Las sorpresas como despertadores de consciencia
La sorpresa, sin importar si es agradable o desagradable, puede sacarnos de los pensamientos rumiativos y enfrentarnos con la realidad comenta Pema Chödrön. Ella es una monja budista, autora de muchos libros magníficos. En uno de ellos titulado: «Empieza donde estás», nos comparte que en una ocasión, después de una larga jornada de meditación, salió de su habitación en un estado de completa paz y cuando iba caminando por el corredor, todavía con esa sensación de serenidad, miró hacia la zona de servicio de la casa de meditación y vio varios trastes sucios amontonados en el fregadero. De inmediato reaccionó y su estado de paz y divinidad se transformó en intenso enojo. La regla del lugar es que todos tenían que encargarse de lavar sus trastes después de usarlos. También había la costumbre de que cada persona, desde el primer día de los retiros, escribiera su nombre en el plato, el vaso y cada uno de los cubiertos para poder identificarlos.
Así que fue directamente hacia el fregadero y, mientras caminaba hacia allá, iba pensando quién podía ser la responsable: «Ya me imagino quién fue. No pudo ser nadie más que ella, pues es la única de entre las 8 capaz de causar semejante desorden, ¿Quién cree que se va a encargar de lavar sus platos? ¿Su madre?» Y mientras más cerca estaba, más sentía como le se acrecentaba el enojo: «Todo mundo piensa que ella tiene un gran desarrollo espiritual, pero la verdad es como si nunca hubiera meditado, es una egoísta y una desconsiderada. ¡No le importa afectar a los demás!»
Cuando llegó al fregadero tomó el plato con mucha decisión y leyó el nombre: «Pema«, y la taza decía: «Pema«, lo mismo que el vaso: «Pema» y la cuchara, el tenedor y el cuchillo: «Pema«. En ese mismo instante todo su diálogo interno se cortó y su mente se detuvo por completo tomando consciencia de las cosas, todo le pertenecía a ella. De la misma manera todo lo que había pensado acerca de otra persona, en una fracción de segundo se le devolvía a sí misma, como cubetada de agua fría.
Cómo dijimos al principio, la sorpresa, en este caso desagradable, no sólo cortó sus pensamientos y la regresó al momento presente, sino que le devolvió, como si de un espejo se tratara, a la realidad, regresándole también a ella misma, todos los juicios que había estado rumiando en contra de otra persona inocente.
¿Cuántas veces no cometeremos todos ese error? Asegurando que el otro está haciendo algo inmoral, cuando en realidad somos nosotros los que