Aprender a mirar desde otro lado
Tristeza y enojo me comentó un Andrés al iniciar la sesión. Esos eran los sentimientos que tenía presentes, pero no era claro el motivo que los generaba. Después de decirme como se sentía, me comentó que se había sorprendido al enterarse de que una pareja de amigos, que hacía tiempo que no veía y que se habían separado tiempo atrás, estaban de nuevo juntos. Reconoció su malestar y se empezó a reprochar a sí mismo por no haber hecho lo mismo con su ex-mujer. Si otras parejas podían superar sus conflictos y reiniciar la relación, ¿por qué él no podía hacerlo? – Algo debe haber mal en mí – me dijo con cierta pena.
Le pedí que se detuviera y que me planteara la situación desde un lugar diferente donde no se tuviera que plantearse a sí mismo, ni como víctima ni como villano, por no hacer lo mismo que los demás. Él lo reflexionó y encontró algunos aspectos que lo ayudaron a moverse del lugar de confusión de donde estaba.
Cada situación es diferente
Andrés pudo darse cuenta de que su situación con su ex-mujer era muy diferente a la de la otra pareja de amigos. La razón por la que él se había separado de su esposa no tenía nada que ver con la de la segunda pareja. Y entonces tuvo que reconocer que, en la vida, no puede haber una sola respuesta para todas las situaciones aunque tengan elementos parecidos.
Yo también creo – le dije – que hay conflictos en la vida que se pueden solucionar, otros que por más que busques no tienen una solución que te agrade del todo y todos los problemas se resuelven de diferentes formas.
El poder darse cuenta de estas diferencias de una experiencia a otra, de personas y en contextos diferentes le permitió dejar de juzgarse y de sentirse tan mal por no haber resuelto el problema con su ex-mujer como lo había hecho la otra pareja que había decidido volver a estar junta. La segunda diferencia que encontró y que le permitió tomar una nueva consciencia de su situación fue, en sus propias palabras, el siguiente:
– En mi situación, a diferencia de la de mis amigos, no había nada que hacer. En mi matrimonio no había nada que cambiar. Todo fue un error desde el principio porque yo me estaba engañando a mi mismo al no reconocer mi homosexualidad y creer que las cosas se arreglarían mágicamente casándome con una mujer.
Al expresar esto, Andrés se dio cuenta de dos cosas muy importantes: la aceptación de una realidad donde su pareja y él no podían seguir juntos porque todo había sido un error desde el principio, como él lo describió. Él se había casado con una mujer por cumplir las expectativas de su sociedad, su religión y su familia, pero en él sabía que no era lo correcto pues en el fondo, no podía engañarse a sí mismo.
Andrés aceptó que, después de reconocer su verdadera orientación, no hubiera sido correcto seguir actuando como lo había hecho en el pasado, es decir, negando su realidad. Separarse de su esposa era lo más honesto, lo mejor que podía haber hecho lo correcto independientemente de que los demás no lo pudieran entender y lo juzgaran por su decisión.
– ¿Quién te juzgaba? – le pregunté. Él se quedó pensando un momento antes de decir:
– No sé si estoy en lo cierto, pero en un principio pensé que mis hijos. Hace unos días vi una película donde la hija le reclamaba a su madre el haber abandonado a su padre y haberse casado con otro hombre. La madre le respondió a su hija que existía un amor diferente al que había habido entre ella y el padre de la chica, Existe un amor diferente donde tú quieres lo mejor para la otra persona y la otra persona quiere lo mejor para ti.
– A ti te hubiera gustado decirle lo mismo a tus dos hijos. Que era mejor buscar una relación basada en la autenticidad, donde ambas personas quisieran lo mejor el uno para el otro y que eso no lo habían encontrado en su matrimonio tú y tu esposa.
– Sí, me hubiera gustado, pero ahora se siento culpable y enojado de no haberme dado cuenta antes, haber engañado a otros y haberme engañado a mí mismo.
– No dejes que entre la tristeza. Creo que en este momento no te sirve de nada ni te va a dejar ver las cosas con claridad. Si no lo hiciste antes es porque no podías, porque no tenías los recursos que ahora tienes. No tiene sentido que te recrimines por eso. Es hoy, aquí y ahora cuando puedes ver todo con mayor claridad.
Andrés asintió y pudo continuar con su proceso de darse cuenta e ir un paso más allá. De pronto, pudo reconocer que su enojo, en realidad, no era consigo mismo, su verdadero resentimiento era con otro amigo del mismo grupo que lo juzgaba por su decisión de haberse separado de su mujer.
– ¿Él te critica por haber aceptado tu realidad como homosexual?
– Sí. Mi amigo me asegura que yo no hice lo correcto al separarme de la madre de mis hijos.
– ¿Y por qué él piensa eso?
