Les comparto un texto que me envió un colega con motivo de la celebración del Día de la Mujer, con un poco de retraso, pero de tanta riqueza que se convierte en un texto intemporal de la autoría de Pedro Manterola.
«No entiendo del todo la celebración del Día de la Mujer. No por el lugar común que repite que “todos los días son días de la mujer”, porque es evidente que no todas son jornadas de festejo, ni para ellas ni para nadie.
Cada mujer es una fiesta, en acontecimiento, una fecha en la memoria, una verbena de palabras, una silueta que se hace melodía, festival de miradas y sonrisas, danza de abrazos, procesión de añoranzas, nostalgias de lo imaginado, alas de delirio y fantasía, hiedra de deseos, intuición, sensaciones, quimeras y futuro, voces que la distancia hace sonoras, párpados que son ventanas abiertas al sol, eco de la ausencia que no aprendo a callar. Son todo eso y cada cosa que desees, que recuerdes, que tengas y que hayas perdido. Casi nunca un beso, ese sarao convertido en hechizo de la sandunga, baile y belleza a través de labios abiertos y ojos cerrados al olvido.
La celebración de la mujer es más que un aplauso, una alabanza o una reverencia. Nunca un discurso, un elogio, una porra.
Es una religión, un hechizo, un misterio, ceremonia permanente, una santa a los pies de la angustia, una Magdalena hecha
mujer en los brazos de Jesús; Salomé verdugo del profeta..

Frida manos de color y sufrimiento; Rosario Castellanos y el arca de la memoria en Balún Canán…

Lilith y Eva compartiendo el paraíso; Beatriz haciendo habitable el purgatorio;
Amelia navegando para siempre entre las nubes; María Felix, la Doña, y el desdén por los mediocres; Chavela Vargas y Cucurrú cucú, Paloma; Teresa haciendo vocación de la miseria;
Greta Garbo y la penetrante tristeza de su mirada inexpugnable;
María Sabina y el universo encerrado en una choza de Oaxaca;

Edith Piaff llorando una canción; Miroslava y la seducción, el dolor y el encanto de la muerte…. Tú y tu silencio, tu olvido, tu ausencia.
Las mujeres convocan memorias, evocan aromas, voz, texturas, colores, piel, labios, invocan por igual llanto, silencio, mirada y sonrisa. Veneración de la vida, de su origen, su significado y su destino. Hay mujeres eternas, mujeres letras, recuerdo, nudo, remedio, paraíso. Mujeres melodía, expresión, bálsamo, color y paisaje. Mujer manantial. Mujeres trabajo, olvido, campo, injusticia, pobreza, sufrimiento, dolor, mutilación, valor, abuso. Más heroínas que víctimas, más ejemplo que homenaje.
En cada palabra, en sus miradas, en cada lágrima y en todas sus risas habita la mujer que hace de su género y condición una cualidad, un mérito, una virtud. En la calle, en la escuela, en la casa, en la oficina, en el surco, en la cama, en el arte, la mujer manda, domina, enseña, practica. No es más. Es mejor.

La mujer se celebra a sí misma día a día, cada noche, cada tarde, muchas madrugadas, cada amanecer. Somos acólitos de su fe, monaguillos de su templo. Porque vive, sonríe, soporta, impulsa, sufre, camina, vuela, goza, acompaña, guía, acaricia, llora y alimenta en cada uno de sus actos las ganas de vivir, y porque vivir sin ellas es la muerte. Ahí está el milagro.
Diosa de la luna y madre de la tierra. Mujer hecha labios, palabra, susurro, caricia, panal de miel, aceite que suaviza la piel del
horizonte. Besos de ajenjo, pies con destino al paraíso, incierta presencia de mis sueños. Agua del aljibe, pozo y manantial, dueña del pecado y su perdón.
Que este día sea un pretexto para imaginarnos un abrazo.
Felicidades.
Pedro Manterola.
Muchas gracias por la reproducción del texto. Me he emocionado al verlo en un lugar tan inesperado.
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Qué bueno tener la posibilidad de sorprenderte, Pedro… y no lo creas, no es un sito tan inesperado para algo como lo que tú piensas y transmites en tu texto, es una cuestión de sincronía.
Un abrazo.
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