El comportamiento agresivo y el comportamiento pasivo o sumiso son los dos extremos de la asertividad. En un artículo anterior hablé de cómo, los sumisos, respetan los derechos de los demás, pero renuncian a los propios por temor a ser rechazados o juzgados. Por el otro lado, la principal característica de las personas agresivas es que no les importan y no respetan los derechos de los demás, sólo se consideran a sí mismos y ven por sus intereses por encima de quien sea.
Agresividad psicológica
A diferencia de la agresión física, la agresividad psicológica no siempre es fácil de identificar, sobre todo cuando se esconde detrás de una máscara de cortesía, llegando a parecer socialmente aceptable.
Hay que ser muy observador para poder reconocer la intención del agresivo detrás de frases aparentemente amables y agradecidas como: “Qué buen amigo eres al prestarme tu carro siempre que lo necesito, lamento que a veces tú tengas que andar a pie”. “Eres una santa al encargarte de todo sin exigir nada a cambio”. “Me siento tan feliz con alguien como tú, capaz de sacrificarse tanto por amor.” Estas son las frases de un agresivo embaucador y no demuestran amor, ni consideración, ni equidad, todo lo contrario, lo que muestran es como la persona embaucadora es lo suficientemente inteligente para pasar por encima de los demás y todavía pretender que le den las gracias al aparentar ser muy agradecido.
El embaucador tiene la habilidad de hacer creer a los demás que es él quien está haciendo el favor a los demás. Puede mostrarse amable, gentil, encantador mientras consigue lo que quiere y, una vez que lo logra, se olvida de los demás hasta que no vuelve a necesitar algo de ellos, cuando esto sucede se pone de nuevo su máscara seductora y consigue de nuevo aprovecharse de los otros, tal es su capacidad para ocultar sus verdaderas intenciones y engañar a las personas, lo cual, en el fondo, es una actitud violenta, aunque no lo parezca y deja en los demás una sensación de estar siendo engañados.
Las víctimas del embaucador no entienden la causa de esta sensación de malestar cada vez que complacen sus deseos. En el fondo saben que el otro las está usando y que las frases de agradecimiento que dice no son más que de dientes para fuera pero no son dichas desde el corazón. Es muy probable que las víctimas de los embaucadores sean demasiado inocentes, cándidas o pasivas y, por lo mismo, no les ponen un límite negándose a complacer sus deseos y peticiones abusivas cayendo una y otra vez en la trampa y sintiéndose internamente cada vez más molestos y resentidos.
Una experiencia personal
Hace tiempo yo estuve relacionado con un embaucador sumamente hábil y por más que trataba de entender porqué me sentía tan molesto con él, no logré reconocer la causa hasta mucho tiempo después. En una ocasión me llamó a mi casa preguntándome qué iba a hacer esa tarde. Yo le respondí que estaba terminando unos capítulos de la telenovela que estaba escribiendo y que tenía que llevarlos al canal. Él, muy presto, me dijo que si quería me llevaba en mi carro para que yo no manejara (él no tenía auto propio, siempre andábamos en el mío). A mí, que no me gustaba mucho manejar, me gustó la idea y le dije que sí de verdad quería acompañarme, pues el lugar era un poco retirado. Él me aseguró que no le importaba y que con mucho gusto me llevaba. Me sentí muy agradecido, pues estaba cansado de haber pasado varios días elaborando los guiones.
Cuando ya íbamos en camino me dijo que si no me importaba que antes pasáramos por una factura que le iban a pagar. Yo acepté, pero él nunca me aclaró que el lugar al que tenía que ir estaba del otro lado de la ciudad a donde yo tenía que ir a entregar los libretos y perdimos más de una hora en eso. Aunque no dije nada, pues él era el que me estaba haciendo un favor, me incomodo que no me hubiera aclarado que su asunto no era tan de paso como él me había sugerido al pedírmelo.
En otras ocasiones me invitaba a que saliéramos a comer fuera y, al pedir la cuenta, era muy frecuente que me dijera que sí podía pagar yo le cuenta pues no había cobrado aún, asegurándome que después me pagaría su parte, cosa que casi nunca sucedía. Como estos ejemplos podría poner muchos otros, pero creo que es suficiente para que se comprenda como es el comportamiento de un embaucador y como transforma las cosas para que siempre parezca que es a él a quien se le deben agradecer las cosas, aunque en realidad él siempre saque un beneficio de sus «buenas acciones».
