Sólo por hoy, juguemos.

Jugamos a que hoy es el último día del año…
O, más simple aún, que hoy es el último día de nuestra vida, el único día, y que y que todos somos capaces de amábamos, de comprendernos y respetarnos como iguales.
Juguemos a soñar que podemos – ¡por fin! – dejar de juzgarnos, criticarnos y descalificarnos unos a otros para vivir libremente en la diferencia, enriqueciéndonos y apoyándonos mutuamente.
Juguemos a que, sólo por hoy, el último día, el único día, somos capaces de poner el corazón por delante, desbordado de amor y compasión por todos los seres del universo.

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Enfrentar la vida con el corazón

Si somos capaces de salir de nuestra zona de confort y aceptar el dolor y las dificultades de la vida, entonces, nuestra existencia, no se convertirá en una lucha con éxitos y fracasos, sino en una danza del corazón. ¿De qué depende? De nosotros mismos, de que tomemos consciencia de eso, que nos decidamos y que corramos el riesgo, cada vez que nos topamos con una dificultad o una experiencia dolorosa, de dejar de preguntarnos “¿por qué a mí? ¿por qué me pasa esto? Yo no me lo merezco” y nos preguntemos a manera de reflexión: “¿Para qué me está pasando esto? ¿qué es lo que puedo aprender de este dolor?”.

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