
La congruencia, según Rogers, es la capacidad de una persona para actuar de acuerdo a su manera de pensar y de sentir, sin entrar en contradicciones. Según el DRAE es sinónimo de coherencia, que significa: actitud lógica y consecuente con una posición anterior.

Otra definición que nos ofrece wikipedia sobre coherencia es la siguiente: Los seres humanos operamos siempre desde una coherencia, donde estos tres dominios están íntimamente relacionados. El lenguaje constituye nuestra realidad a través de los juicios, opiniones y declaraciones que emitimos. Las emociones (palabra de raíz latina que etimológicamente significa «en movimiento») son el motor de nuestras acciones. El cuerpo es el espacio físico en el cual nuestro lenguaje y nuestras emociones se manifiestan en el mundo.

LA HISTORIA DE ROSA
Rosa dejó claro desde su primera consulta que lo más importante para ella era ser una persona congruente[1] y que no le gustaba que en la institución donde trabajaba la gente no lo fuera.
A lo largo de varias sesiones habló de los problemas que enfrentaba con sus compañeras por ser alguien que actuaba de acuerdo a como sentía y decía lo que pensaba y del enojo que sentía porque en diversas ocasiones le había sucedido que, por ser congruente y actuar según sus sentimientos, le habían llamado la atención por no respetar las normas de la institución, como cuando se las personas la buscaban para pedirle alguna manifestación de afecto, como un abrazo al terminar sus procesos, y ella accedía a ello al sentir también el deseo de expresarles su afecto y eso era algo que le molestaba a sus colegas y a su jefa.

Para Rosa la congruencia era un comportamiento importante y ella estaba defendiendo ese derecho pese a que eso significaba no siempre comportarse de manera dócil y obediente, siguiento las reglas del lugar Y El precio que pagaba al elejir corer ese riesgo, era la crítica de sus otras compañeras, más obedientes y que acaban las normas al pie de la letra, y el enojo de su jefa por sentir que Rosa estaba pasando por encima de su autoriedad al no respetar los lineamientos.
El precio de ser congruente
Esto, a la larga, provocó que Rosa perdiera algunos privilegios institucionales, pero la recompensa que ella recibía a cambio era el reconocimiento de sus pacientes y su afecto sincero ya que ellas le agradecían precisamente eso, su congruencia a pesar de las dificultades que eso le provocaba en la institución.
Como ella no alcanzaba a darse cuenta de esto, le expresé mi manera de ver las cosas, ella reflexionó y estuvo de acuerdo, aunque le seguía molestando que, por el hecho de ser auténtica, tuviera que recibir un trato diferente y renunciar a privilegios que ella sentía que eran su derecho. Insistí en que intentara darse cuenta en que eso era consecuencia de su elección de ser una mujer congruente.
Le comenté a Rosa que, al parecer, ella se negaba al ser como el resto de los miembros de la institución y reprimir sus sentimientos ante sus pacientes, o callar lo que pensaba y lo que no le gustaba respecto a la forma como se manejaban las cosas. Le reflejé como ella se había negado a ser una empleada dócil, obediente, acrítica para tener contenta a sus jefas y había optado por ser una mujer auténtica y coherente lo que, por consecuencia, generaba enojo en las autoridades y, como castigo, le negaban ciertos privilegios. En definitiva, ella estaba eligiendo renunciar a los beneficios institucionales por tener una relación más abierta y honesta con sus pacientes y con la institución misma.
Rosa afirmó con la cabeza y aseguró que no había nada que a ella le hiciera renunciar a ello, y que si era una consecuencia por su decisión de ser auténtica, estaba dispuesta a renunciar a lo otro pues era mucho más importante para ella lo que le hacía sentir tener una relación más humana con sus pacientes, como expresar sus emociones y sus pensamientos.
Una blusa bordada de congruencia
Rosa me compartió entonces, lo que le había sucedido en esos días en su trabajo. Una tarde cuando estaba por marcharse del centro, se le acercó una de sus pacientes y le dijo:
– Doctora, ¿puedo decirle algo? me gusto mucho la blusa que traía la semana pasada.
Rosa la miro, y le dio las gracias por el comentario. La paciente, que era una mujer joven e indígena, reaccionó en cuanto le dijo esto y negó con la cabeza, preocupada y aclarando:
-Doctora, no quiero que piense que se lo digo para que me la regale, eso sólo usted, aunque sería una mentirosa si negara que me gustaría mucho tener una blusa tan bonita, me sentiría muy bonita y muy feliz.
