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El mayor de mis miedos

A todos aquellos que tienen el coraje de enfrentar su miedo a ser diferentes. 

Todos conocemos bien al miedo desde que nacemos, vivimos en su compañía durante toda nuestra vida con formas e intensidades muy diversas. No son los mismos miedos que se experimentan en la infancia a los que se experimentan en la adolescencia o en la vida adulta cada uno de ellos tienen un objetivo diferentes.

Señor, haz que me sienta tan incómodo que sea capaz de hacer lo que más temo. 

Miedos infantiles

terapia_gestalt_trabajo_miedosCuando era niño le temía  al coco, al robachicos,  a las arañas, los ratones y a los gatos que aparecían sorpresivamente en la escalera del patio, en medio de la noche, mientras yo intentaba subir al cuarto de la abuela. Al ver aquellos ojos verdes brillando en la obscuridad, mirándome fijamente, salía corriendo,  buscando la protección de mi mamá.

Otro miedo que recuerdo de la infancia era extraviarme, que no me encontraran y que yo no supiera qué hacer ni a donde ir. Eso me hacía sentir verdaderamente vulnerable. Era un miedo por la  sobrevivencia.

Cuando iba de visita a casa de mis tías, odiaba la época de la semana santa porque me daban mucho miedo los Güegüenches, – hombres disfrazados con extrañas ropas y con máscaras, acompañados por otros hombres más jóvenes vestidos de mujer-, ver esa extraña coreografía, me generaba miedo y confusión. En cuanto los escuchaba a lo lejos en medio de música, tambores y murmullos de gente corría a esconderme detrás del sillón de la sala.

Para quien quiera tener una idea más clara de quienes eran los güegüenches, pueden ver el siguiente video, y podrán entender el porqué de mis miedos.

Definición de Güegüenche: m. . Méx. Cada uno de los viejos que dirigen las danzas de los indios en las romerías.

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Otros miedos infantiles

Fui creciendo y algunos miedos fueron desapareciendo con la edad, pero otros se fueron presentando.

Aprendí a tener miedo de sentir vergüenza si hacía el ridículo por ejemplo, de  no saber jugar al futbol, cuando era algo que  cualquier niño debería saber hacer en la primaria.  Pero ese no era el miedo más grande, sino es que mis papás o mis hermanos descubrieran que  yo prefería jugar con las muñecas y los juguetes de mis hermanas mayores (yo era el menor después de 7 hermanas).

Cuando mis hermanos o mis papás me descubrían jugando con las muñecas, gestaltme  decían con tono de burla y de regaño: «¿Qué haces con eso? ¿Qué no ves que esas son cosas de jotos y maricones?»

Yo no sabía lo que eso significaba,  pero de cualquier manera me sonaba horrible y me generaba mucho miedo ser un joto, un maricón o mariquita, no porque supiera si realmente eso era malo o no, sino porque sabía que eso sería motivo de reproches, regaños y burlas por no ser lo suficientemente «hombrecito«.

El peor de mis miedos: ser diferente a los demás

Entrando a la adolescencia, terminé de darme cuenta que yo era un chico diferente a los demás: me gustaban otros juegos, otras actividades, era distinto en mi manera de ser, de sentir y de actuar. Pero, la diferencia que más me avergonzaba, me confundía y me atemorizaba, era que a mí no me gustaban las mujeres, a mí me gustaban las personas de mi mismo sexo y eso, según me habían enseñado en casa, era un pecado, o como decían mis padres, una aberración y una vergüenza.

gestaltSignificaba que yo era lo que tanto había temido, desde la primera vez que se lo había escuchado a mis hermanos y a mi papá, que era un joto, un  maricón,  un puto, o, como sabría más tarde, que era homosexual.

Junto con el miedo de ser diferente, llegó el miedo orientación_sexual_homosexual_terapia_gestalta ser rechazado y ser juzgado, a que todos me despreciaran, a que me dejaran de querer y a condenarme por todo ello.

