La verdadera felicidad no cae del cielo, se construye.

Las personas resentidas, enojadas, frustradas y que no quieren crecer ni tomar la responsabilidad de su propia vida, se preguntan todo el tiempo cosas como: ¿por qué no tengo el puesto que me merezco?; ¿por qué no gano lo suficiente?; ¿por qué no encuentro al amor de mi vida?; ¿Por qué mi marido es tan insensible o mi mujer tan egoísta?; ¿por qué no logro sentirme bien conmigo mismo ni con los demás?; ¿Por qué la vida es tan miserable…? Efectivamente, la gente que quiere realmente salir adelante y ser feliz, se pregunta algo como eso o algo similar: ¿Cómo puedo sacar ventaja de este fracaso, de esta pérdida, de esta desilusión? ¿Qué lección me deja este tropiezo en mi vida?.
Lo cierto es que existen personas que, con muchos menos recursos que otros, salen adelante sin estarse preguntando por qué son pobres; por qué padecen enfermedades; por qué pierden a sus seres queridos; Por qué se tienen que enfrentar en soledad a la vida o por qué les faltan dos brazos o dos piernas.

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Los límites como punto de encuentro con los otros

Existen límites que nos ayudan a crecer y otros que limitan nuestro desarrollo. Si no sabemos decir NO, porque no toleramos el sentimiento de culpa, estaremos pasando por encima de nosotros y acumulando resentimientos hacia los otros.
Si, por el contrario, los límites tienen que ver con no sentirnos capaces o con el derecho de alcanzar nuestras metas, estamos ante límites negativos, construidos en nuestro pensamiento, que nos impiden alcanzar lo que deseamos.
Los individuos se cuestionan sobre cuándo se debe poner límites y cuándo se deben reducir o eliminar – por ejemplo, aquellos los límites mentales-, que nos impiden alcanzar algún objetivo importante en nuestra vida, que nos hacen pensar que no podemos, que no somos capaces o que no nos merecemos eso que deseamos.
O, por el contrario, cuando debe decir «No» a aquellos que tratan de detenerlo, manipularlo, controlarlo o imponerle obligaciones o acciones que en realidad no le corresponden cumplir. Las personas sienten miedo de que, si dicen «no quiero»; «no me corresponde»; «no me interesa»; «No puedo», esté ante una situación incómoda, de crisis o de riesgo, donde pueden llegar a estar en juego muchas cosas: la relación con un amigo o con la pareja, el trabajo, la «tranquilidad» familiar, sin embargo, si por evitar tener un conflicto con otros, se pasa por encima de uno mismo, los resultados pueden ser aún, mucho más negativos y perjudiciales que si se hubiera enfrentado, simplemente, un NO QUIERO, NO DESEO, NO ME CORRESPONDE, NO PUEDO.
Hay que ser sumamente cuidadosos al momento de decidir poner un límite o no hacerlo, pues de eso, pueden depender muchas cosas.

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El problema número uno de la pareja es la comunicación

¿Qué tan feliz eres en tu relación de pareja o qué tan feliz te gustaría ser? Eso depende de qué tan efectivo sea tu estilo de comunicación con ella. Está comprobado que uno de los principales factores de éxito o fracaso en una relación, depende de su estilo para comunicarse, incluso por encima de los problemas generados por la infidelidad y la incompatibilidad sexual.
De hecho, de las diez principales causas de conflicto en una pareja, la número uno, es la imposibilidad de comunicarse de manera adecuada.

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