Ser padre o madre genera muchas expectativas en relación a cómo se espera que un hijo sea o se comporte. Sin embargo, ser padres también implica una responsabilidad y un compromiso de reconocer que los hijos son seres diferentes a uno mismo y, como tales, son individuos libres de elegir cómo quieren ser, sentir, pensar, actuar y esto, con toda seguridad, implica muchas diferencias en relación con los progenitores.
Por mucho que los padres estén conscientes de esto, muchas veces temen equivocarse y, por miedo a hacer daño a sus hijos en la manera en que los educan, llegan a cometer el error de extralimitar sus exigencias restando importancia a la individualidad de sus hijos llegando, incluso, a pasar por encima de ella, negándose a reconocer su derecho a aprender de sus propios errores y a reconocer libertad de elegir qué tipo de persona quieren ser. Esto es especialmente significativo en lo referente a la sexualidad y a la orientación sexual.
Cuando el individuo reconoce que es diferente a los padres en relación a su orientación sexual, puede ser un factor que genere muchos conflictos al interior de la familia. Si los padres no son lo suficientemente sensibles e inteligentes para manejar que sus hijos sean de una orientación sexual diferente a la de ellos, pueden generar mucha confusión y dolor a sus progenitores, cuando lo que estos esperaran de sus padres es apoyo, comprensión y respeto.