– Porque él tiene una doble vida como yo tenía con mi esposa. Está casado con una mujer para cubrir las apariencias, pero en realidad, también es homosexual. Aunque tiene mujer, los fines de semana se escapa para tener relaciones con personas de su mismo sexo y después regresa a su casa, al lado de la esposa, para seguir con “su vida normal”.
– Y tu amigo te cuestiona que tú hayas decidido no seguir con esa farsa.
– Sí, el me presiona y me dice constantemente que tengo que reconsiderar mi decisión. Siempre me insiste en que hable con mi ex mujer y que arregle las cosas con ella. Yo me siento muy culpable y me hace dudar de si mi decisión fue la correcta. Pero yo no puedo imaginarme viviendo bajo las mismas apariencias en las que viví durante tantos años después de todo lo que he descubierto aquí en la terapia.
Creo que eso no sería bueno para nadie, ni para mí, ni para mi mujer ni para mis hijos. Es un error vivir bajo las apariencias, ¿no es así? Yo ya no quiero sentirme culpable por haber tomado la decisión de separarme después de haber aceptado mi realidad como homosexual.
-Ahora te das cuenta de que era un error vivir cubriendo las apariencias. Ya no quieres sentir culpa por haber tomado la decisión correcta de aceptar tu homosexualidad.
– No – me respondió – yo ya no estoy dispuesto a seguir engañándome ni engañando a los demás.
– Entonces, tu verdadero enojo, es porque te sientes presionado cuando tu amigo te cuestiona por haber asumido abiertamente tu orientación homosexual y trata de convencerte de seguir llevando una doble vida como él.
– Así es.
– Pues según me parece – le respondí – tu amigo está tratando de que tú sigas haciendo lo mismo que hacías antes porque con tu cambio de conducta él se siente amenazado.
Andrés me miró sorprendido. – ¿Amenazado?
– Así es, porque tú, a diferencia de él, decidiste dejar de aparentar para vivir una vida más real, siendo TÚ MISMO.
Andrés se quedó callado meditando en lo que acababa de escuchar. Yo seguí diciéndole:
– ¿Te das cuenta de lo amenazante que puede ser lo que tú hiciste para tu amigo?
– No, en realidad no.
– Tú le estás diciendo, a través de tu decisión, algo como: “Si yo puedo tener el coraje de ser como soy y dejar de engañar a los demás, quiere decir que tú puedes hacer lo mismo”. Y eso provoca mucho miedo en alguien que no se atreve a hacerlo.
– Entonces por eso me trata de convencer de que es él el que está bien y que yo soy el equivocado.
Gabriel e quedó reflexionando unos instantes y después respondió:
– Sí, es verdad que me he comprado todo el tiempo sus palabras: que soy yo el que está haciendo mal las cosas. Igual me pasó al ver a mis amigos que decidieron estar nuevamente juntos. No pensé que las cosas para ellos y para mí eran diferentes, simplemente quise creer que ellos estaban en lo correcto y que yo estaba equivocado por mantenerme en mi decisión. Pero la realidad es que ellos hicieron lo correcto desde su situación y yo hiciste lo correcto desde la misma. No tienen porqué coincidir ambas decisiones.
– Tú fuiste congruente con lo que pensabas, sentías y hacías. Renunciaste a la incongruencia de ser otra persona diferente a quien eres en realidad. Decidiste que era mejor ser leal contigo mismo al defender tu verdadera identidad homosexual.
– Visto así – me dijo Andrés – No tengo que sentirme triste ni culpable, creo que más bien debería estar contento y orgulloso de mi decisión.
– Contento y orgulloso – le contesté devolviéndole sus propias palabras.
– No sólo contento – me respondió con una sonrisa que le iluminó todo el rostro – ¡Feliz darme cuenta de todo lo que ha estado pasando!. Ahora puedo ver claramente que no tengo razón de sentirme avergonzado por haber decidido ser auténtico.
– Y siin importar lo que los demás piensen.
– Claro. A mí ya no me interesa que los demás se incomoden por lo que yo decidí hacer. Después de todo, yo me estoy atreviendo a dejar esa doble vida para poder ser yo mismo. Lo que importa es lo que yo quiera hacer con mi vida y esto es lo que yo quiero hacer. Aceptar que me puedo equivocar, que puedo elegir cada vez algo diferente. ¡Que tengo derecho a ser feliz siendo yo mismo!.
– Si eres tú mismo – le contesté -, lo más probable es que todo lo demás pase a segundo plano y que tú te sientas feliz al aceptarte tal y como eres.
– Sí, muy feliz… así es como yo me siento… feliz y agradecido conmigo mismo por ser auténtico y dejar atrás las mentiras que me esclavizaban.
– Pero eso ya se acabó. Tú eres libre.
– Soy libre – me respondió feliz – completamente libre y feliz de decidir ser yo mismo.