Y aunque era algo que no había decidido, que sabía que era así desde que tenía uso de razón, no sabía como defenderme por ser quien yo era.

Le rogaba a Dios todos los días para que me ayudara a cambiar, anhelando que, con la edad, eso se me fuera quitando y me convirtiera en un joven normal, pero como era de esperarse eso nunca ocurrió.

La única salida que encontré fue el auto exiliarme a un mundo de silencio y soledad. No quería ser despreciado ni lastimado, por eso oculté mi pecado suplicándole a Dios que nadie lo descubriera, que me permitiera llegar a ser lo suficientemente grande, para poder huir algún lugar donde no me conocieran y no tuviera que enfrentar el juicio y la humillación de los demás.

No tenía que esperar a morir para irme al infierno, mi propia vida, a partir de ese momento, se convirtió en un purgatorio que no podía compartir con nadie para sentir al menos, un poco de consuelo, al ser algo tan terrible y condenable, tenía que vivirlo sin el apoyo de nadie,  en la más completa soledad.

Lo que yo sufría en esa época, es lo que hoy se denomina bullying (acoso),  pero yo estaba lejos de imaginar lo que era eso, ni  cómo lo debía manejar. Lo único que yo sentía era el dolor de ser rechazado por mi familia, mis compañeros y, lo más difícil, de rechazarme a mí mismo y no sentirme un niño valioso, por el simple hecho de no ser como los demás.

El sufrimiento sirve para saber que algo está funcionando mal en nuestras vidas. Todo aquel que permite que un malestar constante comparta su vida, no ha comprendido el mensaje. 

El paso a la adolescencia

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Así, pasé del purgatorio de mi infancia, al infierno de mi adolescencia.

Cuando era niño, no era tan frecuente tener que expresar si me gustaban las niñas, pero a partir de la secundaría, era algo que me preguntaban, cada vez, con mayor frecuencia.

Empecé a a ser señalado por mis pares como raro y también comenzó el acoso, cada vez mayor,  a través las burlas de mis compañeros, por negarme a participar en sus juegos de parejas o por no intentar llegarle a alguna compañera para que fuera mi novia.

Pronto fue evidente que a mí no me interesaban las mujeres y me gané el apodo de: güero maricón, que era lo más ofensivo que había escuchado desde que mis hermanos me llamaran mariquita por jugar a las muñecas a los seis años.

Me sentía terriblemente avergonzado y humillado cuando los demás se reían y me señalaban, nuevamente quería salir huyendo y desaparecer pero  no podía hacerlo, no había nada que hacer, sólo seguir soportando aquella situación, día con día, semana con semana, durante años, en el silencio más desolador.

La estrategia de pasar desapercibido o actuar como los demás

Traté entonces de aparentar que yo era como los compañeros que se burlaban de mí, pero era demasiado tarde. Los adolescentes pueden llegar a ser muy crueles si se lo proponen, y, de ese apodo, vienieron otros igual o más de ofensivos: güero puto, qué alegre va María, etc.

La vez que más humillado me sentíorientación_sexual_homosexual_terapia_gestalt_sí fue una mañana que mis compañeros me vieron desde una ventana del salón, caminando por la calle al lado de una de mis hermanas, y sin importarles que iba con ella, me gritaron: ¡güero maricón! Al escucharlos,  la sangre se me subió a la cara, todo mi cuerpo se puso tenso y sentí que me paralizaba.

Mi hermana, sorprendida, volteó y me preguntó: ¿A quién le dicen tan feo? yo  contesté en voz baja: no lo sé, y lo único que pude hacer fue caminar lo más rápido que pude para llegar a la entrada de la escuela y alejarme de ella, temiendo que descubriera que era a mí a quien llamaban de esa manera tan humillante.

Mi vida se fue volviendo cada vez más difícil. No me sentí a gusto en la escuela pues no sólo tenía que soportar las burlas en el salón, sino también, en la clase de educación física, donde no tenía habilidad para los deportes y eso me hacía más vulnerable, pues era un motivo más de que algunos de mis compañeros me humillaran e hicieran bromas hirientes delante de todo el grupo.

