Nuestra cultura materialista e individualista nos plantea que, en la medida en que consigamos nuestros objetivos propuestos seremos considerados como personas de éxito, seres triunfadores, realizados, pero en cuanto no lo logremos, corremos el riesgo de ser vistos como unos perdedores. Este concepto popular del éxito es lo que genera el típico problema de la baja autoestima. ¿Se puede lograr un éxito diferente sin correr el riesgo de perder la autoestima? La respuesta es afirmativa, siempre y cuando nos enfoquemos más en el proceso y en los valores que en el resultado.
