El éxito en la vida y la relación con nuestra madre

El primer y decisivo éxito para nosotros fue nuestro nacimiento. Lo logramos de la mejor manera y la más amplia cuando debimos salir a la luz por nuestros propios medios y el nacimiento ocurrió sin intervención externa. Aquí debimos demostrar por primera vez nuestra capacidad de imponernos. Este éxito seguirá repercutiendo por el resto de la vida. De esa experiencia obtenemos la fuerza para más tarde poder imponernos con éxito.
¿Dónde comienza nuestro éxito? Comienza con nuestra madre.
¿Cómo llega el éxito a nosotros? ¿Cómo puede llegar? Cuando nuestra madre puede venir a nosotros y nosotros la honramos como nuestra madre.

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Por qué fracasamos

La clave de una buena relación con el trabajo y el éxito, según Bert Hellinger, está en tener una buena relación (adulta) con la madre.
Entre la madre y el hijo, ¿quién llegó primero? La madre. Sin embargo, hay muchos que se ponen por encima de ella, le hacen reproches, le indican cómo debe ser y la rechazan. El resultado es que fracasan en su profesión. Esto se puede comprobar muy fácilmente, solamente hace falta mirar a aquellos que fracasaron, por ejemplo a los que sufrieron una bancarrota, a los que perdieron su trabajo o el dinero; solamente miramos a la madre, no tienen vínculo con la madre. Esa comprensión tiene efectos muy amplios.
Sin respeto uno está en el lugar equivocado, simplemente se fracasa; eso tiene sus consecuencias. Si no fuera así, todos serían ricos y tendrían éxito.

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El triángulo dramático: Perseguidor, Salvador y Víctima

“Si te sucede algo con otra persona que hace que te sientas dolido, enfadado, culpable, ansioso, temeroso, resentido, exasperado, avergonzado, celoso, inerte, helado, atrapado, comprometido, confuso, desesperado o inadecuado, o con la sensación de haber sido utilizado, traicionado, controlado o incomprendido, entonces, no hay dudas, puedes estar seguro de que estás atrapado en un triángulo dramático.” (Edwars, G. 2011).

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El sentido y la celebración de la vida

El sentido de vida no es algo que debamos encontrar, como si fuera algo ya hecho o un designio de los dioses. El sentido es algo que se construye, que se elige, que se forja. Cada persona es libre de darle o no un sentido a la vida. Sin embargo, una vida sin sentido puede ser algo muy vacio, gris, doloroso, solitario, un sin-sentido. En cambio, cuando nos responsabilizamos cada quien de darle un sentido a la vida, ésta se vuelve algo maravilloso, mágico, milagroso. Un motivo constante de felicidad y de celebración tomando consciencia plena de lo increíble que es estar vivo y de poder ser conscientes de ello. Por eso, yo celebro la vida reconociendo el sentido que la vida tiene para mí y que se reduce en una frase: LA CAPACIDAD DE AMAR.

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Recordando a mi padre: Miguel Martínez Villicaña.

Este escrito lo hice con la intención de realizar un homenaje a mi padre y también, con el deseo de transmitir como muchas veces la vida se encarga de darnos las lecciones que necesitamos. Aunque yo me sentía muy cercano a mi papá durante mis primeros años, llegó un momento en que nos separamos. Supongo que fue cuando me acercaba yo a la adolescencia y durante todo ese tiempo que coincidió también, con la etapa en la que asumí mi orientación sexual. A pesar de que mi padre era mayor y sin preparación, pudo llegar a comprenderme y a defenderme, incluso de mi madre, comprendiendo desde su corazón de padre que yo estaba sufriendo en medio de mi proceso. La vida, de una manera un tanto extraña, nos colocó en la circunstancia de volver a vivir bajo el mismo techo durante su último año de vida. Y, durante ese periodo, ambos tuvimos la oportunidad de cerrar todos nuestros asuntos inconclusos y despedirnos en armonía y en paz.

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La preocupación sana y malsana

“Muchas veces la preocupación es una forma de ocuparse de alguien que no puede valerse por sí mismo. En este sentido, los padres se ocupan de sus hijos mientras estos los necesitan. También las personas enfermas o con una incapacidad son objeto de una atención semejante.
Esa preocupación única proviene del amor y es profundamente humana. El que se ocupa de otro se experimenta así mismo como humanamente unido y dedicado al otro, parte del tiempo en que éste necesita ayuda y atención.
Pero también hay una preocupación soberbia, sobretodo cuando uno se preocupa por alguien que es capaz de cuidar de sí mismo y que puede y debe determinar autónomamente lo que quiere y cómo desea actuar, sean cuales fueran las consecuencias que de ello se deriven para ellos o para los demás.” Bert Hellinger

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