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  1. Muchas veces el tiempo se detiene en un asunto sin concluir semejante a una mariposa muerta y ya convertida en cenizas a la que quisiéramos hacer volar de nuevo. Muchas veces las estrellas se fijan en el cielo de una pregunta a la que no hayamos respuesta y ahí permanecen como agudos puñales clavados en el firmamento. Mi barco partió hace mucho tiempo y yo me quedé varado en tierra: poco a poco y al compás de la espera de su regreso mi carne se fue consumiendo, mis huesos convirtiendo en piedra. Grande era el dolor que me embargaba, bebía gotas de veneno con cada lágrima que caía de mis ojos ¿Cuándo volvería mi barco? Y entonces un día decidí lanzarme a la mar salada y profunda entendiendo que era yo quien tenía que partir a la búsqueda de mi navío ¿Y si había naufragado? Estaba dispuesto a correr ese riesgo y aún sigo en la búsqueda. No hay territorio del mar que me sea desconocido y , tal vez, ese era el mensaje de mi barco: «¡Vé! ¡Vive! ¡No te quedes atado a mí!» Porque después de todo un barco es un medio para llegar y nunca un destino.

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