Más tarde, ya fuera del Centro, Rosa recordó de qué blusa se trataba. Se dio cuenta de que era una blusa que también a ella le gustaba mucho y no sentía deseos de desprenderse de ella.
Pero por otro lado pensó que esa mujer difícilmente podría comprarse una blusa como la suya, pues era una persona de escasos recursos y eso le generó un poco de tristeza.
También reflexionó el hecho de como la mujer se había acercado para decírle lo que pensaba y expresarle su deseo de tener una blusa como la suya, y cómo se había sentido bien con la congruencia de ella al expresarle lo que sentía y manifestarle su deseo.
-Creo que esa señora fue congruente – me dijo – pues ella también corrió el riesgo de decirme lo que pensaba y no se conformó con simplemente quedarse callada y frustrar su deseo. – Guardó silencio mientras seguía haciendo su reflexión sobre los hechos. Luego me miró y dijo:
-Finalmente, aunque ella obtuviera o no mi blusa, ya podía sentirse bien de haber sido auténtica y decirme lo que pensaba y expresarme sus deseos.
Yo estaba de acuerdo con lo que Rosa me decía mientras la seguía al narrarme los hechos, y quería saber cuál había sido el deshenlace de su reflexión.
-Decidí que no me quería deshacer de mi blusa y que por lo tanto no se la regalaría. Fui congruente en no sacrificar algo que a mí me gustaba.
-Decidiste verte a ti y cuidar tus necesidades.- Le dije.
-Así es, quise ser congruente no haciendo algo que no deseaba en realidad. Pero también quería hacer algo por la paciente, pues me gustaba que ella también hubiera sido honesta al expresarme su deseo…
-¿Y qué fue lo que hiciste, Rosa?
-Le compré una blusa muy parecida a la mía. – Yo la mire sorprendí y asentí ocn la cabeza, ella sonrió satisfecha y continuo diciedo – pero, como no quería que las demás mujeres del centro se dieran cuenta, pues todas iban a querer que también les regalara ropa, la llamé a mi consultorío y le entregué la blusa en una bolsa. Cuando ella la vió, le cambió la expresión y se le llenaron los ojos de lágrimas.
– ¡Mi blusa! Quiero decir… ¡Una blusa como la suya, doctora!
-Muy parecida a la mía – le aclaré – espero que te guste.
-Doctora, muchas gracias… – me dijo la paciente mientras miraba la blusa en silencio y la acariciaba con los ojos húmedos, después de un rato, volteó y me miró a los ojos diciéndome -¿Sabe, doctora? Yo tengo dos hijos adolescentes y a ellos les gusta tomar lo ajeno. Yo siempre les he dicho que es mejor pedir las cosas que tomarlas, no porque siempre nos las vayan a dar solo por pedirlas, pero si eso pasa, como ahora, una realmente puede disfrutarlas, cosa que no pasa cuando una las toma a la mala.
-¿Y cómo te sentiste con lo que te dijo? – le pregunté –
-Muy bien, pues me di cuenta de que también ella estaba siendo congruente con lo que les decía a sus hijos. Había preferido pedirme las cosas antes que robarlas y con eso les estaba predicando con el ejemplo a ellos.
-Tienes razón, Rosa. Por lo visto, la historia que me compartes es toda una lección sobre la congruencia, ¿no crees?
-Así es…
-Y sobre los beneficios que se obtienen gracias a ella.
-Sí – me contestó- a veces a nivel emocional y también a veces, en lo material como la señora que pudo obtener lo que quería, una blusa como la mía.
-Creó, Rosa – le dije para terminar – que en esta ocasión pudiste ser congruente en muchos sentidos. Además, te viste a ti, viste a tu paciente y pudiste ver a tu institución al hacer de esto un asunto entre tú y esa mujer sin involucrar a las otras pacientes ni hacerlo público a los demás corriendo el riesgo de que te lo censuraran. Si le hubieras entregado la blusa a tu paciente frente a las otras, tal vez hubieras marcado también una diferencia entre ellas y te hubieras metido en problemas con tus colegas.
-Sí, lo sé, y no quise hacer eso.
-Parece que todo esto te deja muy contenta.
-Y muy satisfecha. – me dijo mientras sonreía – Me gusta ser una mujer congruente aunque tenga que renunciar a otras cosas, como el reconocimiento que tanta falta me hace.
-Pues parece que de nuevo has dado el paso hacia donde tú quieres, Rosa…
-Sí, es cierto, y eso me hace sentir muy bien, ¿pero sabe algo? yo, de esto, quiero todavía más. Cada vez que estoy en terapia puedo aprender más cosas sobre mí y eso me gusta mucho, pues me hace mejor persona.
