El costo – beneficio de las creencias perturbadoras

Aunque hay creencias perturbadoras que se adquieren en la vida adulta a través de situaciones traumáticas como una violación o un secuestro, también es muy posible que éstas se desarrollen desde la infancia. Por ejemplo, cuando unos padres le exigen a un que tenga un rendimiento sobresaliente en la escuela o en cualquier otra área, y no toleran ningún resultado «mediocre», el chico aprenderá a vivir con ansiedad por el miedo de no cubrir las expectativas de sus padres y desarrollará una creencia perturbadora de perfeccionamiento sin poder reconocer que, lo que le pedían sus padres, era algo prácticamente imposible, y seguirá luchando, en la vida adulta, por satisfacerlos. Este individuo crecerá temeroso del juicio y de la crítica, ya no sólo de sus padres sino de cualquier otra persona por quien se sienta juzgado o calificado negativamente sufriendo de miedo y ansiedad permanentes generados por su experiencia de vivirse constantemente rechazado.

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La debilidad del “no puedo” sobre la fortaleza de “elijo no hacerlo”

La repetición constante de la frase “yo no puedo” construye una creencia permanente en nosotros que termina convirtiéndose en realidad. Si todo empieza por las palabras, podemos elegir programarnos de manera negativa con frases como “no puedo” o bien, con frases positivas como “yo puedo” o “yo me estoy volviendo…” o “ya estoy en el proceso de…”
Si lo practicamos y lo vamos convirtiendo en un nuevo hábito en la manera de pensar y de hablar, pronto alcanzaremos una nueva consciencia de nosotros mismos, mayor seguridad y autodeterminación, superando miedos y creencias limitantes que nos permitan desarrollar todos nuestros potenciales.

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