Los costos de una conducta sacrificada

Cualquier persona – en diferentes momentos de la vida-, es capaz de sacrificarse por un bien mayor. Históricamente la mayoría de los seres humanos nos hemos sacrificado por el bien de la familia,  los hijos, la pareja o la comunidad. El sacrificio útil ayuda a preservar la especie y las civilizaciones.

Sin embargo hay quienes no reconocen el límite entre el sacrificio útil del inútil y construyen el hábito o la costumbre de sacrificarse más de la cuenta sin poder evitarlo, pensando que «es así como tiene que ser» o creyendo que es una prueba de que aman a los demás o que les importan y quieren su bien, sin poder reconocer que muchas veces hacen más daño con su sacrificio que bien.

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La preocupación sana y malsana

“Muchas veces la preocupación es una forma de ocuparse de alguien que no puede valerse por sí mismo. En este sentido, los padres se ocupan de sus hijos mientras estos los necesitan. También las personas enfermas o con una incapacidad son objeto de una atención semejante.
Esa preocupación única proviene del amor y es profundamente humana. El que se ocupa de otro se experimenta así mismo como humanamente unido y dedicado al otro, parte del tiempo en que éste necesita ayuda y atención.
Pero también hay una preocupación soberbia, sobretodo cuando uno se preocupa por alguien que es capaz de cuidar de sí mismo y que puede y debe determinar autónomamente lo que quiere y cómo desea actuar, sean cuales fueran las consecuencias que de ello se deriven para ellos o para los demás.” Bert Hellinger

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Dejar de sentirte ofendido por otros

Cuando nacemos, somos auténticos. Pero nuestra verdadera naturaleza, es suprimida y sustituida artificialmente por conceptos que nuestros padres, la sociedad y televisión nos enseñan. Y crean una novela falsa de cómo deberían ser las cosas en todos los aspectos de tu vida y de cómo deben actuar los demás.

Una novela que no tiene nada que ver con la realidad. También, las personas son criaturas de inventario. A lo largo de su vida, coleccionan experiencias: padres, amigos, parejas, etc. y las almacenan en su inventario interior. Las experiencias negativas dejan una huella más profunda en nosotros que las positivas.

Cuando una persona es maltratada por alguien, deja esa experiencia en su “inventario”. Cuando conoce a alguien, tiene miedo. Y trata de ver si la nueva persona repetirá las mismas actitudes que la que la hirió. Saca una experiencia de su inventario negativo. Se pone los lentes de esa experiencia y ve a las nuevas personas y experiencias de su vida, con esos lentes. ¿Resultado? Se duplican los mismos problemas y las mismas experiencias negativas.

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El hombre de las cien máscaras

La sombra es algo que se construye desde muy temprana edad. Cuando niños, si detectamos que hay conductas, emociones, sentimientos o cualidades personales que son rechazadas por nuestros padres o demás seres queridos, las negamos o las reprimimos y tratamos de ser y de actuar como suponemos que ellos desean que seamos o que actuemos. De esa manera, creemos asegurar su cariño y su permanencia en nuestra vida. Sin embargo, el precio que pagamos por ello, es la traición a nuestra verdadera manera de ser y de sentir y por lo tanto, nos negamos la posibilidad del amor y de la felicidad auténticas.

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Cuando los hijos se van: síndrome del nido vacío

«En determinado momento de nuestras vidas, nos damos cuenta de que nuestros hijos crecieron, y han tomado la decisión de emprender un nuevo camino de independencia. Si bien, esto forma parte de la vida, muchas veces los padres se sienten abandonados y tristes. El síndrome del nido vacío, hace referencia a esta situación, se trata de un sentimiento de soledad generado por la ida de uno o varios hijos del hogar. Esta situación hace que los padres se dejen de sentir importantes para sus hijos y se sientan irritables y angustiados.»

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Los introyectos o creencias que pueden arruinar tu vida

Un niño acepta las ideas y las creencias de esta forma porque vienen de las personas que ama y en quien confía incondicionalmente como si se tratara de verdades sagradas. Pero esto muchas veces no es así, al contrario, esas ideas puede que no le sean siempre útiles o que contribuyan a hacerlo feliz aunque la intención de los adultos que se las inculcaron haya sido buena.

Peor aún, con demasiada frecuencia esas creencias son la causa y razón de su infelicidad y ni siquiera se le ocurre confrontarlas aunque la persona tenga ya 50 años o más, sigue aceptándolas como cuando era niño eludiendo su responsabilidad de adulto y transmitiéndolas a sus propios hijos y estos a los suyos, hasta el infinito.

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Quién te hace sufrir

«¿Quién te hace sufrir? ¿Quién te rompe el corazón? ¿Quién te lastima? ¿Quién te roba la felicidad o te quita la tranquilidad? ¿Quién controla tu vida?.

¿Tus padres? ¿Tu pareja? ¿Un antiguo amor? ¿Tu suegra? ¿Tu jefe? ¿Tus hijos?

Podrías armar toda una lista de sospechosos o culpables.

Probablemente sea lo más fácil. De hecho sólo es cuestión de pensar un poco e ir nombrando a todas aquellas personas que no te han dado lo que te mereces, te han tratado mal o simplemente se han ido de tu vida, dejándote un profundo dolor que hasta el día de hoy no entiendes.

Pero ¿sabes? No necesitas buscar nombres. La respuesta es más sencilla de lo que parece, y es que nadie te hace sufrir, te rompe el corazón, te daña o te quita la paz.

Nadie tiene la capacidad al menos que tú le permitas, le abras la puerta y le entregues el control de tu vida.

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