Un artículo muy interesante de Meraki que sé que te va a gustar.
«Me molesta el ruido.
El de la música alta a las tantas de la mañana.
El de dos personas que se gritan en alto las verdades a la cara.
El de los coches, en plena cuidad contaminada de voces.
El de tus labios simulando una disculpa que jamás fue capaz de pronunciar tu boca.
Pararía el mundo ahora mismo y le bajaría el volumen.
Para oírte menos.
Y así lograr escucharte mejor.»
Me molesta el ruido.
El de la música alta a las tantas de la mañana.
El de dos personas que se gritan en alto las verdades a la cara.
El de los coches, en plena cuidad contaminada de voces.
El de tus labios simulando una disculpa que jamás fue capaz de pronunciar tu boca.
Pararía el mundo ahora mismo y le bajaría el volumen.
Para oírte menos.
Y así lograr escucharte mejor.
Crecemos pensando que lo que decimos nos define, y así vamos por la vida, con miedo al qué dirán, como si se tratase de algo inmóvil, estático e inalterable en el tiempo. Como si lo que decimos no estuviese influenciado por el contexto, nuestras creencias y vivencias.
Pero, ¿qué pasa con lo que no decimos? ¿Qué pasa con lo que callamos? ¿Dónde va a parar todo aquello que no llega a ser pronunciado? Y yo no sé por…
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