Ladrones del dolor ajeno: el síndrome del rescatador.

Relaciones afectivas 6La realidad es que nadie tiene derecho a pretender resolver, antes de tiempo, el dolor de los demás, por más amor que sienta por la persona que sufre. Si amamos a alguien o alguien nos importa de verdad,  debemos tener cuidado de no convertirnos en ladrones del dolor ajeno. 

Seguramente la mayoría estará consciente de aquellos pensamientos que tenemos en nuestra cultura en relación a que el dolor es algo malo que hay que eliminar, por lo tanto,  se genera la firme creencia de que, si quiero a alguien, tengo que evitar a toda costa que sufra y a la larga, provocamos en el otro una baja tolerancia a la frustración y, lo más seguro, más sufrimiento y más miedo de enfrentarse a las adversidades de la vida, pues no lo hemos dejado desarrollar sus propias capacidades para enfrentarse a las situaciones difíciles o dolorosas.  Por eso es importante recordar lo que Buda nos enseñó hace más de 2500 años: En la vida, existe tanto el placer como el dolor. Sin uno no puede existir el otro y ambos son importantes para nuestro crecimiento y desarrollo como seres humanos.  

También dejó claro, en su teoría de las dos flechas, que el dolor era ineludible en nuestra vida, aunque el sufrimiento (aquello que nos decimos o hacemos con el dolor) era opcional. Es decir, la primera flecha es el dolor y no nos podemos liberar de ella, la segunda flecha es el sufrimiento y esa sí la podemos evitar si queremos, pero Buda se refería seguramente a la persona que se estaba enfrentando al dolor, no de un tercero que quisiera hacer el trabajo por ella. 

terapia gestalt sin fronterasLa necesidad de fondo del rescatador: «Necesito que estés bien para yo estar bien.»

Negarle a alguien el derecho a enfrentarse a sus experiencias dolorosas es un acto de egoísmo pretendiendo, a como de lugar, que el otro esté bien para que yo esté bien. En el fondo tendría que hacerme consciente de si lo que me importa es que el otro este bien, por él mismo, o porque lo que yo necesito es que tú estés bien para yo recuperar mi equilibrio emocional y mi tranquilidad.

Si alguien que amo sufre, no importa cuál sea la causa: una ruptura amorosa, una pérdida, un despido, una enfermedad o  cualquier otro tipo de crisis, tiene todo el derecho de vivir el proceso de dicha experiencia, aprender lo que tenga que aprender y darse la oportunidad de salir fortalecido o transformado de esa situación por dolorosa que sea. Ya lo dice el dicho popular: «Si la vida te está enfrentando a esto, es porque tienes la capacidad de superarlo, sino, no lo estarías viviendo.» Mucho tiene esto de cierto. Terapia Gestalt Sin Fronteras

Pero si yo me centro tan sólo en mi malestar y me niego a ver sufrir a la persona porque eso me hace sufrir a mí, empezaré consciente o inconscientemente, a hacer cosas para que “se sienta bien” y terminar con eso con mi propio malestar sin ser consciente del daño que le estoy ocasionando al otro al querer acelerar su proceso o de las oportunidades de crecimiento que puede estar perdiendo con mi ayuda.

Gestalt Sin FronterasPuedo llevar a cabo acciones muy diversas, según sean las circunstancias, para, más que ayudarlo, obligarlo a trascender su pena:

  • Aconsejarlo. Decir lo que tiene que hacer sin respetar su derecho a hacerlo o no.
  • Tomar la iniciativa y resolver sus problemas sin dejar que la persona actúe para solucionarlo por ella misma.
    • Pagar algo: un servicio, producto, viaje, deuda, sus tarjetas, su alquiler.
    • Ofrecerle hacer algo que le toca hacer a él o ella: un trabajo, una llamada, un pedido.
  • Terapia_Gestalt_Sin_FronterasTomar decisiones por ella: Conseguirle un trabajo, un departamento, dinero, un piano, una beca, una pareja, o cualquier cosa sin preguntarle a ella si es lo que realmente desea o sin darle la oportunidad de que ella toque la necesidad de fondo y se mueva por sí misma para obtener lo que está necesitando.
  • Querer que la persona vea el mundo de la misma manera en que yo lo veo. Verla como si fuera yo, como si pensara y sintiera igual que yo, como si tuviera las mismas necesidades que las mías,  negándole el derecho a ser, pensar y sentir diferente a mí, a sufrir lo que tenga que sufrir y a enfrentar lo que tenga que enfrentar para aprender desde su experiencia. 

«Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida»

Proverbio Chino

Terapia_Gestalt_Sin_FronterasNo te guíes tan sólo por tus buenas intenciones

Más allá de las buenas intenciones tenemos que observar cuál es el efecto de nuestras acciones cuando queremos ayudar, apoyar, halagar al otro. Si, por ejemplo, una persona se está esforzando por dominar un programa de computadora y llega otro, con la mejor intención y le hace el trabajo, puede provocar que la persona se sienta frustrada, incapaz, decepcionada.

Por el contrario, si le pregunta si necesita apoyo y la va acompañando en el proceso para que, dejándola experimentar por ella misma para que vaya asimilando todo el proceso de aprendizaje, se sentirá más segura y satisfecha, pues el otro le está brindando apoyo, pero también  está permitiendo que sea ella quien  pruebe por sí misma y que vaya midiendo sus avances.

Una experiencia personal 

Recuerdo una ocasión en la especialidad de «síntomas» que me tocaba hacer mi práctica frente al grupo con otra persona que jugaba el rol de paciente. La facilitadora se desesperó de que yo «no lo estuviera haciendo bien» y me hizo a un lado y realizó ella la práctica. Yo me molesté, no me sentí respetado al no permitirme la facilitadora cometer mis errores y marcármelos al final, en la retroalimentación,  y  por lo tanto, no sentí que con ello estuviera aprendiendo.  

Había sesiones especiales para ver el modelaje del facilitador, pero también era importante las sesiones de práctica donde uno tenía que hacerlo por sí mismo, cometer aciertos y errores y ser marcados al final de la sesión por la facilitadora. En este ejemplo, ella me negaba el derecho a experimentar lo que había aprendido teóricamente y por lo tanto, estaba interrumpiendo e interviniendo en mi proceso de aprendizaje. 

Debemos ser conscientes de que,  si interferimos en las decisiones

o responsabilidades del otro,

estamos también interfiriendo en su destino.

Terapia_Gestalt_Sin_FronterasNos podemos justificar argumentando que lo que nos mueve es el amor por esa persona pero, ¿qué clase de amor se queda sólo en la superficie y se niega a ver el daño que se genera al no permitirle al otro que resuelva por sí mismo las circunstancias adversas?

Quién no permite al otro vivir sus experiencias dolorosas, traumáticas o incómodas en realidad se niega a reconocer que la experiencia que el otro está viviendo a través de eso, es para algo. No puede aceptar que, si la vida le puso a su ser querido en ese camino, fue por algo, como por ejemplo:

  • Aprender de lo vivido. Sacar sus fortalezas conocidas o incluso las que ignoraba tener, ser más consciente de las cosas que no ha podido ver hasta ahora, para tener más herramientas en las experiencias futuras.
  • Ser más consciente de lo verdaderamente importante. Que la persona pueda ver lo que hasta ahora no ha podido, por aferrarse a ciertas situaciones, cosas o personas, ya sea por miedo o inseguridad.
  • Aprender de los errores y los fracaso. Si alguien se adelanta y nos rescata, difícilmente podemos aprender de nuestras equivocaciones. Por eso es mejor esperar y ver las consecuencias de lo que hacemos, pues eso nos deja un aprendizaje para el futuro.

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Todo lo que se puede aprender de una experiencia dolorosa o no tanto,  tiene posibilidades infinitas. Es por eso que, arrebatar a las personas de su proceso y querer obligarlas a salir de él o querer forzarlas a que resuelvan prematuramente las situaciones difíciles con su propios recursos, al final, puede resultar, no en un acto de amor, sino en un acto de egoísmo y de falta de respeto. Por algo Hellinger afirma que:

Preocuparse por otros, significa interferir en su destino.

Aprendiendo de los cuentos

Gestalt_Sin_FronterasCierto día, una mujer embarazada que caminaba por el desierto, se sorprendió al ver aparecer un ángel frente a ella. El ángel le dijo que estaba ahí para concederle un deseo por ser ella una mujer muy bondadosa. Le afirmó que podía pedirle lo que ella quisiera, lo que más deseara en el mundo.

-¡Amor! – respondió ella de inmediato – ¡Amor para mi hijo que está por nacer! Quiero que él tenga todo el amor del mundo. Que sea un ser querido por todos.

El ángel la miró a los ojos y le dijo:

-¿Estás segura de que eso es lo que quieres?

-¡Claro! – respondió ella -, ¿qué otra cosa podría desear más una madre a su hijo?

Entonces el ángel le respondió:

-¿Y has pensado en las consecuencias de lo que estás pidiendo?

La expresión de la mujer denotaba claramente que no entendía la pregunta del ángel.

-¿De qué hablas? ¡No puede haber consecuencias negativas para el amor!

