Para amar de verdad, de manera sana, adulta, es importante que antes hayamos sanado, reparado o cubierto – por lo menos en gran medida – nuestras heridas y carencias personales, para no demandarle a otra persona que nos resuelva lo que nos toca resolver a nosotros. Si somos capaces de eso, entonces podremos aspirar a tener un verdadero compañero de vida, construir una pareja no entre dos seres incompletos, dos ‘medias naranjas’, sino una pareja entre dos personas completas, capaces de acompañarse y apoyarse de manera amorosa e incondicional, sin pretender, ninguna de ellas, que sea el otro el que haga el trabajo sucio de resolver lo que nos toca resolver individualmente, es decir, dos personas con amor propio.
