Cómo podemos desarrollar una actitud madura ante las dificultades
La madurez para enfocar nuestras dificultades de la vida, se puede ilustrar a través de un cuento tradicional acerca de una planta venenosa. Muchas personas sólo ven el peligro y su manera de reaccionar es ordenando: córtenla antes de que nos envenenemos por culpa de ella. Es una respuesta similar a cuando surgen dificultades en la vida al toparnos con la agresión, la compulsión, la ambición o el miedo. Cuando nos topamos con el estrés, la pérdida, los conflictos, la ansiedad, la depresión o la pena por nosotros o por los demás. La respuesta inmediata es huir exclamando: El veneno me preocupa, arranquemos el mal, huyamos de él, destruyámoselo de una buena vez por todas.
Otras personas, en cambio, después de haber caminado un tiempo a través de un camino de consciencia (espiritual o terapéutico), pueden darse cuenta de que la planta venenosa exige otro tipo de actitud diferente a la huida o a la negación. Estas personas se han dado cuenta de que abrirse a la vida exige una actitud compasiva, calurosa y profunda a todo lo que nos rodea.
Reconociendo que esta planta envenenada es, en cierto modo, parte de uno mismo, expresan: No tenemos que cortarla, sintamos compasión por ella. Y, con profundo cariño, construyen una vaya rodeándola para que otros no se hagan daños y, a la vez, la planta siga viviendo. Esta segunda actitud muestra una importante variante en relación entre el juicio y el miedo y la compasión.
Un tercer tipo de individuos que han avanzado aún más en su camino de desarrollo ven la misma planta y tienen una actitud distinta a las dos anteriores. Éste tercer tipo de personas miran la planta y dicen: Vaya, una planta venenosa. Justo lo que estaba buscando.
Estas personas toman la planta y utilizan el veneno para elaborar una vacuna o una medicina que cure las enfermedades y transforme los males del mundo. Mediante el respeto y la comprensión, estas personas ven las cosas del lado opuesto al resto de la gente y encuentran valor y utilidad en las circunstancias más difíciles.
¿Cómo sueles enfrentarte a tus frustraciones y a los obstáculos de tu vida? ¿Qué estrategias has utilizado frente a los problemas y las pérdidas? ¿qué espíritu de libertad, compasión o comprensión puedes encontrar en el seno de las dificultades?
En todos los aspectos de la vida, las oportunidades para convertir la paja en oro está en nuestras manos y en nuestros corazones. Lo único que necesitamos es una atención plena y respetuosa y nuestra voluntad para enfrentarnos sin temor, con una actitud confiada, y aprender de todas las dificultades, de las pequeñas y de las grandes y dolorosas.
En lugar de luchar contra los problemas, podemos abrir los ojos del corazón, que están llenos de sabiduría y transformar las dificultades a las que nos enfrentamos en nuestro mayor tesoro. Desafortunadamente son pocos los que tienen el valor de arriesgarse a realizar este cambio de mirada y prefieren quedarse en un rincón lamiendo sus heridas y lamentándose porque la vida y sus experiencias no son como ellos quisieran o como creen que deberían de ser, negándose a aceptar que las cosas siempre son como son y no se pueden cambiar, lo que se puede transformar es la mirada y la actitud respecto a ellas. Dejar de verlas como nuestras enemigas y verlas como nuestras maestras.
Cuando el cuerpo enferma, en lugar de pelearnos con las enfermedades, podemos escuchar la información que nos dan y utilizarla para sanar. Cuando los niños lloran o se quejan, en vez de regañarlos, podríamos intentar entender cuál es su necesidad real.
Cuando tenemos problemas o conflictos con nuestra pareja, podríamos preguntarnos como hemos tratado dicho aspecto que nos molesta del otro en nosotros mismos, cómo lo vivimos y lo enfrentamos.
Los problemas, las debilidades y los conflictos, generalmente, nos conducen al centro de lo que nosotros necesitamos aprender. Antes de buscar deshacerte de tu problema lo más rápido posible, trata de mantenerte en él, de tolerarlo por un tiempo, con mirada indagadora, tratando de descubrir aquello que puedes aprender o fortalecer a través de él si no lo extirpas de tu vida como una planta venenosa y te decides a crear una medicina maravillosa con ella.
Aceptar nuestra debilidad
A partir de nuestras aparentes debilidades podemos aprender nuevos y maravillosos caminos. Lo que hacemos bien, ahí donde hemos desarrollado nuestra mayor autoconfianza, puede convertirse en habitual, dándonos una sensación de falsa seguridad. No es el mejor espacio para alcanzar el desarrollo, pues, si nos quedamos en la zona de confort, no podemos pretender aprender ni desarrollarnos.