Sin cuestionar más, el ángel puso las manos sobre su cabeza y pidió para ella lo que la futura madre, a su vez, le había pedido. En ese mismo instante ella se sintió plenamente feliz y se marchó muy satisfecha y en paz por lo que se le había concedido, segura de que no podía haber pedido nada mejor que eso.

gestalt_sin_fronterasTiempo después el niño nació y la promesa del ángel se cumplió plenamente. Fue un infante muy amado por su familia, por la comunidad y sus maestros. Cuando creció, era un ser muy popular y amado, tanto que, al ser un hombre, no tuvo problemas en convertirse en el soberano de su pueblo. Y, aunque todos lo querían y siempre complacían sus deseos sin dudarlo un segundo, él no sentía amor ni agradecimiento por nadie. Sentía que todos tenían que complacerlo y obedecerlo por absurdos que fueran sus deseos y sus mandatos.

No pasó mucho tiempo para que el soberano se convirtiera en un tirano. Se olvidó de su madre y a pesar de ser rey, no le importó que ella viviera en el olvido y la miseria. Lo mismo hizo con sus demás familiares y amigos. Mientras que a sus súbditos y al resto de los habitantes del reino los tenía sumidos en la más grande pobreza creando, cada día, nuevos decretos y nuevos impuestos cada vez más injustos e inhumanos. Pero a pesar de ello, nadie reprochaba nada ni se quejaban, todos lo seguían amando y obedeciendo ciegamente sus absurdos decretos.

A pesar de contar con todo el amor del mundo, el soberano se sentía el hombre más miserable sin importar el poder que tenía y que podía conseguirlo todo. Se sentía infeliz sencillamente porque él, a diferencia del resto de los miembros del reino, no sabía lo que significaba el amor pues nunca lo había sentido. A pesar de ser un tirano capaz de tener a todo un reino postrado a sus pies, era un ser miserable. El ser más miserable de todos.

Gestalt_Sin_FronterasDesesperado por este vacío que lo asfixiaba se fue al desierto, buscando escapar de todo, ahí se encontró con el mismo ángel que años atrás se había encontrado su madre.

  • ¿Qué te pasa? – le dijo el ángel. – Te veo muy afectado.
  • No lo sé. – Le contestó el rey. – Todo mundo me ama y me respeta sin importar que yo me haya convertido en el peor de los tiranos. Puedo tener todo lo que quiera, todo mundo me ama, pero yo, no soy feliz.
  • ¿Y por qué no lo eres?
  • Tal vez sea porque yo no puedo sentir eso que ellos sienten por mí. Mi corazón se ha vuelto duro. Al no tener que hacer nada para que los demás me quieran, ha hecho que yo me sienta merecedor de todo sin tener que dar nada a cambio y eso, en lugar de hacerme feliz, me hace muy miserable. No sé qué hacer ni qué pensar.
  • Te comprendo. Y si pudieras pedir algo que te ayudara a sentirte mejor ¿qué es lo que pedirías? – lo cuestionó el ángel.

El rey no dudó en responder:

  • Lo que yo más quisiera es sentir lo que ellos sienten por mí. No sé lo que sea, pero es algo que nunca he sentido, pero que puedo ver que hace feliz a las personas más que ninguna otra cosa, más que el poder o la riqueza.
  • Te refieres al amor ¿cierto?
  • Sí, creo que así es como ellos lo llaman… amor… amor por otros… no sé lo que es eso, nunca lo he sentido y anhelo conocerlo.
  • Y si yo te lo pudiera conceder, ¿estarías dispuesto a asumir las consecuencias?

El rey lo miró sin comprender igual que su madre había mirado al ángel tiempo atrás.

  • ¿A qué te refieres? ¿Qué peligro puede traer el amar a otros? Yo sólo veo que eso hace feliz a los seres. No tengo nada que temer.
  • Muy bien, si estás convencido de que eso es lo que quieres, yo te lo concedo. A partir de ahora podrás saber y sentir lo que es amar a otros.

El soberano escuchó esas palabras y en ese mismo instante empezó a llorar y a sentir un profundo amor y agradecimiento por el ángel quien, sonriendo con ternura, desapareció.

El rey volvió del desierto y a partir de ese momento tuvo un comportamiento completamente diferente al que había tenido hasta entonces. Se acordó de su madre y su familia y les dio todo lo que necesitaban. En su reino no volvió a cometer actos de injusticia, trató de reparar todo el daño que había hecho y se volvió un soberano justo y benevolente pero, las cosas, en lugar de mejorar, tomaron un extraño y desconcertante rumbo.

