Primer demonio del desarrollo personal: Los introyectos

Los introyectos son aquellas ideas, creencias o valores que las personas se tragan sin masticar, ideas o creencias que se aprendieron a temprana edad y que provienen de una persona emocionalmente significativa para el infante: alguno de los padres, abuelos, tíos, profesores o cualquier otra persona a la que el niño consideraba una autoridad moral.
No todos los introyectos son nocivos para la persona, sin embargo, en terapia solemos desvelar los conceptos que le duelen al paciente y que ha interiorizado. Éstos son los que no están beneficiando el buen desarrollo.

Parte de la terapia Gestalt se dedica a localizar estos introyectos, de manera que el paciente pueda ver el mapa que lo ha guiado en su vida. Una vez tiene los patrones a la vista, puede observar cómo le han afectado y decidir si desea seguir aceptándolos o, por el contrario, quiere crear una nueva forma de vida.

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Nuestras lágrimas son consuelo para la vida

Entre los cientos y cientos de creencias o introyectos que nos inculcan de generación en generación desde la más temprana infancia, uno muy típico en nuestra cultura — y tal vez de los más dolorosos y perjudiciales–,, es el de que «llorar es malo»..

Para nuestra cultura, el llanto es sinónimo de debilidad, fragilidad, vulnerabilidad. cobardía, falta de hombría, etc., Y todos estos aspectos de la personalidad se consideran negativos o inadecuados.

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Los introyectos o creencias que pueden arruinar tu vida

Un niño acepta las ideas y las creencias de esta forma porque vienen de las personas que ama y en quien confía incondicionalmente como si se tratara de verdades sagradas. Pero esto muchas veces no es así, al contrario, esas ideas puede que no le sean siempre útiles o que contribuyan a hacerlo feliz aunque la intención de los adultos que se las inculcaron haya sido buena.

Peor aún, con demasiada frecuencia esas creencias son la causa y razón de su infelicidad y ni siquiera se le ocurre confrontarlas aunque la persona tenga ya 50 años o más, sigue aceptándolas como cuando era niño eludiendo su responsabilidad de adulto y transmitiéndolas a sus propios hijos y estos a los suyos, hasta el infinito.

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Miedo a equivocarse por temor al rechazo

odos cargamos con los introyectos que nuestros padres, profesores y demás instituciones de la sociedad que nos heredaron desde muy temprana edad. Pero nos corresponde a nosotros, como adultos, detenernos a identificarlos, analizarlos, reflexionar sobre ellos y decidir si queremos seguir obedeciendo esas ordenes, actualizarlas, modificarlas o, definitivamente desecharlas de nuestro comportamiento de acuerdo a lo que es mejor para nosotros en nuestra vida actual. Eso es lo que en Gestalt se considera parte de la responsabilización de una persona adulta, madura y sana.

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