerme por mí mismo de la misma manera que cuando estoy sano. 

También reconozco la necesidad de la familia. En ocasiones es muy difícil contar con el apoyo de la familia, en mi caso, a veces quisiera que en momentos como estos mis hermanas estuvieran más cerca, pero esto no es siempre posible porque vivimos en lugares diferentes y tienen muchas cosas que atender en la vida cotidiana y con sus propias familias. Sin embargo en esta ocasión una de mis hermanas pudo estar conmigo mostrándome su cariño y brindándome su apoyo y solidaridad tanto a mí como a mi pareja.

También el resto de mis hermanas estuvieron pendientes a través del teléfono y los mensajes mandándome sus buenos deseos y su apoyo a la distancia lo cual fue muy beneficioso para mí.

Una familia es un grupo de personas en cooperación y apoyo mutuo (a pesar de que a veces hay desencuentros) gracias a esa cooperación y apoyo los niños, jóvenes y miembros en general, pueden crecer, madurar y formarse como adultos.

Mi médico Humberto Hurtado, un hombre ya maduro y con toda la experiencia del mundo me enseñó de nueva cuenta, en esta ocasión, la importancia de una buena relación médico-paciente. Si uno no confía en su médico las cosas no serán iguales a cuando el paciente siente empatía y confianza en su doctor. He leído muchas veces que el éxito de un tratamiento depende, en un 50% de ello y así lo creo. 

«El mayor error médico consiste en intentar curar el cuerpo sin intentar curar el alma.»

pLATÓN

Al igual que mi médico, el resto de su equipo antes de la cirugía, durante y después de ella, se comportó de manera muy humana y profesional. Todos ellos se acercaban para presentarse, decirme cuál iba a ser su función en la cirugía, para preguntarme cómo me sentía y si necesitaba algo. Todo ello me hacía sentir más tranquilo y confiado al grado que, cuando una enfermera me despertó para decirme que ya me iban a trasladar, yo le pregunté que si al quirófano y ella me dijo: “no, señor, ya lo operaron, lo vamos a llevar a su cuarto.” En ese momento me sentí muy sorprendido de que ya todo había pasado sin que yo fuera consciente de ello. Si uno no es capaz de confiar al grado de soltar todo y caer en la inconsciencia (a través de la anestesia), nada de esto sería posible. 

En relación a esto me acuerdo que en mi primera operación, que consistía en quitarme un tumor de la hipófisis, en el momento en que me pusieron la mascarilla para la anestesia, el pensamiento que tuve fue: “yo ya hice todo lo que tenía que hacer, ahora toca soltar y dejar que los médicos y enfermeras hagan su trabajo”. 

En esta ocasión fue algo parecido, yo ya había llegado por mí mismo hasta esa circunstancia y era el momento de soltar y dejar a hacer a los otros su trabajo para ayudarme a sanar. 

Las enfermeras son, definitivamente, un factor fundamental en la recuperación del paciente, por lo menos esa es mi experiencia, sobre todo en esta ocasión que me operé en un hospital diferente a las veces anteriores. Todas ellas eran muy eficientes y muy amables. Cada vez que necesitaba algo me ayudaban a resolverlo. Desde mover la cama hasta ayudarme a bañar. Revisaban siempre mis signos vitales o que todo estuviera funcionando adecuadamente con el suero, los medicamentos, etc. y siempre con la mejor actitud, por lo tanto yo quedé muy contento y agradecido con ellas. 

Una enfermera sabe que cada día tocará una (o muchas) vidas y una (o muchas) vidas tocarán la 
suya. 

También, cabe decirlo, agradezco a la persona que hacía la limpieza de mi habitación y mi baño, siempre de una manera eficiente, rápida y silenciosa para causarme las menores molestias, lo cuál es una bendición cuando uno está hospitalizado y sólo busca un poco de tranquilidad y silencio dentro del dolor físico que se atraviesa en ese momento. 

Los recursos personales

Cuando estamos en una situación de crisis por enfermedad, operación, pérdidas o d e cualquier otro tipo es importante que nos hagamos conscientes de nuestros diversos recursos. En mi caso yo pude identificar los siguientes: 

Recursos Físicos

Mi cuerpo me ayuda a través de los síntomas a identificar que algo anda mal y necesita ser atendido. Tengo un cuerpo sano que me ayuda a recuperarme con facilidad. Tengo la fuerza en el corazón necesaria para enfrentar una intervención quirúrgica y, algo fundamental, la capacidad de respirar y de hacerlo adecuadamente. En un momento de tanto estrés, lo que se recomienda para poder relajarse es realizar la respiración profunda también conocida como respiración abdominal o diafragmática.

Esquema de la respiración profunda, abdominal o diafragmática.

Recursos materiales

Algo que me daba tranquilidad era saber que contaba con un Seguro de gastos médicos mayores que contraté hace mucho tiempo (en la edad en la que uno imagina que nunca lo va a necesitar) y que me ha permitido atenderme en instituciones privadas de prestigio y con muchas comodidades que aligeran el estrés de una operación. También el tener una cuenta con dinero ahorrado da tranquilidad en el momento de las emergencias. 

Recursos espirituales

El llevar más de cinco años de practica meditativa diaria me ayuda a estar sereno en situaciones de mucho estrés o a recuperar la calma en caso de que me haya salido de mi centro. También, gracias a las constelaciones familiares, he aprendido a ser consciente que todos mis ancestros están siempre a mi lado protegiéndome. Mi maestra Malika me recomendó en esta ocasión que imaginara una red de luz debajo de mí creada por el poder y el amor de mis ancestros. Cada vez que inhalaba imaginaba que me llenaba de energía y al exhalar imaginaba que todos los miedos y ansiedades se iban hacia esa red para ser absorbidos. Eso me permitió sentirme también más relajado y en paz.  Pedí a mis padres y hermanos muertos que me acompañaran en todo momento y que ayudaran a que el médico estuviera siempre enfocado en mi operación para que todo saliera bien. Todo eso me dio tranquilidad. 

