Érase una vez un hombre que tenía cien máscaras diferentes. Cuando se levantaba por la mañana, se cubría inmediatamente la cara con una de sus máscaras. Después, se vestía y salía para ir a trabajar. Vivía así, sin dejar ver jamás su verdadero rostro.
Pero una noche, mientras dormía, un ladrón me robó sus siete máscaras. Al despertar, cuando se dio cuenta del robo, se puso a desgañitarse gritando: ¡Al ladrón, al ladrón! Después se puso a recorrer todas las calles del pueblo en busca de sus máscaras.
Las personas lo veían gesticular, jurar, y amenazar a la tierra entera con las mayores desgracias si no llegaba recuperar sus máscaras. Se pasó la jornada entera buscando a ladrón, Pero fue en vano.
Desesperado e inconsolable, se derrumbó, llorando como un niño. Todos intentaban reconfortarlo, pero nadie podría consolarlo.
Una mujer que pasaba por allí se detuvo le preguntó:
– ¿Qué te pasa amigo? ¿Por qué lloras así?
Él levantó la cabeza y respondió con voz ahogada:
-Me ha robado mis máscaras, y así, con el rostro descubierto, me siento muy vulnerable.
-Consuélate – le dijo ella- , mírame a mí, que desde que nací siempre he mostrado mi rostro.
En la miro durante un largo rato y vio que era muy bella.
La mujer se inclinó, le sonrió y enjuagó sus lágrimas.
Por primera vez en su vida, el hombre sintió en su rostro, la dulzura de un beso y una caricia.
TADJO
Este cuento nos muestra una realidad común para cualquiera de nosotros. Las máscaras a las que se refiere el personaje, tienen que ver con nuestra sombra. La sombra, es todo aquello que no podemos aceptar en nosotros y que llevamos al inconsciente.
Puede tratarse de formas de ser, sentimientos, deseos, necesidades, comportamientos que, a lo largo de nuestra historia, hemos aprendido a apartar de nuestra consciencia por considerarlos amenazantes. ¿Qué es lo que nos amenaza? que si aceptamos esa cualidad, sentimiento o lo que sea en nuestra persona, otros, que nos importan mucho, nos dejarán de aceptar o de querer.
La sombra es algo que se construye desde muy temprana edad. Cuando niños, si detectamos que hay conductas, emociones, sentimientos o cualidades personales que son rechazadas por nuestros padres o demás seres queridos, las negamos o las reprimimos y tratamos de ser y de actuar como suponemos que ellos desean que seamos o que actuemos. De esa manera, creemos asegurar su cariño y su permanencia en nuestra vida. Sin embargo, el precio que pagamos por ello, es la traición a nuestra verdadera manera de ser y de sentir.
Cuando adultos, seguimos teniendo el mismo miedo y hemos aprendido mil maneras de ocultar lo que somos o lo que sentimos para que no nos rechacen ni nos dejen de querer. Las mil máscaras a las que hace referencia el cuento, y que, en realidad, pueden ser mucho más.
Sin embargo, si nos acostumbramos a ocultarnos detrás de esas máscaras, por protección, nos estamos privando de ser quien realmente somos y, si hacemos eso, jamás podremos ser libres ni felices. La única manera en que nos podemos liberar y vivir una vida real, es corriendo el riesgo de abandonar las máscaras y los disfraces y ser auténticos con nosotros mismos en principio y con los demás después.
Es una realidad que muchos nos podrán rechazar o dejar de querer si nos mostramos auténticamente, sin embargo, aunque esto sea algo doloroso, es una mejor opción a seguir siempre ocultos detrás de la máscara (de la sombra), pues seremos leales con nosotros mismos y nos permitirá saber que, aquellos que continúan cerca y que no nos rechazan ni nos niegan su amor, es porque aceptan verdaderamente a aquel que somos en realidad y eso, es algo que nos llena plenamente y nos permite sentir el verdadero amor.
La Verdad nos hace libres
Me gustaMe gusta
Efectivamente, la verdad nos hará libres, aunque eso, muchas veces duela.
Me gustaMe gusta