dolor humano

Y un día por fin comprendí

Un día comprendí que los sentimientos y las emociones no son malos ni hay que temerles, todo lo contrario, son nuestros aliados y una fuente de información que nos avisan cuando algo está mal en nosotros o en nuestras relaciones. Los prejuicios hacia los sentimientos, son invento del hombre que teme reconocerse como un ser vulnerable. Comprendí también que la vulnerabilidad no era un defecto, que no tenía que ocultarla pues es la llave para liberarse de las máscaras y de la creencia de que hay algo vergonzoso en ser yo mismo… es hermoso ser auténtico, con mis fortalezas y mis debilidades. Ser y reconocerme ante otros vulnerable, me hace hermoso.

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Primero vinieron por otros

«Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada».
Este poema es muy conocido. Lo escribió Martin Niemoller, un pastor alemán encarcelado de 1937 a 1945 por el gobierno de Hitler.

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El fin de los prejuicios

Mi mayor deseo para el próximo año, en el que los Mayas pronosticaron el fin del mundo, es que sea el fin del mundo de los prejuicios. Quiero que terminen de una buena vez y para siempre los prejuicios respecto a:
Que los hombres son mejores que las mujeres.
Que las mujeres nacieron para atender a los hombres.
Que los hombres son fuertes y las mujeres débiles.
Que los hombres son insensibles y las mujeres un manojo de nervios.
Que los homosexuales son pervertidos y promiscuos.
Que la homosexualidad, aunque la ONG diga lo contrario, es una enfermedad y una perversidad.

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Lo débil vence siempre a lo fuerte

La autonomía, la autosuficiencia, la independencia, son los valores que defiende la cultura oponiéndose a la vulnerabilidad, la debilidad, la dependencia. Pero la realidad es que lo que verdaderamente abre las puertas al contacto, a la conexión, a la confianza y la intimidad, es nuestra valentía para mostrarnos vulnerables, reconociendo que somos capaces de ser débiles, de necesitar del apego y del apoyo y de la protección de los demás.

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La sana expresión de los sentimientos

Las emociones no son algo abstracto, son energía que se materializa en nuestro interior y ocupa un espacio real. Si nos congestionamos con nuestros sentimientos, en nuestro organismo no queda lugar para nada más a menos que digiera lo que estamos sintiendo, o lo expresemos abiertamente corriendo el riesgo de sentir dolor al hacerlo. Sin embargo, cuando nos atrevemos a decir lo que sentimos, a expresar nuestros sentimientos de miedo, enojo, tristeza, coraje, impotencia, nos sentimos instantantaneamente liberados. Hablar de lo que estamos sintiendo en realidad, sin reprimir las emociones es el primer paso para poder elaborar la experiencia que estamos enfrentando y trascenderla.

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