Hay tantas razones para celebrar la vida, el simple hecho de estar vivos es motivo suficiente para celebrar a cada instante. Sin embargo, no siempre somos conscientes de lo afortunados que somos y de todas las bendiciones que el universo nos da. En ocasiones, es necesario vivir experiencias dolorosas como las pérdidas, las separaciones, las crisis o la enfermedad para poder ser conscientes de lo que tenemos cuando las cosas van bien en nuestra vida.
Eso nos ocurrió a Axa, mi pareja, y a mí, hace siete años. En el 2007 el papá de Axa murió el 23 de abril y, justo una semana después, el 1o de mayo, yo fui operado de un tumor en la hipófisis. En esos siete días vimos pasar frente a nuestros ojos, la muerte y la vulnerabilidad, la pérdida, el dolor y el miedo, la tristeza y la incertidumbre. Pero junto con todas estas emociones, pudimos ser conscientes de muchas otras cosas como: el amor, la esperanza, la fuerza, la confianza, la amistad, el apoyo, la solidaridad, el contacto, la conexión y el encuentro con los seres amados.