Puedes decidir alimentar el sufrimiento y lo harás si te niegas a comprender la responsabilidad que tienes en él, o bien, puedes experimentarlo y utilizarlo como una guía de información que no tiene precio, para generar los cambios que son necesarios en tu vida.

El papel de los adultos y mis amigos

Otra cosa que ahora me pregunto es, ¿y qué hacían los adultos? ¿sería acaso que ninguno de los profesores o prefectos de la escuela se daban cuenta de lo que pasaba? los juegos humillantes que hacían mis compañeros, a mi costa, eran cosa de todos los días y a todo momento, ¿cómo es posible que ninguno se diera cuenta? Sería quizás, que preferían no ver para no tener que intervenir, o que creían también, que yo era un niño raro y que era el precio  que tenía que pagar por no ser como los otros,  no lo sé.

Es cierto que yo no estaba del todo solo, tenía a mi grupo de amigos, que eran, generalmente, los aplicados del salón, los más serios y menos agresivos, sin embargo, cuando los otros comenzaban con sus agresiones, ellos se alejaban o se mantenían en silencio, incluso se reían de lo que pasaba. No participaban en la agresión, se limitaban a ser testigos  de lo que ocurría y se volvían cómplices con su silencio, lo que me hacía sentir más solo y humillado.

Las consecuencias del abuso 

Como resultado de haber vivido todo aquello sin contar con el apoyo de nadie,  me fui sintiendo cada vez más inseguro, perdiendo la poca confianza que tenía en mí, y toda la energía que me quedaba, la utilizaba en tratar de hacerme invisible y no ser tomado en cuenta, para evitar sufrir más humillaciones, sí, todo lo que yo quería era desaparecer del mundo y no tener que seguir pagando el precio por ser diferente. Pero, como desaparecer era imposible, si quería sobrevivir, nadie podía saber quien era yo realmente.

Ni mis padres, ni mis hermanos, ni ningún otro miembro de mi familia, imaginaban lo que yo vivía.  Cómo me hubiera gustado haber podido confiar en alguien de ellos para poder contarle lo que estaba viviendo, para desahogarme o pedirle ayuda, pero no me atrevía, tenía miedo de que también ellos me rechazaran, por eso preferí callar y evitar que se enteraran.

El único refugio que me quedaba ahora era mi imaginación. Me encerré en juegos solitarios, en la lectura y también descubrí el refugio y el consuelo que me ofrecía la escritura, inventando personajes e historias donde podía vivir, a través de ellos,  experiencias diferentes a las mías,  en lugares muy lejanos de todo ese dolor.

Y todo esto ocurría cuando yo no pasaba aún de los doce años de edad.

 El peor de mis miedos en la juventud

El sufrimiento y el miedo no son un castigo, son parte un proceso natural de la vida, que tienen la función de ayudar a dar el gran paso a lo desconocido. 

miedo_reconocer_homosexualidad_terapia_orientación_gestatlAntes de cumplir 18 ya no podía controlar más mis impulsos, sentía que me volvía loco, no sabía qué hacer, ni como actuar y  todo se salió de control.

En mi primer año de universidad, sin esperarlo ni planearlo, cometí el error de enamorarme de mi mejor amigo, un chico divertido, rebelde, popular, con el que, por primera vez, me sentía seguro, protegido y apreciado. Era un respiro para mi alma, después de tantos años de sentirme perseguido.

En alguna ocasión que nos escapamos a la playa,  en medio de la clandestinidad de la noche, tuvimos contacto por debajo de las sábanas, en medio del silencio de la noche, aparentando ambos, que no nos dábamos cuenta de lo que pasaba.

La experiencia con mi amigo, me generaba una mezcla de emociones: miedo, ansiedad, terror, deseo, felicidad,  era algo que me quemaba y que no podía controlar. Pero todo eso terminó muy pronto  cuando mi mejor amigo, un día, regresando de aquel maravilloso viaje,  me llamó en privado y me acusó de tener el alma podrida, exigiéndome que no que me volviera a acercar ni a él ni a su familia.

