Otro texto de Eduardo Galeano (2008), en su libro Espejos (Ed. Siglo XXI). Espero que les guste tanto como a mí.
En la escuela me enseñaron que en el tiempo de las cavernas descubrimos el fuego frotando piedras o ramas.
Desde entonces, lo vengo intentando. Nunca conseguí arrancar ni una humilde chispita.
Mi fracaso personal no me ha impedido agradecer los favores que el fuego nos hizo. Nos defendió del frío y de las bestias enemigas, nos cocinó la comida, nos alumbró la noche y nos invitó a sentarnos, juntos, a su lado.
Me gusta este texto y me hace reflexionar lo que podemos salir ganando cuando, a pesar de los fracasos, no nos negamos la posibilidad de poder reconocer las cosas importantes que nos da la vida. Por el contrario, cuando la única manera en que nos permitimos sentirnos satisfechos y felices es a través de los «éxitos, triunfos, realizaciones, aciertos…» entonces nos estamos embarcando en un terrible riesgo: el perfeccionismo, la exigencia, el deber ser.
Si pudiésemos ser capaces de ver la vida de una manera más ligera, si nos hiciéramos el propósito de confrontar esta educación autoritaria que no nos permite fallar, ni equivocarse o cometer errores sino tan sólo aciertos, seguramente nuestra vida sería mucho más sencilla y feliz, podríamos disfrutar sin exigirnos tanto a cambio, simplemente por el hecho de ser personas, de ser humanos que se equivocan (eso es justamente lo que nos permite reconocernos como humanos y no como máquinas o cosas).
Sigamos el ejemplo de Galeano. No importa si no hemos sido capaces de sacar ni una chispita cuando hemos intentado algo. Agradezcámonos a nosotros mismos el haber tenido el coraje de intentarlo, y disfrutemos del fuego. Después de todo, ¿nos son nuestros errores los que nos permiten aprender y ver con más claridad lo que realmente necesitamos? Hay una frase muy bella (no recuerdo de quien) que dice más o menos así:

Si no fuera por la grieta que se forma en lo más profundo de la caverna, no seríamos capaces de ver la luz.
Y, desde mi punto de vista, la grieta representa nuestras fallas y la recompensa es la luz que entra gracias a ella. También, por supuesto, puede representar las crisis, las enfermedades, las pérdidas, las separaciones… todo aquello a lo que le tenemos tanto miedo pero sin lo cual, no tendríamos la posibilidad de crecer, de transformarnos, de cambiar para convertirnos en mejores seres humanos.
Atentamente:
Luis Fernando Martínez
Psicoterapeuta Gestalt.