La luz de mis ancestros que me protege en los momentos difíciles.

Recursos Psicológicos

Al ser terapeuta, leer mucho acerca de técnicas de apoyo y al haber vivido un largo proceso personal también me aportó recursos suficientes para entregarme con tranquilidad a la experiencia de la cirugía. Sabía, por ejemplo, que tenía que cuidar que mis pensamientos fueran positivos y no catastróficos, es decir, estar imaginando que después de atravesar por la operación todo estaría bien y que yo me podría recuperar después de eso. El mindfulness también me ha enseñado a enfocarme en mi objetivo: estar bien, estar sano, y dejar de lado todos los ruidos mentales que no tengan que ver con eso. Cada vez que mi mente se desviaba, yo, con suavidad y amabilidad, regresaba a mi pensamiento base de confiar en que todo estaba y estaría bien. 

Otra cosa que es una mezcla de recurso psicológico y espiritual es algo que me ha enseñado el budismo: el dolor, como el placer, son parte de la vida y tarde o temprano tenemos que enfrentarlo. No sirve de nada eludirlo, simplemente hay que tener una actitud positiva y de aceptación para que el dolor o el miedo al dolor disminuyan y eso nos permite estar en mejores condiciones para enfrentarlo. 

Un recurso de mucha importancia es el de la toma de decisiones. Si yo me hubiera paralizado por el miedo no hubiera resuelto nada. Por eso es que me preparé psicológica y mentalmente ante la idea de someterme a una operación confiando en que estaba tomando la decisión correcta y que estaba con la persona indicada para la intervención. Eso me permite hoy contar, de nuevo, con buena salud y haber eliminado las causas de mi malestar. 

Valorar lo que tengo

Valorar lo que se tiene y anteponerlo a lo que no se tiene es, para mí, la mejor manera de sentirme feliz. Si tengo que enfrentarme a una operación me enfoco en que tengo compañía, el apoyo de mi pareja, de mi familia y de mis amigos y contactos; soy consciente de que cuento con recursos materiales y personales que muchos no tienen como poder contar con un buen hospital, un médico particular, un servicio de primera… todo eso no me exime de enfrentarme al hecho de la cirugía pero me llena de tranquilidad saber que puedo sentirme apoyado, cobijado, contenido por muchas personas y comodidades lo que me provoca sentirme feliz y agradecido y, hablando de agradecimiento…

No pasar por alto la importancia de dar gracias

En primer lugar creo que es importante agradecerme a mí por el valor y la disposición, por la actitud positiva; agradecerle a mis seres queridos por su apoyo y a todos los contactos que me llenaron con sus buenas intenciones; agradecerle a mi médico por su profesionalismo y calidad humana; agradecerle al hospital por brindarme todos los servicios y comodidades necesarias; agradecerle a las enfermeras por su trabajo y disposición; agradecerle a mis ancestros por protegerme desde el lugar donde están; agradecerle a mis maestros y los libros que me han iluminado y llenado de una nueva forma de ver el dolor y la adversidad; agradecerle a la vida por ponerme pruebas que me ayudan a crecer, a ser más fuerte a convertirme en una mejor persona, más consciente y más agradecida. 

Agradecimiento

Esto es en pocas palabras lo que aprendí con esta nueva operación y es también lo que me ayuda a sentirme transformado, a sentirme una persona diferente una vez que todo pasó. Ojalá que mi experiencia te ayude a reflexionar si es que estás pasando por una situación similar o parecida o, si llega a ocurrir, el día que tengas que pasar por un momento difícil de salud o de cualquier otro tipo. De todo corazón espero que la experiencia que acabo de vivir y que hoy te comparto, te sirva de algo y que mis palabras te resuenen en el momento en que las necesites. 

Te agradezco mucho tu atención y te pido que califiques este escrito de acuerdo a tu criterio y que lo compartas en tus redes. 

¡Gracias por estar aquí tú también!

Un abrazo cariñoso: 

Luis Fernando Martínez Gómez. 

5 comentarios

  1. Hola Luis Fernando Gracias de verdad por compartir tu experiencia ante la enfermedad. Este artículo me ha dado una oportunidad de réflexionar mas a fondo sobre todos los cambios que conlleva una enfermedad ya que tú lo has planteado desde varios puntos. Yo tengo ya 10 años de haber padecido cáncer. Aunque ha pasado el tiempo esto cambio toda mi vida. A travez de la terapia escrita que aprendí contigo he podido sanar parte de esos miedos y culpas que he venido arrastrando. Sé que me falta trabajar mucho más. Pero sé que se puede y sigo en ese camino. Te agradezco mucho, mucho esta oportunidad de seguir creciendo y disfrutando de este camino de luz. Rosy Miguel.

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    1. Hola Rosalinda, una disculpa por tardar en responderte pero no había tenido oportunidad de entrar al blog. Te agradezco mucho tus palabras y me alegra que también seas una luchadora y una sobreviviente que toma las experiencias adversas de la vida como oportunidad para crecer y ser mejor ser humano. Te mando un abrazo con mucho afecto y seguimos caminando juntos.

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  2. Agradezco la sabiduría de tu experiencia y la humildad para compartirla. Aprendo mucho y tomo nota de aspectos personales que quiero desarrollar. Gracias a Dios por tu vida. Que haya mucha salud.

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