Cuando nos encontramos en medio de este tipo de conductas es cuando más debemos abrir los ojos para no caer en la trama de pensar que nos están haciendo un favor y reconocer que en el fondo, se están aprovechando de nuestra buena voluntad. (De la Plaza, 2007).
Otros comportamientos de la personalidad agresiva
La agresión oculta es sólo una de las formas de violencia que distan mucho de una conducta o comunicación asertiva, es decir una comunicación clara y directa. Dentro de lo que se califica como agresividad están también las maneras más abiertas como: los insultos, las malas caras, el tono de voz alterado, la descalificación verbal, el maltrato físico, emocional y psicológico. Este tipo de conductas agresivas pueden ocurrir en los diferentes ámbitos: en la pareja; entre padres e hijos o viceversa; con algún miembro viejo de la familia como un tío o abuelo; entre amigos; compañeros de escuela o en el trabajo entre jefes y empleados.
En cualquiera de estos contextos se puede producir un clima de tensión al tener que enfrentar conductas agresivas y los miembros del grupo (empleados, pareja, hijos, amigos, compañeros de escuela o de trabajo, etc.) sintiéndose a causa de esto incómodos, enojados, desmotivados en la medida en que no son valorados ni reconocidos sino que, por el contrario, son víctimas de conductas agresivas como:
Ser criticados frente a otros. Ya sea del equipo de trabajo, el grupo de clase, otros amigos, o los miembros de la familia lo cuál hiere su dignidad personal. Esto sin importar si se trata de un niño o un adulto, un hombre o una mujer, un heterosexual o un homosexual.
Ser víctimas de chistes o ironías y sarcasmos. Donde implícitamente se está enviando algún mensaje para burlarse de él o ella. Estas descalificaciones disfrazadas de humor causan incomodidad, vergüenza, rabia, generando más dolor que gracia.
Consecuencias de las conductas agresivas
La agresión no da buenos frutos, por el contrario, afecta negativamente el clima psicológico familiar, escolar o laboral porque contamina y enrarece el interior de los grupos provocando desintegración, dificultando la convivencia, generando desconfianza o el deseo de escapar.
Por todo ello es recomendable evitar las conductas agresivas en cualquier lugar ya sea la casa, el trabajo, el lugar de reunión de los amigos, la alcoba matrimonial o cualquier otro, y también es muy importante no tolerarla en los demás. En ves de eso, lo mejor es aprender y educar en la asertividad y en la no violencia, creando ambientes sanos de respeto, amabilidad y generosidad auténticas, empatía y equidad.
¿Cómo explican o se explican las personas violentas su agresividad?
Las razones que se dan o dan a los demás las personas agresivas sobre sus conductas inadecuadas son diversas, como por ejemplo:
Es un modelo aprendido por alguno de sus padres y ellos las repiten y están convencidos de que no las pueden cambiar, lo cual no es del todo cierto.
Porque están muy cargados o estresados y es la única manera en que pueden hacer catarsis. Es algo que los rebasa y, cuando ya no pueden más, explotan con cualquiera que tengan frente a ellos como una manera de desahogo y, aunque lleguen a reconocer que está mal, afirman que no lo pueden evitar.
La adrenalina de la rabia. Cuando la persona sumisa llega al límite de tolerancia de la agresión por parte de otros, deja de sentir vergüenza o inseguridad y explota contra quien sea. Es lo que hablamos anteriormente de la conducta péndulo, ir del extremo de la pasividad a la agresividad en un instante.
Muletas psicológicas. Con esto nos referimos a lo que hacen algunas personas sumisas que reprimen al máximo sus emociones, en particular el enojo, y que no encuentran otra forma de externarlo. Ellos pueden tratar de inhibir la ansiedad que sienten a través del alcohol o las drogas a la vez que les permite actuar las conductas agresivas de manera desproporcionada y peligrosa.
Control de la ira y agresividad. Para algunas personas la catarsis resulta muy útil para externar su ira o para ayudar a otros a expresarla (en el consultorio, por ejemplo, se puede utilizar el golpear cojines con los puños, con movimientos amplios de los brazos o bien, golpear con otros objetos como raquetas). Sin embargo, la catarsis es un remedio temporal, como una aspirina que calma el dolor pero no soluciona la enfermedad, por lo tanto, tarde o temprano volverá el malestar y también las conductas inadecuadas.
¿Existe alguna manera de solucionar el problema de la agresión de fondo? No sólo existen alternativas, sino que es muy importante aprender cuáles son estas maneras y llevarlas a cabo. De ello hablaremos en uno de los próximos artículos.