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Los eventos significativos: un motivo para celebrar la vida.

En la vida hay muchos eventos que son importantes y significativos por diversas razones. Dichos momentos no siempre son agradables, experiencias cumbres o felices, por el contrario, muchas veces se trata de eventos dolorosos, que nos generan miedo o sufrimiento y que desearíamos no tener que vivirlos, pero que no tenemos opción y tenemos que enfrentarlos a pesar del enojo o la frustración que nos generan. Sin embargo, más allá de si son dulces o amargas las experiencias importantes de la vida son eventos que nos transforman profundamente y, con el tiempo, se convierten en parte de nuestra historia, de nuestra esencia, pues gracias a ellos somos lo que somos en el presente y por lo tanto se convierten en un motivo de celebración de la vida.

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Celebrando la Vida

Hay tantas razones para celebrar la vida, el simple hecho de estar vivos es motivo suficiente para celebrar a cada instante. Sin embargo, no siempre somos conscientes de lo afortunados que somos y de todas las bendiciones que el universo nos da. En ocasiones, es necesario vivir experiencias dolorosas como las pérdidas, las separaciones, las crisis o la enfermedad para poder ser conscientes de lo que tenemos cuando las cosas van bien en nuestra vida.

Eso nos ocurrió a Axa, mi pareja, y a mí, hace siete años. En el 2007 el papá de Axa murió el 23 de abril y, justo una semana después, el 1o de mayo, yo fui operado de un tumor en la hipófisis. En esos siete días vimos pasar frente a nuestros ojos, la muerte y la vulnerabilidad, la pérdida, el dolor y el miedo, la tristeza y la incertidumbre. Pero junto con todas estas emociones, pudimos ser conscientes de muchas otras cosas como: el amor, la esperanza, la fuerza, la confianza, la amistad, el apoyo, la solidaridad, el contacto, la conexión y el encuentro con los seres amados.

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Pase lo que pase no es el fin del mundo

Una de las ideas que nos puede llegar a ser perder el piso o la perspectiva de las cosas, es sentirnos como Superman, demasiado fuertes. Hay personas que creen que tienen que solucionarlo todo, tanto lo que les concierne a ellos como a los demás. Nunca se dan la posibilidad de reconocer cuando no pueden o no quieren hacerse cargo de un problema. Mucho menos son capaces de aceptar cuando se sienten débiles, vulnerables, impotentes, ignorantes, incapaces y, por lo tanto, no se permiten pedir ayuda a nadie más. También, por otro lado, existen los demasiado serios, los fatalistas o pesimistas y los controladores que creen que pueden dominar al destino.

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