El camino para alcanzar la paz, sentirnos más serenos y felices es aprender a escuchar nuestro corazón, la voz de la consciencia y del amor verdadero
Todas las religiones del mundo (cristianismo, hinduismo, budismo, judaísmo, confucianismo) promueven el perdón si se desea llegar a ser mejores personas, liberarse del karma o alcanzar el paraíso. Y quizás sea la razón por la que muchos asocian el perdón con algo religioso o espiritual.
Pero en realidad, perdonar debería ser un propósito de vida porque la incapacidad para perdonar es la causante de mucho dolor, de culpa, resentimiento, pena y amargura y el perdón es lo que nos permite superar el sufrimiento, la ira y la tristeza para avanzar hacia la superación del pasado, sanar el presente y liberar el futuro.
Frederick Luskin, profesor de medicina de la Universidad de Stanford, fundador del “Stanford Forgiveness Project” y autor del libro “Perdonar es sanar”, es una de las personas que han estudiado este proceso desde el punto de vista científico y médico, y separándolo del ámbito religioso/psicológico.
Los resultados obtenidos en sus investigaciones demuestran que cuando una persona condona una ofensa su vitalidad y energía física se incrementan, mejoran sus patrones de sueño, se vuelven optimistas, se reduce la presión arterial, etc.
Por el contrario, aquellos que siguen enganchados en la ofensa queriendo vengarse y son incapaces de perdonar, presentan una mayor probabilidad de padecer enfermedades del corazón, cáncer, tensión arterial elevada, tensiones musculares, etc, debido a que nuestro organismo produce toxinas que afectan los sistemas cardiovascular, digestivo y nervioso.
Por ello, cuando perdonamos (sea a nosotros mismos o a otra persona) se inicia un potente proceso de sanación.
Perdonar es un acto de consciencia, es una manera de tomar las riendas sobre algo que nos ha perjudicado. Es tomar la decisión de dejar de vivir en el rencor, la ira, la frustración, la depresión y el papel de víctima. (http://astromandalaspmolina.wordpress.com/)
Elegir el perdón
En cualquier momento, sin importar el tipo de experiencias que estemos viviendo, siempre se podrá elegir el perdón, en vez del rencor, y el amor en lugar del miedo.
El desafío de la elección es de cada quien, pero siempre debemos tomar en cuenta las consecuencias de lo que elijamos.
Si nos quedamos atrapados en el resentimiento, a quien perjudicamos es a nosotros mismos.
Por eso, los expertos en el tema del perdón dejan muy claro que los beneficios de perdonar, son para quien perdona, no para el que cometió la agresión.
Soltar el miedo para perdonarnos y perdonar
Por otro lado, si no nos damos la oportunidad de soltar el miedo a perdonar lo que estamos haciendo es elegir una existencia de confianza, saliendo de una “zona de confort” que nos impedía enfrentar el riesgo de liberarnos del dolor y el resentimiento para caminar hacia la libertad.
Elegir el perdón y un “camino con corazón” nos da la oportunidad de encontrar, de manera más sencilla y auténtica, la felicidad y la paz.
Es el corazón el que nos da la oportunidad de regresar a nuestro origen, pero para ello, es necesario soltar el pasado más allá de si fue bueno o malo:
“Cuando me senté unos minutos en la banca de la humildad, decidí regresar a mi origen, a la raíz sagrada, con una semillas de aire y un canto de arrullo para que el pasado duerma tranquilo”.
Aida Maltrana
No siempre es sencillo aplicar estos conceptos en nuestras vidas, pero lograrlo, puede darnos la oportunidad de conseguir efectos maravillosos y muy favorables para nuestras relaciones.
Sería más sencillo bajar la guardia, dejar de luchar contra nosotros y contra el mundo, día tras día, a través de la crítica y de los juicios destructivos.
Esa tentación de seguir realizando juicios negativos, expresa Jampolsky, no logramos erradicarla de nuestras mentes ni de nuestros corazones, a pesar de ser conscientes de ello.
Lo más probable es que siga existiendo muy arraigada la creencia de que la solución no está dentro de nosotros, sino fuera, en algún lugar desconocido.
Pero…
La realidad es que la semilla de la felicidad sigue ahí, como en un principio, en el centro de nuestros corazones, limpia, pura, inmaculada.
Cada día nos ofrece nuevas posibilidades que nos enseñan que somos los únicos responsables de lo que experimentamos.
Lo que nos hace daño no es la realidad, sino lo que interpretamos de ella.
Todos y cada uno de nosotros somos los responsables de nuestra existencia
Nosotros somos los únicos que elegimos vivir existencias de “víctimas” donde son los otros los que nos hacen daño, los que no nos entienden ni nos aman, donde la vida siempre está en deuda con nosotros y no nos da aquello que merecemos, sin tener que trabajar en ello, simplemente como compensación por todo lo que en un pasado lejano nos arrebató.
Esta manera de pensar, sentir y actuar, nos hunde más en la desesperación y nos impide alcanzar la verdadera paz y la felicidad auténtica.
Vivir el rol de víctimas, eligiendo no responsabilizarnos, no nos permite madurar, lograr el auto-apoyo para una sana autonomía y nos convierte en seres cronológicamente adultos, pero mental y emocionalmente infantiles, dependientes siempre de otros pero no de una manera sana, sino neurótica, renunciando a nuestra libertad y con ello, a nuestra oportunidad de ser felices.