Al mismo tiempo que él empezó a amar y a reparar los daños que había cometido por años, los habitantes del reino se dieron cuenta de las cosas que el rey había hecho, fueron plenamente conscientes de la manera déspota en la que los había tratado y el odio se despertó en sus corazones.

Gestalt_Sin_FronterasEl resentimiento en los corazones de los habitantes del reino no tuvo límites hasta que pidieron la cabeza del soberano quien fue juzgado y sentenciado a la horca. Estando ya a punto se ser ejecutado, el hombre lloró mirando a toda la gente enardecida. No eran lágrimas de pena, sino de emoción. El verdugo lo miró sorprendido y no pudo evitar preguntarle:

-¿Cómo es que a punto de ser ejecutado tienes esa mirada? No es una mirada de terror ni de odio, que es la única que conocía en ti… No puedo identificarla.

– Tal vez sea porque me siento muy agradecido.

– ¿Agradecido de morir? – le cuestionó muy sorprendido el verdugo.

– No, no exactamente. Agradecido de sentir lo que ustedes sintieron siempre por mí… es tan maravilloso este sentimiento, que, no me importa pagar por mi vida, con tal de haberlo sentido por un instante.

Como podemos ver en esta historia, nadie nunca puede saber a ciencia cierta lo que los demás necesitan. Si interferimos en el destino de las personas, aún con la mejor intención, podemos causar mucho daño. Si cambiamos nuestra idea sobre el dolor y dejamos de pensar que, simplemente, es “algo malo que se debe evitar” y lo aceptamos como algo natural, necesario e incluso valioso, podemos actuar con más consciencia, aceptación y confianza, dejando que las cosas sucedan, que las cosas… sean como deben de ser… confiando en que siempre, al final, serán para bien de las personas por mucho que parezca lo contrario. No tenemos que saber ni como, ni de qué manera será útil para el otro, de lo que debemos estar seguros es que, aunque duela, será una enseñanza y una posibilidad de crecimiento y consciencia.


La función real de la terapia en relación al dolor del pacienTerapia_Gestalt_Sin_Fronteraste

Aunque a primera vista podría penarse lo contrario, la terapia no es para quitar el dolor. La terapia Gestalt es, más bien, para acompañar en el dolor y brindar el apoyo y la confianza para que las personas se permitan, toleren, acepten el dolor, puedan trascenderlo, aprender de él y – al igual que en la resiliencia – salir fortalecidos de ello. La negación o el rechazo sólo hará más grande el dolor, más duradero, sin aportar nada bueno o muy poco.

También la terapia ayuda a disminuir el sufrimiento, que no es lo mismo que el dolor. Como mencioné antes en relación a las enseñanzas de Buda y su teoría de las dos flechas:

La primera flecha que es el dolor, es ineludible,

la segunda, que es el sufrimiento, es opcional.

El sufrimiento podemos entenderlo aquí como todo aquello que nos decimos o lo que hacemos para evadir o negar el dolor verdadero. Todos esos pensamientos que hacen más agudo el dolor: “la sal o el limón en la herida”. Ésa es la parte que se puede evitar y que el terapeuta pude ayudar a la persona a identificar, para evitarla, ayudándole a quedarse tan sólo con su dolor sin cuestionamientos, juicios, resistencias. Es decir, evitándole al paciente la segunda flecha del sufrimiento de la que Buda nos hablaba desde hace m ás de dos milenios.

En síntesis podemos decir que cuando pretendes quitar el dolor a alguien, antes que nada, debes ser consciente de que, muy probablemente, le estés despojando también de un enorme tesoro:

  • La adquisición de una valiosa herramienta de vida, que muy probablemente sólo se puede obtener a partir de dicho dolor.
  • La posibilidad de ser más consciente.
  • La oportunidad para crecer o ser mejor persona.
  • La posibilidad de trascender el sufrimiento y ser alguien superior a quien era.
  • La posibilidad de ser alguien que puede brindar a otros su aprendizaje a partir del sufrimiento.

Para cerrar se me vienen a la mente un consejo que leí en algún lugar y que iban dirigidas a nosotros les terapeutas y que lo expresaba más o menos de la siguiente manera:

No tengas tanta prisa de quitarle los problemas a tus pacientes, pues esos problemas pueden ser la llave o la puerta que les permita trascender su dolor y si te apresuras, puede que les estés arrebatando su mayor tesoro.

Nunca debemos olvidar que las cosas no siempre son tan sencillas. Que debemos reflexionarlas dos o más veces para no dejarnos llevar por el primer impulso y hacer realmente, lo que es mejor para el otro, si es que verdaderamente nos importa apoyarlo y si estamos convencidos de que merece nuestro respeto y, por lo tanto, merece que confiemos en sus recursos y capacidades.

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