En nuestra sociedad, el ser perfeccionista es visto como una cualidad, algo que todos deberíamos pretender ser si de verdad queremos alcanzar el éxito. Sin embargo, la realidad es muy distinta, como seres humanos, no somos perfectos ni podemos alcanzar la perfección en todo lo que hacemos. Siempre cometeremos errores y, si no somos capaces de aceptarlos maduramente, aprender de ellos, utilizarlos como oportunidad, y, en vez de ello, nos juzgamos, nos criticamos, nos regañamos y nos presionamos constantemente para evitar volver a equivocarnos, estamos lastimando nuestro ser de manera integral, es decir, a nivel físico, emocional, social, espiritual.
No se trata de ser demasiado auto complaciente, poco comprometido, responsable o indisciplinado. Lo que debemos hacer es ser realistas, tolerantes, comprensivos, amables con nosotros mismos. Qué bueno que intentemos hacer las cosas bien, incluso, lo mejor que podamos, pero, si en alguna ocasión no tenemos toda la energía o los recursos para lograrlos o si llegamos, en ocasiones, a equivocarnos y a tener errores, de nada sirve maltratarnos. Lo mejor es aprender de ello para hacerlo mejor en subsiguientes ocasiones.
No olvidemos que somos seres en proceso, que nos estamos construyendo y creando día con día. Nuestro aprendizaje se da en la experiencia cotidiana, a base de prueba y error, no sólo a partir de los aciertos sino también de los fracasos. Ya lo han dicho de muchas maneras los hombres de mayor éxito en la historia en base a su propia experiencia personal.