
Recientemente leí un cuento que me pareció muy interesante por el tema del que hablaba: ¿podemos estar siempre seguros de que, al dar una respuesta a un cuestionamiento que se nos presenta la vida, estamos dando la mejor respuesta? ¿la única posible? o puede ocurrir algo tan desconcertante que, dependiendo del ángulo desde donde se miren las cosas, en un caso pueda ser una la respuesta y en otro justo la opción contraria, pero ambas ser ciertas o ambas equivocadas si se ubican en el contexto adecuado o en el contexto incorrecto.
Para que todo quede más claro, los invito a leer el cuento del que les hablo en una versión libre realizada por mí, pero conservando la esencia del mismo, el nombre de la historia es:
Los Deshollinadores*
Una tarde, un joven se acerco a un rabino que estaba rezando, en soledad, afuera de la sinagoga. Era un joven de aproximadamente 16 años. Se acercó al rabino buscando que éste se percatara de su presencia, pero al ver que el rabino seguía con los ojos cerrados, el chico se puso frente a él y lo saludó. El anciano abrió los ojos y le preguntó:
– Dime, muchacho, ¿qué deseas?
-Rabino, he venido a verte porque quiero ser judio y necesito que me digas qué tengo que hacer para eso.
-¿Y por qué deseas convertirte en judio? – le preguntó el rabino-.
–Es muy sencillo. Todos los judios que yo conozco son ricos y yo quiero serlo también. Así que, pensé que si aprendo el Talmud voy a encontrar la forma de lograrlo.
El rabino se frotó los ojos y le hizo una señal con la mano para que se sentara a su lado.
–Mira, muchacho, ser judio es algo muy distinto a lo que tú estás imaginando. Ser judio es una religión y una filosofía de vida, una manera de afrontar el futuro.
El chico no tuvo reparo en mostrar su impaciencia ante las palabras del rabino. Se levantó y le dijo:
–Mire, rabino, su usted no me quiere enseñar el Talmud y prepararme para ser judío, no importa. Voy a ir a otra sinagoga o a las que sean necesarias hasta que encuentre a un rabino compasivo que me quiera ayudar.
El anciano lo miró unos instantes en silencio y por fin dijo:
–Te propongo un trato. No quiero que te vayas así. Yo estoy al servicio de los demás, así que creo que podemos llegar a un acuerdo porque te quiero ayudar.
–¿De qué se trata? – le dijo el joven en un tono algo altanero.
– Mira, te haré cuatro preguntas sencillas. Si aciertas a por lo menos una de ellas, yo te enseñaré el Talmud, pero, si no eres capaz de acertar ni a una sóla, tú me vas a jurar que dejarás la idea de ser judio.
El joven se animó con la propuesta y estrechó la mano del rabino comprometiéndose con la propuesta.
–La primera pregunta es la siguiente – le dijo el hombre – dos deshollinadores judíos están limpiando una chimenea y se caen por el hueco de la misma. Cuando salen uno está limpio y el otro sucio. La pregunta que quiero que me respondas es: ¿cuál de los dos va a lavarse?
El joven miró al rabino con desconfianza. La respuesta parecía muy obvia.
-Pues, el que está sucio, claro está.
El rabino negó con la cabeza.
–No, te equivocas. Desde el punto de vista de la REALIDAD, lo que ocurriría es que el que está sucio miraría al que está limpio y pensaría que él tampoco se ha ensuciado. Pero el que está limpio miraría a su compañero con sus ropas todas sucias y pensaría: «me he manchado». Así que, el que irá a lavarse será el que está LIMPIO.
El joven miró con incredulidad al viejo, pero no se atrevió a reclamar. Después de todo, todavía tenía tres oportunidades.
–¿Estás listo para la segunda pregunta? – sin esperar la respuesta del joven, el viejo comenzó a decir:
–Dos deshollinadores judios están limpiando una chimenea y se caen por la misma. Al salir, uno está limpio y el otro está sucio. ¿Quién de los dos va a lavarse?
El adolescente se quedó aún más desconcertado pues no entendía lo que estaba pasando. Creyó que el viejo le estaba tomando el pelo. Pero, como había hecho la promesa decidió cumplirla y respondió:
–Según lo que dijiste antes, irá a lavarse el que está limpio.
El rabino volvió a mover su cabeza en gesto negativo.
–No, te equivocas, joven amigo, porque, desde el punto de vista de la VERDAD, lo que pasaría es que, el que está limpio, se miraría a sí mismo y diría «no me he manchado». Mientras que el que está sucio se miraría a sí mismo y diría «Me he machado» e iría a lavarse de inmediato.
El joven ya no sabía qué hacer, ni qué decir, pero se descubría cada vez más curioso del juego del rabino, por lo que espero la siguiente pregunta para ver lo que pasaba.
–Quiero que te concentres muy bien, pues, en realidad, si lo reflexionas un poco te darás cuenta de que tienes la respuesta a mi pregunta. Llevas la mitad de las oportunidades, así que, pon mucha atención, ¿de acuerdo? La siguiente pregunta es esta:
Dos deshollinadores judios están limpiando una chimenea y se caen por el hueco de la misma uno sale limpio y el otro sucio. ¿quién de los dos va a lavarse?
El chico sonrió entusiasmado y contestó rápidamente:
-Está muy claro, rabino. Una vez el limpio y otra vez el sucio.
El rabino negó cerrando los ojos y dijo:
–No, señor. Desde el punto de vista METAFÍSICO es imposible que dos personas que han caído por un agujero, una salga limpia y la otra sucia. O salen los dos limpios o salen los dos sucios. luego entonces, esta situación que te planteo es imposible.
El chico empezó a desesperarse. Sentía que el anciano se burlaba de él y ya no sabía qué hacer. Estaba completamente confundido y sólo le quedaba una oportunidad, lo que lo angustió todavía más.
Muy bien, no te preocupes – le dijo el rabino – te queda aún la última pregunta. Pero recuerda lo que me prometiste. Si no aciertas…
–¡Sí! ¡Sí! – lo interrumpió el chico – sé lo que dije, que me olvidaría de mi idea de ser judio.
–De acuerdo. La pregunta es la siguiente. Dos deshollinadores judíos están limpiando una chimenea y se caen por el hueco de la misma…
El joven, lo miró con desconcierto. No podía creer que la cuarta pregunta fuera exactamente igual que las tres anteriores y tenía miedo de volver a fracasar con su respuesta.
El rabino continuó: – Uno sale limpio y otro sale sucio. ¿Quién de los dos va a lavarse?
–Mira, rabino, es muy sencillo. Desde el punto de vista de la realidad: el limpio. Desde el punto de vista de la verdad: el sucio. Desde el punto de vista metafísico tenemos que decir que esta situación es imposible y por lo tanto no tiene solución. Esta vez acerté, ¿No es así? dijo el muchacho sintiéndose victorioso.
El rabino guardo un momento silencio y el el rostro del muchacho se dibujó una sonrisa de triunfo. Parecía que, al fin, había acertado y ganado la apuesta.
–Querido, amigo – le dijo el anciano suspirando -, no has entendido nada. Porque, según lo que tú piensas acerca de los judíos, que absolutamente todos son muy ricos, lo que jamás verás en tu vida es a dos de ellos que sean deshollinadores.
*Adaptado del cuento publicado en: Los cuentos que mi jefe nunca me contó (Mateo, 2008)
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