5o día de la Semana de celebración de la vida.
Un lugar especial.
«Las raíces de un árbol de familia comienzan con el amor de dos corazones.»
Hoy toca honrar la vida a través de un lugar significativo. A lo largo de mi historia han existido muchos lugares especiales que me han permitido celebrar la vida desde que era un niño: La casa de mis tías, hermanas de mi papá, donde pase
los mejores momentos de mi niñez escuchando los cuentos que me contaba mi tía Tere y saboreando su exquisita comida estilo Michoacán: pozole, enchiladas, corundas… o los postres deliciosos que también ella preparaba: chongos zamoranos, buñuelos, cajeta y capirotada.
Otro lugar especial, al que también ellas me llevaban era el mercado del barrio, donde un día me sacaron una foto arriba de un burro, lo cual me llenó de terror y de eso queda memoria en alguna fotografía donde salgo con cara de terror.
Para consolarme y que se me olvidara el susto, me compraron un juguetito en alguno de los puestos, aunque casi siempre que íbamos me dejaban escoger algún juguete. Sin necesidad de tener que treparme en alguna bestia antes, lo cual me hacía muy feliz.
Aunque sería una larga lista de lugares en el pasado hoy elegí un lugar del presente que es parte de mi celebración de la vida: la casa de Cuernavaca, a la que hemos bautizado como La casa del árbol, y donde tú y yo hemos construido nuestro hogar, junto con Manchitas.
La Casa del árbol representa para mí un refugio, un oasis, un regalo de la vida. Llegar a ella significa sentirme en paz y feliz… es mi hogar, nuestro hogar, donde más disfrutamos los tres de ser familia.
Amamos nuestro jardín, con su enorme y frondoso árbol, las plantas y las flores que hemos cultivado nosotros mismos.
Junto al jardín tenemos una pequeña terraza, con sendos sillones donde, a la sombra de la tarde, saboreamos bebidas refrescantes y, generalmente los fines de semana, la deliciosa comida que preparamos a veces juntos, aunque la mayoría de las ocasiones es elaborada por ti.
El comedor es muy agradable, no es muy grande de tiene muchas cosas, pero algo muy significativo de este lugar es que aquí se encuentra el reloj de péndulo, herencia de mi madre.
A nosotros nos gusta escuchar las campanadas cada 15 minutos y, durante las noches, sentimos que nos arrulla, sin embargo, muchas veces a nuestras visitas les estrena escuchar su tic tac que dicen, es bastante fuerte, y las campanadas cada cuarto de hora, por lo que tenemos que detenerlo durante la noche cuando tenemos alguna visita sensible a su sonido.
Desde la mesa del comedor se puede ver las demás áreas de la casa y, a través de los grandes ventanales, nuestro jardín. Hoy, por ejemplo, disfrutamos durante la comida de nuestro visitante favorito, un petirrojo que vino a posarse unos segundos sobre nuestra barda y nos regaló un momento de magia, al igual que hacen los colibríes cuando vienen a chupar el néctar de nuestras flores más coloridas. Desde que llegamos a esta casa hace 6 años recuerdo que nos visita este petirrojo siempre por la misma época, aunque también puede que se trate de algún descendiente del primero que llegó en aquella época.
En el interior nuestra casa tiene varias habitaciones y áreas comunes. La sala es fresca y confortable, aún en las épocas calurosas y también tiene una bella vista al jardín. Ahí acostumbramos tomar el café, realizar nuestras meditaciones diarias o charlar al lado de una copa de vino por las noches escuchando música tranquila.
Nuestra cocina es lo suficientemente grande para cocinar ambos sin atropellarnos demasiado y donde preparas tus deliciosas paellas y yo, en ocasiones, frescas ensaladas. Detrás de la cocina, hay un patio grande donde duerme Manchitas y donde está él área de lavado.
También en la planta baja (la casa es de dos pisos) está un baño de visitas y mi consultorio, que es a la vez, el cuarto de huéspedes con un sillón grande de color azul rey y una butaca individual con brazos de madera y de estilo algo retro. En este mismo cuarto tengo un librero con algunos de mis libros y la vitrina antigua, herencia de mi madre, donde conservo mi colección de sillas miniatura de todo el mundo con casi un centenar de coloridas sillitas.
En la planta alta hay tres habitaciones y dos baños completos. Al baño de visitas le llamamos «el baño de las sirenas» pues ahí tenemos una colección de sirenas que se fue formando poco a poco, con sirenas que Noa han regalado llegando familiares y amigos y con otras que hemos traído de diferentes lugares.
La recámara principal es de muy buen tamaño. Por el ventanal se puede ver la copa de nuestro árbol y los amaneceres. Tenemos una pantalla muy grande HD, donde disfrutamos de películas y nuestras series favoritas en las noches, antes de dormir, o los fines de semana.
Las otras dos habitaciones las hemos convertido en nuestros despachos, uno para ti, donde tienes todos tus libros, casi todos, el resto está en un librero en lo alto de la escalera, en la zona que une las habitaciones de la planta superior, y que son tu mayor tesoro. Tu ventana da a un kinder y, cuando es día laboral y de escuela, te diviertes escuchando a los niños y los regaños de las maestras.
Frente a tu despacho está el mío (que es distinto al consultorio de la planta baja). Ahí tengo mi escritorio al lado de una ventana por donde también se puede contemplar la copa de nuestro árbol y donde suelo escribir los artículos para mi blog o, de vez en cuando, dar las sesiones de terapia por Skype. También tengo una mesa de cristal, un sillón de dos plazas donde Manchitas (nuestra perrita) duerme sus siestas, o pernocta las noches que no se quiere salir a su casita en el patio porque oye truenos y hay tormentas.
También ahí tengo un librero maravilloso de pared a pared donde están la mayoría de mis libros -los preferidos- y un closet donde ambos guardamos cosas.
El baño de la habitación principal es lo que siempre soñé: espacioso, iluminado, con un lavabo grande y moderno y su regadera con un cancel abierto de cristal. Los techos son altos y con tragaluces que permiten que haya mucha luz, al igual que en el resto de la casa.
Me siento muy afortunado de que hayamos decidido adquirir esta casa fuera de la Ciudad de México y en un lugar que tiene fama de contar con un clima privilegiado gracias a ser la ciudad de la eterna primavera.
Pero lo más bello de esa casa no son los cuartos, ni los muebles, ni los adornos que hemos colocado en todos los rincones y que hemos recolectado a lo largo de nuestros viajes. No son nuestros adorados libreros, ni nuestro maravilloso árbol. Lo más maravilloso de nuestra casa es el amor con la que ambos la hemos construido y adornado, y que todos los que nos visitan respiran desde el momento.
Sí, nuestra casa es bella porque está llena de amor, cariño, comprensión, respeto, compromiso, felicidad y paz. Es la casa de nuestros sueños, nuestra casa y de Manchitas. Nuestro refugio. Nuestro templo. El lugar de puertas abiertas en donde recibimos con gran alegría a nuestros seres queridos a quienes nos gusta atender y hacer sentir como en su casa.