¿Con qué vara mides tus experiencias dolorosas, tus fracasos y tus errores?
¿Con la vara del verdugo, señalando a los demás como culpables de tu sufrimiento?
¿Con la vara de la víctima, pesando que eres tú el único culpable de tu dolor y del dolor de otros?
¿O con la vara de la madurez, asumiendo la parte de responsabilidad que te toca y soltando lo que no puedes controlar?
Tres tipos de personas
Hay tres tipos de personas y cada una de ellas significa de manera diferente las experiencias dolorosas que le ocurren en la vida: los victimarios, las víctimas y los responsables que no necesitan culpar a nadie ni culparse así mismos por las situaciones que enfrentan, por dolorosas que sean.
Dependiendo de la manera en que cada uno de ellos las utilizan, es lo que logran obtener de dichas experiencias. El resultado que puede surgir de dichas vivencias no depende tanto de cuán dolorosas o traumáticas sean, sino de la manera en que la persona elige verlas y experimentarlas, ya sea como persecutores, como víctimas de las circunstancias o con una mirada apreciativa, es decir, reconociéndolas como una oportunidad para crecer.
Las experiencias dolorosas: ¿un castigo o una herramienta de poder?
Suelo ver las experiencias de la vida como si fueran una vara que encontramos en el camino o, quizá de manera más precisa, ella nos encuentra a nosotros.
La experiencia ( o la vara) puede ser la misma o muy parecida pero cada quien le dará, desde su propio juicio, un significado diferente.
El primer tipo de personas que mencioné al principio se pasan la vida señalando con la vara a otros, juzgándolos, maldiciéndolos y culpándolos por todos los sufrimientos, por todas las cosas malas e incluso de su “mala suerte”.
Estas personas se preguntan constantemente ¿por qué a ellos, que son tan rectos, tan cuidadosos de las normas y de los deberes, les tienen que pasar cosas malas?
Son incapaces de responsabilizarse de sí mismos y comprender que, a todo ser humano, le toca vivir todo tipo de experiencias, buenas o malas.
No se dan cuenta tampoco de que no es cosa de suerte, sino una condición normal de nuestra naturaleza humana y que el ser bueno y obediente siguiendo todas las las reglas, no exime a nadie de enfrentar las pruebas de la vida que no son, a fin de cuentas, ni buenas ni malas, simplemente son, desde mi punto de vista, el medio a través del cual, la vida nos ayuda a crecer.

Si mientras más dura es una experiencia de vida, más nos fortalece y nos ayuda a crecer, ¿por qué entonces la juzgamos como mala?
Estas personas reniegan de la vara que representa sus experiencias dolorosas, y la utilizan para golpear a los demás y castigarlos por el dolor, la tristeza, el miedo y el enojo que experimentan.
Son personas resentidas e incapaces de ver la realidad, y se convierten en persecutores de los otros, proyectando en ellos todo lo que no se atreven a reconocer en sí mismos.
El segundo tipo de personas, no culpan a la vida ni a los otros por sus penas, todo lo contrario, se culpan a ellos mismos de sus pesares.
Este segundo tipo de personas, parecen encontrar el sentido de sus vidas jugando el papel de mártires. Y no sólo son capaces de cargar con sus propias culpas, sino que cargan las de los demás.
Como son malos, como valen menos, o no son dignos, utilizan la vara como un arma para castigarse y golpearse de no ser capaces de alcanzar lo que buscan y se convierten en víctimas de los demás. Ellos pagan por el daño que han hecho otros.
Estas personas también miran la realidad de una manera distorsionada y no logran darse cuenta de que, a través de la culpa no es como se logra el desarrollo personal.
Que mientras jueguen el papel de víctimas, no serán capaces de responsabilizarse de su propia vida y de sus actos y, por la misma razón, se quedarán atrapados en una etapa infantil, sintiéndose incapaces de confiar en ellos mismos y sus capacidades, y por tanto, de crecer y madurar.
El tercer tipo de personas eligen algo muy diferente a las otras dos categorías, son aquellas que han logrado ver las experiencias dolorosas no como un castigo de la vida o un castigo divino, sino como desafíos que les ayudan a fortalecer todas las dimensiones que constituyen a un ser humano: la física, la mental, la emocional, la social o la espiritual.
La vara de las experiencias dolorosas no es, para este tipo de personas, un arma para castigar a otros o castigarse a uno mismo, es en sí misma:
una herramienta para apoyarse en el arduo proceso del crecimiento.

Si la vara del dolor humano (se trate de enfermedad, pérdida, fracaso o abandono), deja de ser considerada como algo maligno y se aprecia como una bendición o una oportunidad, como lo hacen estos seres que han logrado desarrollar su consciencia, podemos aprender a percibir dichas experiencias no sólo como algo que se debe y se puede enfrentar y trascender, sino también, como algo que podemos utilizar como un apoyo muy importante para el crecimiento que nos ayudan a avanzar con un paso más firme y seguro hacia nuestro objetivo.
Podemos dejar maldecir y rechazar nuestra mala suerte y, con el tiempo, podemos llegar a bendecir todo aquello que hemos vivido y a agradecerle a la vida por lo que nos ha enseñado a través de ese dolor, ya que sin aquellas experiencias dolorosas que hemos enfrentado en muchos momentos de la vida, no seríamos quienes somos en el presente, ni tampoco seríamos capaces de enfrentar los nuevos desafíos que aún deberemos enfrentar en el presente y en el futuro y que, tal vez, pueden llegar a ser aún más difíciles.
Esa misma vara que sigue causando dolor a otros por no ser capaces de ver su poder, es la que ayuda al tercer tipo

de personas a subir por cuestas empinadas y avanzar de manera firme hasta la cima de su desarrollo. Son, por tanto, las personas realizadas, maduras, plenas y responsables, los que realmente pueden sentir que han tenido éxito en su vida, pues se sienten satisfechas de ser quien son y miran con aprecio aquello que han logrado y en lo que se han convertido, han logrado, al fin, sentirse reconciliados con ellos mismos y con la vida.
Después de esto, ahora te toca a ti elegir cómo quieres utilizar las varas que pone la vida en tu camino:
El romper esos paradigmas es un proceso muy fuerte que vale la pena por que nos lleva a la libertad
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Creo, después de reflexionar, que una cuarta categoría de personas serían aquellas que integran las dos primeras conductas, en ocasiones se culpan a sí mismas de su sufrimiento y en otras, señalan a los demás como los causantes de su dolor. En todo caso, continúan jugando un papel de víctimas y se niegan a asumir su responsabilidad de personas adultas.
Te agradezco que no te vayas sin dejar tus comentarios y sugerencias.
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Reblogged this on Terapia Gestalt, ¡Sí! and commented:
Reflexionando sobre lo escrito, creo que existe la 4a categoría mixta. Aquellos que se culpan a si mismos y se viven a la vez como víctimas de los demás. No asumen ningún tipo de responsabilidad. Creo que están hasta el final de la lista y tienen mucho camino que recorrer para lograr liberarse de su sufrimiento.
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