El crecimiento implica esfuerzo y sólo se haya en la novedad, en aquello que aún no somos expertos, ni nos sentimos seguros, por eso, para crecer, tenemos que salir de nuestra zona de confort y arriesgarnos a entrar en la zona de aprendizaje.
Cuando nos permitimos ser vulnerables, pueden nacer cosas nuevas y buenas. Arriesgarnos a probar lo desconocido, nos permite adquirir un nuevo sentido de la vida. Eso es lo que ocurre cuando las personas inician un camino espiritual o un proceso como la Terapia Gestalt.
Lo más importante es que, aquello que hemos buscado tan arduamente, se encuentra justo ahí, debajo o detrás del problema o de la debilidad misma. Es lo que Fritz Perls quería decir cuando se refería a aprender a “ver lo obvio”, que en ocasiones resulta ser lo más difícil de distinguir.
El poder transformador de las críticas
Lo mismo podemos encontrar en nuestras críticas y en la ira. En el fondo de ellas podemos encontrar el valor de la justicia y la integridad. Cuando trabajamos con la ira, ésta puede transformarse en una potente medicina. Transformar la ira y las críticas nos permiten discriminar y encontrar claridad para ver lo que realmente es útil, lo que debe hacerse, los límites que debemos establecer.
La negación y la confusión
Éstas son estrategias erróneas utilizadas para eludir el conflicto y obtener la paz. Cuando somos conscientes de ellas podemos transfórmalas y entonces ellas pueden conducirnos a una aceptación amplia, una resolución que mantiene en armonía todas las partes en conflicto. Trabajando directamente con el fin de transformar su energía, lograremos encontrar la verdadera paz.
Abrirse a una nueva dimensión
Las semillas de la sabiduría, la paz y la totalidad están en el seno de cada uno de nuestros problemas, dolores y dificultades. Nuestro crecimiento es posible en el despertar de cada actividad.
Nuestra búsqueda de nosotros mismos nos puede abrir una dimensión de nuestro ser, en el cual, cada persona que encontremos, puede enseñarnos cosas de nosotros mismos, sobre todo, aquellos que menos nos simpatizan.
Para lograrlo, necesitamos primero convertir nuestras dificultades auténticas en el espacio para experimentar y aprender. Ése es el verdadero espacio de aprendizaje y no donde nos sentimos tan cómodos porque ya sabemos como manejarnos por negativo que sea dicho espacio.
Si somos capaces de salir de nuestra zona de confort y aceptar el dolor y las dificultades de la vida, entonces, nuestra existencia, no se convertirá en una lucha con éxitos y fracasos, sino en una danza del corazón. ¿De qué depende? De nosotros mismos, de que tomemos consciencia de eso, que nos decidamos y que corramos el riesgo, cada vez que nos topamos con una dificultad o una experiencia dolorosa, de dejar de preguntarnos “¿por qué a mí? ¿por qué me pasa esto? Yo no me lo merezco” y nos preguntemos a manera de reflexión: “¿Para qué me está pasando esto? ¿qué es lo que puedo aprender de este dolor?”.
Recuerda que tú puedes hacer cualquier cosa que desees, después de todo, lo que elijas, es asunto tuyo y de nadie más, pero también ten presente de que tú eres responsable de lo que elijas y de las consecuencias de dichas decisiones. Y, para cerrar, una historia que ilustra lo anterior:
«Eso, es tu asunto»
“Una vez un joven y ambicioso rabino se mudó a una ciudad donde vivía un famoso maestro. Al no hallar estudiantes interesados en sus clases, decidió desafiar en público al viejo maestro para intentar conseguir algunos alumnos para sus clases. Cogió un pájaro y, escondiéndolo en la mano, se dirigió al viejo maestro, que estaba rodeado por un grupo de gente y le dijo: “Si eres tan grande, dime si el pájaro está vivo o muerto”.
Su plan era el siguiente: si el maestro decía que el pájaro estaba muerto, él lo liberaría y éste saldría volando. Si decía que estaba vivo, lo apretaría y abriría la mano mostrándolo muerto. En cualquier caso, el viejo maestro quedaría en entredicho y perdería la credibilidad de sus alumnos.
Feliz con su plan, se colocó frente al maestro, ante la mirada de toda la gente. “¿El pájaro que tengo en la mano, está vivo o muerto? El maestro lo miró tranquilo y respondió serenamente: “Realmente, amigo mío, es cosa tuya”.
Artículos anteriores, relacionados a éste en Gestalt, SÍ:
¿Es inevitable el dolor y las dificultades en la vida?
Convertir las dificultades en el camino.
Fuente biblográfica: Camino con Corazón. Kornfield, Jack. 1997.
Nice respond in return of this issue with firm
arguments and describing all regarding that.
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