La dignidad de una mujer

Rosario Valenzuela y Luis Fernando MartínezA Rosario

A Rosario

Hace un tiempo estuvo conmigo una paciente y amiga que ha estado en terapia gestalt por lo menos en dos ocasiones. La segunda vez que me buscó, ella reconocía que había logrado muchas cosas desde la última vez que había estado conmigo en terapia, pero que su problema seguía siendo la confianza en sí misma y en los demás. Me explicó que esta falta de confianza la llevaba a sentir celos de su esposo y le preocupaba que él llegara a interesarse por otras mujeres que no fueran ella.

Después de algunas sesiones, le pregunté qué significaba para ella la palabra dignidad y qué tanto ella se consideraba una persona digna. Ella me respondió acertadamente que la palabra dignidad tenía que ver con respeto.  Yo le respondí que, según el Diccionario de la Real Academia Española, Dignidad significaba, en su primera acepción: «Sentirse merecedor de respeto».

Las personas dignas son aquellas que se saben merecedoras de ser ellas mismas, de ser amadas, aceptadas, apreciadas, reconocidas, con el derecho a pertenecer y estar en conexión con los demás sin tener que ocultar sus verdaderos sentimientos, ideas, creencias, preferencias, errores o defectos. Una persona digna es aquella que  tiene el coraje de mostrar su vulnerabilidad como ser humano y que no intenta aparentar ser lo que no es, ni ser más fuerte, más inteligente o más bella… simplemente acepta ser quien es…   y se siente con el derecho a ser amada por ser como es. 

Si su pareja realmente la amaba, ella no tenía que esforzarse por ser diferente, ni mejor, no tenía que luchar para que él la aceptara, apreciara o la quisiera. Simplemente, ella tenía que sentirse digna y merecedora  de ser querida por quien era y, si la otra persona no podía amarla así, tal vez, lo mejor, sería dejar que se marchara o marcharse ella misma.

Al hablar de esto, mi amiga empezó a llorar. Recordó que en muchos momentos de su vida, ella no se había sentido merecedora de respeto ni de cariño y eso le generaba mucho dolor. Yo le hice ver que, independientemente de que, en alguna época ella hubiera tenido esos sentimientos (seguramente en la infancia y la adolescencia), ahora ella podía reconocer, reflexionando sobre sus propias experiencias, todas sus capacidades, valores, fortalezas… y que también era capaz, pues tenía la inteligencia emocional para ello después de su trabajo terapéutico, de reconocer que no era un ser perfecto, pues era un ser humano y que eso no le impedía mejorar y transformarse en una mujer cada vez mejor. Porque los seres humanos, le dije, jamás llegaremos a ser perfectos, pero siempre seremos seres perfectibles, según el terapeuta gestalt Jean-Marie Delacroix.

Ella aceptó que yo tenía razón. Su sentimiento ya no era el mismo que en el pasado. Ella podía reconocer que tenía muchas capacidades, virtudes, fortalezas y debilidades… y que podía reconocerse, si así lo elegía ella, como una mujer digna. Yo le sugerí que escribiera un texto donde ella manifestara ser una mujer digna y merecedora y, la siguiente sesión, ella me leyó su texto. La sentí tan auténtica, tan honesta con ella y conmigo, que sentí como se humedecían mis ojos y se me cerraba la garganta. Sí, esa era ella, más allá de sus miedos y sus inseguridades, ella era una mujer digna, hermosa, amable, tierna, inteligente, temerosa en ocasiones y segura en otras… y ella me había dado la oportunidad de ser su acompañante durante su proceso de transformación, lo cual era un privilegio que me había permitido conocerla profundamente, entrar en contacto y generar fuertes vínculos entre nosotros.

Por eso hoy, en homenaje a esa chica, esa mujer, esa profesionista, esa esposa, esa maestra, esa amiga, ese maravilloso ser humano, quiero compartirles el texto que me compartió en aquella ocasión. Espero que lo disfruten.

mujer digna
Soy una mujer digna

Yo soy una mujer digna

Manifiesto

(Yo manifiesto)

Me miro al espejo. Arreglo mi cabello. Enderezo la espalda. Esbozo una sonrisa y pienso “yo soy una mujer digna”.

Preparo el bolso para salir a cumplir con los deberes, lleva ya preparada la clase que daré, así como cada lunes y cada miércoles. Me ha gustado tanto el último texto… Llego a tiempo. Firmo la lista de asistencia de los profesores (los profesores de la licenciatura en Letras hispánicas de la UAEM). Aunque hay pocos alumnos en esta sesión, doy clase, con entusiasmo, entonces, me digo: “mírate, eres una mujer digna”.

Llego sola a la estación de autobuses, pago el boleto de vuelta a casa, me subo, enciendo el iPod y, al ritmo del disco favorito en turno, recuerdo: “Yo soy una mujer digna”.

Llego a casa y del refrigerador saco la sopa y el picadillo que yo misma preparé anoche. Los caliento, me sirvo en la mesa puesta, pruebo la comida y de nuevo recuerdo: “Yo soy una mujer digna”.

Le llamo a mi madre esta tarde. Le he pedido que abandone aquello que, aunque sé bien que ella hace de corazón, no se lo agradecerá quien tiene que agradecérselo, ni como debería de agradecérselo. Reflexiono y me doy cuenta de que deberíamos, todas, ser mujeres dignas.