-Y una persona más congruente… capaz de actuar de acuerdo a lo que piensas y lo que sientes.
La mirada se le iluminó y se le volvieron a humedecer los ojos mientras me sonreía de un modo que interpreté como agradecimiento por sentirse comprendida. Yo, me sentí conmovido y, siendo congruente, también sabía que yo era parte de su felicidad.
Luis Fernando Martínez G.
Psicoterapeuta gestalt.
luisfer6209@gmail.com
[1] La congruencia, según Rogers, es la capacidad de una persona para actuar de acuerdo a su manera de pensar y de sentir, sin entrar en contradicciones. Según el DRAE es sinónimo de coherencia, que significa: actitud lógica y consecuente con una posición anterior.
Les quiero compartir la respuesta de «Rosa» mi paciente, que me envió a mi correo y que me emociono mucho. Gracias «Rosa» por tus palabras, tu aprecio y el abrazo de apoyo que me diste cuando te compartí lo de mi tumor, que fue un abrazo sentido, lleno de equilibrio, de apoyo y de aprecio.
Estas son sus palabras:
«¡Hola!
Estoy muy emocionada por este artículo. Sólo se lo he presumido a unos de mis hijos y también le gusto mucho.
¿Sabes? me cuesta mucho escribir, quisiera decir muchas cosas, pero a veces creo que es mejor no decir nada, pero bueno. Quiero decirte que te admiro
por ser como eres, de verdad me soprende la carta que escribiste al señor tumor.
Quiero ser tan grande como tu, espero un día lograrlo.
Me siento siento muy importante, por haber sido una motivación para que escribieras LA HISTORIA DE ROSA, muchas gracias por compartirmela. No solo me gusto, llore de emoción.
Que Dios te bendiga!
Te mando un fuerte abrazo.
Tu admiradora V.
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Congruencia… una palabra fácil de pronunciar, fácil de comprender pero QUÉ DIFÍCIL es ponerla en práctica. No cabe duda que para ser congruentes antes debes de emprender un largo camino por la senda del autoconocimiento y la autoaceptación.
Ser congruente, para mi ha significado volverme responsable de mis pensamientos, palabras, obras y omisiones, pero también me ha llevado a ser humilde; pues cuando comencé a ser más congruente conmigo misma, a pesar del precio que se paga (como lo ha hecho Rosa) también comenzaron a llegar muchas recompensas emocionales. El reconocimiento del que habla Rosa por parte de los otros, comenzó a convertirse en «auto- reconocimiento»; por un lado me daba cuenta de lo que podía lograr para mi «beneficio» y eso me hacía sentir muuuy bien y por momentos un paso más adelante de los otros, pero por otra parte notaba mi enorme capacidad y esfuerzo. Me estaba RE- CONOCIENDO al experimentar esa faceta en mi.
Me queda claro que una vez comenzando a transitar por ese camino, no hay marcha atrás, que eso fue solo el principio de una nueva y gran aventura.
Saludos.
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Por cierto, como junto con la congruencia está la vulnerabilidad, te recomiendo este video maravilloso de Brene Brown, no sé si lo has visto, si no es así, no te lo pierdas.
http://terapiagestaltsi.com/2011/03/28/la-vulnerabilidad-y-la-conexion-brene-brown/ y un artículo que escribí en relación al video, cuyo enlace es: http://terapiagestaltsi.com/2011/04/06/dignidad-y-aceptacion-plena-con-mi-vulnerabilidad-y-mis-imperfecciones/
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Aprendamos de Rosa. Empecemos por ser congruentes con nosotros mismos.
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De acuerdo contigo, Lulú, así como en la congruencia, en el camino de la consciencia, una vez que «recuperas la visión», cuando eres capaz de ver más claramente la realidad, ya no hay vuelta atrás, no puedes volver a cerrar los ojos, pero, como Rosa, la del artículo me dijo, eso es maravilloso y cada vez quiere uno ser más consciente de uno mismo, de los otros, de la realidad... ¿que a veces eso duele? sí, es cierto, eso es inevitable. La vida está hecha de experiencias gratas y dolorosas, no puede existir lo uno sin lo otro.
Para ser auténticos se necesita tener coraje (actuar con el corazón), coraje para ser auténtico, para mostrarse uno tal cual es, no con máscaras de fortaleza o perfección, sino con la vulnerabilidad inminente en todos los seres humanos.
Un beso.
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