Me emociona cuando una mujer que llega a consulta llena de dudas y temores, no siendo capaz de enfrentar su existencia sin la presencia de otro a su lado, después de un tiempo en el que la acompaño a ser consciente de sí misma y a utilizar sus recursos y sus capacidades, logra recuperar su fuerza, su seguridad, su confianza, su dignidad como persona y, a la vez, sentirse capaz de alcanzar cualquier cosa que se proponga.
Fui testigo toda mi vida del dolor y el sacrificio de las mujeres de casa. Fui testigo también de de su valentía y de la renuncia de muchos de sus sueños por amor a otros, por ayudar a los que amaban a lograr sus metas, aún por encima de las de ellas… Por eso hoy, me toca a mí ser su fuerza y su apoyo en el camino de regreso hacia su luz interior.
Ella camina silenciosamente, pero, bajo ese aspecto tranquilo, es todo furia, pura energia eléctrica. La mujer común es tan común como una tormenta. Judy Grahn