Ve la experiencia como una posibilidad: de crecer, de aprender, de fortalecerte. Vívela como un gran reto y, en la medida de lo posible, disfrútala y piensa en los beneficios o regalos que te traerá si logras lo que quieres.

Ve la experiencia como una posibilidad: de crecer, de aprender, de fortalecerte. Vívela como un gran reto y, en la medida de lo posible, disfrútala y piensa en los beneficios o regalos que te traerá si logras lo que quieres.
Nuestro organismo nos proporciona la energía para hacer las cosas, pero cómo usar y significar dicha energía lo decidimos cada uno de nosotros. Hay personas que pagan por vivir experiencias como lanzarse de una tirolesa o de un avión en paracaídas, mientras que otros no se subirían ni en sueños. Ambos sienten la misma ansiedad, la diferencia es que la interpretan de forma diferente: los primeros como emoción, diversión, riesgo para templar las emociones y los segundos, simplemente como riesgo innecesario, peligro, terror. De cómo te coloques frente a cada emoción dependerá de si la vives como algo positivo o negativo. Ése es tu poder frente a las emociones. Tú decides como manejas su energía.
Cualquier persona – en diferentes momentos de la vida-, es capaz de sacrificarse por un bien mayor. Históricamente la mayoría de los seres humanos nos hemos sacrificado por el bien de la familia, los hijos, la pareja o la comunidad. El sacrificio útil ayuda a preservar la especie y las civilizaciones.
Sin embargo hay quienes no reconocen el límite entre el sacrificio útil del inútil y construyen el hábito o la costumbre de sacrificarse más de la cuenta sin poder evitarlo, pensando que «es así como tiene que ser» o creyendo que es una prueba de que aman a los demás o que les importan y quieren su bien, sin poder reconocer que muchas veces hacen más daño con su sacrificio que bien.
El Perseguidor o Persecutor también puede reconocerse como el juez, el padre crítico o el crítico interno. No importa el género de la persona (masculino o
Todas las experiencias de la vida, sin importar si son agradables o desagradables, placenteras o dolorosas, son una oportunidad para despertar, para comprender la verdadera esencia de las cosas. Hoy, 1o de mayo del 2017 se cumplen diez años de una operación que me realizaron en el 2007 para extraerme un tumor de la hipófisis. En aquella época sentí miedo, ansiedad, dolor, temía por mi salud y por mi vida. Hoy, nuevamente, como cada año, se presentó de nuevo ese miedo arraigado en mi inconsciente y que, sin que yo haga nada, se vuelve a activar por sí mismo a través de la memoria corporal… sin embargo, en esta ocasión hice algo diferente, no luche, no negué, simplemente me detuve y me quedé observando, sin juicio, por varios minutos lo que estaba pasando en mi interior… y de pronto, llegó el entendimiento… pude ver… pude comprender lo que estaba pasando…
En la vida hay muchos eventos que son importantes y significativos por diversas razones. Dichos momentos no siempre son agradables, experiencias cumbres o felices, por el contrario, muchas veces se trata de eventos dolorosos, que nos generan miedo o sufrimiento y que desearíamos no tener que vivirlos, pero que no tenemos opción y tenemos que enfrentarlos a pesar del enojo o la frustración que nos generan. Sin embargo, más allá de si son dulces o amargas las experiencias importantes de la vida son eventos que nos transforman profundamente y, con el tiempo, se convierten en parte de nuestra historia, de nuestra esencia, pues gracias a ellos somos lo que somos en el presente y por lo tanto se convierten en un motivo de celebración de la vida.
Nadie tiene derecho a pretender resolver, antes de tiempo, el dolor de los demás. Por más amor que sienta por la persona que sufre, si realmente la amamos, debemos tener cuidado de no convertirnos en ladrones de su dolor, pues con eso, podríamos estarle robando muchas posibilidades de crecimiento.
La mayoría estará consciente de los pensamientos presentes en nuestra cultura en relación a que el dolor es algo malo que hay que eliminar, por lo tanto, se genera la idea equivocada de que, si queremos a alguien, tenemos que evitar a toda costa que sufra y, a la larga, provocamos en el otro una baja tolerancia a la frustración, más sufrimiento y más miedo de enfrentarse a las adversidades de la vida, pues no lo hemos dejado desarrollar sus propias capacidades para enfrentarse a las situaciones difíciles o dolorosas. Por eso es importante recordar lo que Buda nos enseñó hace más de 2500 años: En la vida, existe tanto el placer como el dolor. Sin uno no puede existir el otro y ambos son parte de nuestro aprendizaje y crecimiento.
La falta de compromiso tiene que ver con el desconocimiento de las personas en cuanto a lo que implica una relación de pareja sana y madura, porque hay muchas obligaciones de por medio que en ocasiones no se quieren aceptar. El compromiso requiere asumir obligaciones y esa es la parte que no es muy agradable ni aceptable para algunas personas; el compromiso también significa ser capaz de sacrificar cosas en el aspecto individual (no todas, por supuesto, pero sí algunas importantes), con el fin de construir objetivos en común.
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