¿Es inevitable el dolor y las dificultades de la vida?

¿Por qué a mí? ¿Por qué me tiene que pasar esto? ¿Cómo me pudo suceder algo así? ¡Yo no me lo merecía! Si soy bueno y no le hago daño a nadie, ¿por qué se me castiga de este modo? ¿Hasta cuando lo voy a tener que seguir tolerando? ¡Yo ya no aguanto más! ¡No es justo! ¡Qué injusta es la vida!

Todo el tiempo escucho estas frases no sólo en consulta, si no en la vida cotidiana. A las personas no nos gusta sufrir y, muchas de ellas piensan que, siendo buenas, obedeciendo las normas, portándose bien y no haciéndo mal a nadie, podrán evitar que la vida les mande dificultades o sufrimientos, pero sucede que no es así, tarde o temprano a todos les llega el dolor y esas personas se lamentan de estar viviendo algo que sencillamente, no merecían que les pasara. Tenemos que partir entonces de una premisa: el dolor y las adversidades son parte de la vida y, como tal, son inevitables y, tarde o temprano, todos los seres vivos del planeta debemos enfrentarnos a ello.

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¿Por qué a mí?

¿Por qué a mí? ¿Por qué me tuvo que pasar a mí? ¡No es justo! Son típicas expresiones que se escuchan en el consultorio terapéutico y en la vida en general. Muchas personas consideran injusto el que la vida no les dé lo que desean en el momento y de la forma que quieren. Y lo que es aún más frustrante: que les quite lo que ya han alcanzado o les enfrente a pruebas dolorosas como pérdidas, enfermedades, eventos desagradables, desilusiones y fracasos.

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