Me conecto a Internet. Mi esposo me ha dicho que sólo puede platicar conmigo unos minutos porque debe arreglar algunos asuntos antes de marcharse a la obra de teatro de los alumnos de su escuela. Le digo que no hay problema, que nos encontraremos por la noche y podremos platicar. No se lo digo, pero le entrego mi confianza. Cada vez pienso que la idea se hace tangible: yo soy una mujer digna.

Le escribo un mensaje a una amiga. Ha parido. Supongo que puede estar cansada por la nueva experiencia y que por eso no contesta el teléfono. Como antes me dijo que avisaría cuando estuviera lista para recibir visitas, sigo esperando el llamado al que seguramente asistiré. Sigo creyendo: yo soy una mujer digna.

Sí, yo soy una mujer digna.

Hago lo que tengo que hacer.

Me cuido a mi misma como me tengo que cuidar. Cuido a quien tengo que cuidar.

Confío en mí, así que confío en quien tengo que confiar.

Yo soy una mujer digna.

Soy generosa.

Me amo a mi misma.

Amo a mi madre.

Amo a mi padre.

Amo a mi esposo.

Amo a mis amigos.

Estoy con cada uno de ellos.

Yo soy una mujer digna.

Soy trabajadora.

Cumplo con mis compromisos.

Soy una mujer comprometida.

Yo soy una mujer digna.

Así, nada más.

Mi propia dignidad me ha dado estos valores. Mi dignidad me pone límites y me indica hasta dónde llego yo y hasta dónde permito que lleguen los demás.

Intento ser sincera.

Soy honesta.

Intento no herir a nadie.

Y no dejo que nadie me hiera.

Sí. Yo soy una mujer digna.

Amo, así que debo permitir que me amen.

Disfruto amar, así que disfruto que me amen.

Me entrego con toda mi honestidad, así que espero lo mismo.

Yo soy una mujer digna.

Siempre lo he sido…

Rosario Valenzuela

4 comentarios

  1. Mi muy querido Luis Fer, ahora me quiero dirigir nada mas a TI a TU persona, es para mi un privilegio en contar con tu amistad. Todo lo que tu haces con las personas que se acercan a TI y depositan su confianza en este ser que eres TU.
    Te has preguntado alguna vez … PARA QUE ESTOY AQUI EN ESTE MUNDO. Ocupando un lugar en el espacio? si un lugar PRIVILEGIADO, Sabias que cuando tu naciste te toco Dios en la frente y dijo: » Tu Luis Fernando eres un ser iluminado con la sabiduria que YO te doy para entender y saber entregar a los que te rodean, amor, comprension,felicidad.
    Te felicito porque lo estas logrando ayudando a tantos que nos acercamos a ti,,,, GRACIAS !!!!! y sigue siendo BENDECIDO POR DIOS… YO NEOS.

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    1. Querida Neos… tus palabras me hacen sentir muy bien… y he comentado, recientemente, que hay personas que me han atacado y puesto comentarios ofensivos por no estar de acuerdo con las cosas que yo expreso en mi blog. Creo que todos tenemos derecho a pensar diferente, sin embargo, lo que no creo justo, es que nos ataquen por pensar diferente y, más aún, sin dar argumentos válidos para hacerlo. Es más adecuado, desde mi punto de vista, enriquecernos al compartir nuestras formas de pensar sin tener que descalificarnos, y si nos podemos apoyar en teorías, referencias, ideas de otros que han demostrado con sus investigaciones las cosas, más aún.
      Pero bueno, en realidad lo que yo quiero en este momento, es agradecerte que tú pongas la balanza hacia el otro lado diciéndome estas cosas que son muy valiosas para mí, pues vienen de una persona como tú, sensible, inteligente, con mucha experiencia de vida, que has demostrado a muchos y a mí en particular, la gran mujer que tienes, una mujer de 73 años con una fuerza, una energía, una mente y un corazón dignos de un ser especial. Tú, siendo de otra época en la que pesaban más los prejuicios que los argumentos, has sabido ser la madre de una gran familia, con tres hijos que son excelentes seres humanos y también has sabido ser respetuosa al tener un hijo homosexual, al que amas y adoras sobre todas las cosas pero, no conforme con ello, vas más alla y le ofreces a su pareja, a tu yerno, es decir a mí, toda tu aceptación, amor, reconocimiento y muchas otras cosas, como el tener la sencillez de agradecerme por lo que hago y por ser quien soy.
      Estoy muy agradecido por tu cariño, tu aceptación y tu apoyo. Me das tanto que no tengo la manera de compensártelo más que amando a tu hijo, a tu familia y a ti.
      Yo, Fer.

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    1. Gracias por tus palabras Berthin, y te aviso, desde ahora, que tú estás entre las primeras de la lista de quien pienso escribir para la colección de artículos sobre «Las mujeres con alma» o «Mujeres que Florecen» (aún no sé el título que le voy a poner a la sección), pero tu experiencia vivida en terapia es muy importante y debe ser compartida para que otras personas (especialmente mujeres) aprendan de ti, ¿no lo crees? espero que no tengas ningún inconveniente, querida amiga. Te quiero muchísimo y yo crecí contigo a lo largo de todo el proceso, lo sabes, ¿no es así? no por algo fuiste mi elegida como testigo de mi boda!!

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