Recientemente, los científicos han comenzado a analizar el amor, algo que había estado reservado para los poetas y literatos.
Científicos como Helen Fisher ahora miran con en el escáner el cerebro de personas locamente enamoradas o deprimidas por la pérdida de un gran amor y han descubierto la importancia fundamental de los factores biológicos y hormonales de las substancias químicas en el proceso de amar.
¿Por qué amamos?
Helen Fisher es investigadora del Departamento de Antropología de una universidad en los Estados Unidos y ha realizado un estudio sobre la evolución y la ciencia del amor. Es autora de varios libros como ¿Por qué amamos? que describe cada aspecto de la experiencia de enamorarse desde un punto de vista científico.
Presento aquí fragmentos de la entrevista realizada a Helen Fisher en el Magazine de El Mundo por el escritor Eduard Punset, científico, escritor y conductor de la serie REDES en TVE.
Cómo elegimos a la persona que amamos
¿Por qué nos gusta una persona en concreto entre todas las demás? Se le pregunta a Fisher, a lo que la autora contesta que, en realidad, nadie sabe la respuesta. Sabemos que interviene un componente cultural muy importante.
El momento también es muy importante: hay que estar dispuesto a enamorarse. La gente tiende a enamorarse de alguien que tiene alrededor, próxima; nos enamoramos de personas que resultan misteriosas, que no se conocen bien.
Fisher afirma que los hombres se enamoran más deprisa que las mujeres. Y esto también tiene una explicación evolutiva.
Tres de cada cuatro personas que se suicidan cuando una relación se acaba son hombres. Los hombres son tan apasionados como puedan serlo las mujeres y, en efecto, se enamoran más deprisa.
(…) En un experimento que realizamos con diez mujeres y siete hombres, descubrimos algunas diferencias de género, aunque no en el aspecto pasional, porque tienden a sentir lo mismo, pero en los hombres descubrimos una mayor actividad en una pequeña región cerebral asociada con la integración de los estímulos visuales.
El negocio de la pornografía se apoya en los hombres y las mujeres se pasan la vida intentando agradar con su aspecto a los hombres… Durante millones de años, el hombre ha tenido que mirar bien a la mujer y tomarle la medida para ver si ella le daría un niño saludable.
Lo cierto es que somos primates, nuestros antepasados descendieron de los árboles, y si te caías del árbol morías. Así que somos un animal que tiene un sentido del olfato reducido. Por eso lo llaman amor a primera vista, no amor a primera olida.
La autora reconoce su sorpresa de haber encontrado en el cerebro de las mujeres mayor actividad en las áreas de la memoria y la rememoración, no simplemente con la capacidad de recordar y descubrió que durante millones de años, una mujer no podía mirar a un hombre y saber si podía ser un buen padre y un buen marido y, para saberlo, necesitaba recordar como se había comportado en el pasado esperando que cumpla lo dicho.
Fisher está convencida de que se trata de un mecanismo de adaptación que las mujeres probablemente han poseído durante cuatro millones de años, para conseguir al hombre adecuado.
Cuando un mamífero está realmente loco de amor, hay gran actividad en muchas partes del cerebro, pero las dos cosas más importantes fueron la actividad en una pequeñísima fábrica que hay cerca de la base del cerebro, por ejemplo, la producción de dopamina, un estimulante natural que proporciona sensaciones de plenitud, euforia y cambios de humor.
Para la investigadora, el amor es una cuestión que tiene que ver absolutamente con la química del cerebro. Cada vez que producimos un pensamiento, o tenemos una motivación, o experimentamos una emoción, siempre se trata de química, pero asegura también que, a pesar de que podemos conocer toda la química que hay detrás del amor romántico, todavía somos capaces de captar toda su enorme magia.
La adicción del amor
El amor y los chocolates producen las mismas sustancias en el cerebro, por lo tanto, afirma Fisher, el amor, como los chocolates, es adictivo.
Por otra parte, Fisher hace la aclaración de que el impulso sexual es diferente del amor romántico y al afecto. Sostiene que el impulso sexual evolucionó para que saliéramos a buscar a nuestras parejas y que el amor romántico es el impulso verdadero, porque emana del cerebro primitivo y es más fuerte que el impulso sexual.
Cuando estamos locamente enamorados, explica Fisher, deseamos tener relaciones sexuales con la pareja, efectivamente, pero lo que realmente esperamos que haga, es que esté en contacto con nosotros creando una unión emocional.
En esto la autora también coincide con la teoría del apego adulto la cual afirma que, cuando dos personas se enamoran, construyen un vínculo de apego donde ambos constituyen una unidad psicológica dependiente.
Así, lo que siente uno, lo siente el otro, si ella está triste, él se siente triste, si él está molesto, ella percibe y “siente” también el enojo.
Fisher comenta que una de las características principales del amor romántico es el deseo de contacto sexual y de exclusividad sexual.
Si tenemos relaciones con alguien a quien no amamos en realidad, no nos interesa si se acuesta con otras personas.
Pero nos volvemos realmente posesivos cuando nos enamoramos. A ese hecho se conoce en la comunidad científica como la ”vigilancia de la pareja”.
El amor romántico es muy peligroso. Lleva consigo una gran felicidad y una gran tristeza. Cuando se nos rechaza estando enamorados, hay personas que pueden matarse, o matar a otra persona.
El amor y el odio tienen mucho en común.
Algo importante que también se descubrió durante sus investigaciones, afirma, es que en el cerebro el amor y el odio se parecen mucho y pone de ejemplo que si se analizan los ciclos cardiacos de un sujeto, no se puede apreciar la diferencia entre si éste acaba de matar a una persona o si ha tenido un orgasmo.
El amor y el odio son muy parecidos. La indiferencia es su contrario. Y hacemos las dos cosas: amamos a la persona y la odiamos al mismo tiempo. Y aquello por lo que suspiramos es la indiferencia.
De hecho, el amor y el odio tienen mucho en común. Cuando odiamos, concentramos nuestra atención tanto como cuando amamos. Cuando amamos o cuando odiamos, nos obsesiona pensar en ello. Tenemos una gran cantidad de energía, nos cuesta comer y nos cuesta dormir.
Así mismo, si una persona se enfrenta a la ruptura con su pareja, se enfrenta también a la desesperación, todo salta por los aires, y aparecen la depresión y una tristeza enorme que cuesta mucho tiempo y esfuerzo el superar, pues nos estamos recuperando de la ruptura de un vínculo muy fuerte de apego y dependencia.
Fecha de la entrevista: 30 de mayo del 2007
Lugar de la entrevista: Barcelona
Web oficial de Helen Fisher.
The science of love, and the future of women, vídeo de la charla de Helen Fisher en los TED Talks.