Es decisión nuestra tener el coraje de ver nuestra propia luz
Tu miedo más profundo no es que seas inadecuado.
Tu miedo más profundo es que eres poderoso,
más allá de toda medida.
Es tu luz, no tu oscuridad, lo que te asusta realmente.
Tus papeles insignificantes no le sirven
al mundo para nada.
Reducirte para que los demás no sientan inseguridad hacia ti, no es ningún signo de inteligencia.
Naciste para manifestar la gloria de Dios,
que se encuentra en tu interior. ”
extracto de Volver al Amor, de Marianne Williamson
“Sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible para los ojos”.
A. de Saint-Exupery.
PROXIMAMENTE:
«NO PERDONES TAN RÁPIDO»
CIERRE DE ASUNTOS INCONCLUSOS
A TRAVÉS DE LA GESTALT
Todo esto es lo natural de nosotros, sin embargo es tan conflictivo volver a nuestra escencia, gracias por la reflexion
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Muy interesante el artículo, Luis Fernando.
Al respecto, hace unos días hablaba con mi chico y nos preguntábamos por qué cuando somos niños, perdonamos fácilmente las ofensas y no hacemos mayor drama; al momento siguiente o al cabo de un par de horas, continuamos jugando con el amiguito que nos hizo trampa en las canicas o seguimos queriendo igual al padre que nos regañó por tirar la sopa.
¿Y de adultos? No soportamos ninguna palabra dicha, incluso, sin deseo de ofender, no toleramos una trampa, no soportamos que nos critiquen o nos digan que nos equivocamos… y comenzamos entonces nuestro largo camino de rencor, resentimiento, coraje y, en casos extremos, odio excesivo hacia esa persona.
Mi chico y yo llegamos, pues, a una conclusión: De niños estamos más puros, no cargamos con prejuicios y, cuando «juzgamos», lo hacemos hacia el ACTO y no hacia la PERSONA. Eso realmente me sorprendió porque ¡es muy cierto!
Es impresionante cómo vamos creciendo y vamos cargando en nuestro costal tantas cosas que le hemos metido nosotros mismos: condicionamientos, prejuicios, expectativas inalcanzables, miedo, rencor, desconfianza, inseguridad y un sinfín de clavos que sólo se entierran en nosotros cuando intentamos encajarlos en los demás.
¿Por qué se nos olvidaron tan fácil aquellos juegos de niños donde nos divertíamos tanto ensuciándonos con lodo y mojándonos bajo la lluvia?, ¿en qué momento de nuestras vidas elegimos recordar sólo nuestros momentos malos y aferrarnos tanto a ellos, como si fueran los únicos que tuvimos? (se me llenan los ojos de lágrimas…)
Qué importante, Luis Fernando, es preservar a nuestro niño interior para seguir perdonando fácilmente, para seguirle viendo a la vida su lado feliz aún con todas sus adversidades, para ser TAN FUERTES como lo fuimos entonces, para tener ese espíritu INQUEBRANTABLE que sólo es digno de un niño, para seguir creyendo que la vida es un juego y que nosotros, las pelotas, las canicas, los amiguitos… somos los únicos participantes.
¡Gracias por las reflexiones a las que me invitas con tus artículos, Luis Fernando!
Sólo me resta decir:
¡Uno, dos, tres por mí y por todos mis compañeros! 🙂
P. D. Me encantaría que nos compartieras algún artículo sobre el niño interior y esas cosas que, en gran medida, tenemos tan olvidadas y que a mi forma de ver, también puede relacionarse con el hecho de aprender a perdonar (o simplemente recordar cómo hacerlo).
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Hola, Laura. Gracias nuevamente por estar presente y hacer contacto. Respecto a tus reflexiones de por qué dejamos de hacer y de ser como cuando éramos niños, creo que se debe al condicionamiento (amaestramiento dicen algunos), que los adultos hacen de los niños. Nos la pasamos indicándoles a los niños y a los adolescentes lo que es bueno y lo que es malo y vamos mermando su espontaneidad y sus posibilidades de elegir desde su propia experiencia, desde la libertad, desde el aprendizaje y el contacto directo. Todo esto, va llenando al individuo de miedos desde que es muy pequeño, miedo a fallar, a ser juzgado, a que lo rechacen por no hacer lo correcto, lo que está bien, lo que «todo mundo hace».
Si fuéramos conscientes del daño que hacemos con eso a la espontaneidad y la creatividad, tal vez no lo haríamos tanto y les permitiríamos actuar de manera más libre, evitando así, a la larga, personas adultas frustradas, amargadas, tristes, llenas de miedo, desmotivadas, con poca energía para crear y para vivir, que se sienten ansiosas y preocupadas y que actúan prácticamente todo el tiempo, no desde quienes son o quieren ser, sino desde lo que DEBEN SER para no sentirse excluidos, juzgados, criticados, rechazados. Es muy duro el precio que se paga por ser tan obedientes, ojalá nos atreviéramos a desobedecer más, no sólo para ser más libres, sino también, más responsables de nuestras sensaciones, sentimientos, pensamientos y de nuestras acciones, pues, si es que actuamos desde lo que los demás nos dicen que debemos hacer, si nos equivocamos, los culpables no somos nosotros, sino los otros, y eso nos impide ser responsables de nosotros mismos y nos aleja de ser las personas QUE REALMENTE SOMOS.
Un beso y un abrazo desde Cuernavaca.
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