Sentí que el mundo se me veníaterapia_gestalt_orientación_homosexual encima. Toda la felicidad que había sentido con él, se convirtió de nuevo en dolor y amargura. Mis temores de la infancia, se volvían ahora realidad con la persona que más me importaba, a quien más quería y con quien más seguro me sentía.

Salí corriendo de la universidad y entré a la primera iglesia que encontré. Vi a un sacerdote en la puerta y le pedí, con voz angustiada, que me confesara. Era la una de la tarde, lo recuerdo bien. Ahí, en medio de la acera, el cura me  preguntó, con un tono tranquilo y una actitud de interés,  porqué estaba tan desesperado.

Yo sentía ganas de llorar y de gritar, apenas podía articular las palabras. El sacerdote me tranquilizó, al ver mi estado,  imaginó de qué se trataba y me preguntó, antes de que yo pudiera decir nada, si había tenido contacto con algún compañero y le dije que sí con la cabeza; me preguntó si había habido penetración, esta vez no comprendí qué me quería decir, y asustado por las palabras del cura, negué con la cabeza. «¿fue entonces sólo contacto genital?», de nuevo, sin entender muy bien, le respondí que sí.

Él me tranquilizó de nuevo, me pidió que tratara de calmarme y me explicó que algunas personas nacíamos así, y que no había nada que hacer más que aguantar y resistir, que era necesario resignarse y tratar de controlar, lo más que pudiera, esos impulsos  o ser moderado cuando mis impulsos fueran más fuertes que yo.

Lo escuché sin entender lo que me decía y no supe qué responder. Él, de manera amable,  me dijo que quisiera hacer algo más por mí, pero que no vivía en México, que radicaba en Kenia y se marcharía al día siguiente, pero que podía escribirle si quería. Yo asentí, y el cura se marchó, sin decirme a dónde es que le podía mandar las cartas, en caso de que decidiera hacer lo que me proponía.

Me quedé solo, en medio de la calle, sin saber qué más hacer para no sentirme tan mal. Después de mucho reflexionar,  me di cuenta de que  había llegado el momento de  acercarme a alguien de mi familia y, a pesar de mi miedo, intentar confesarle lo que me pasaba.

Encontrar el apoyo de un miembro de la familia

Mi hermana Elizabeth era cuatro años mayor que yo y pensé que ella era en quien más podía confiar. mujerCuando todo esto pasó, mi hermana no debía pasar de los 23, era estudiante de psicología en la UNAM, y hacía muy poco que se había marchado de la casa buscando su propio camino.

Ella también era, de alguna manera, diferente, pues se había ido de la casa familiar antes de casarse, lo cual, no era muy bien visto. Yo me llevaba muy bien con ella, siempre había sido mi modelo y me apoyo, por eso pensé, que si alguien me podía comprender en esos momentos, era ella.

Cuando llegó,  me solté llorando, me preguntó qué pasaba y yo, sin más preámbulo, le dije que no me gustaban las mujeres y que por eso tenía mucho miedo.

Mi hermana  me tranquilizó y me dijo que ya lo sospechaba desde hacía tiempo. Yo la miré sorprendido, pues no me lo imaginaba.  Ella me preguntó si me gustaría ir con su psicoanalista para que me ayudara a resolver mi problema y yo acepté,  me sentí aliviado al sentirme nuevamente comprendido por mi hermana y porque no me hubiera rechazado a mesar de que yo me sentía como un monstruo. Por esa razón, yo estuve dispuesto a hacer lo que ella me dijera para resolver de una vez por todas, este dolor que había arrastrado yo solo por años.

Inicio del psicoanálisis

terapia_gestalt_orientación_sexual_homosexualCuando empecé mi primer proceso terapéutico, me generó mucho alivio el saber que por fin podía expresar a alguien mis miedos, mi vergüenza, todos los sentimientos que había reprimido y  toda esa soledad en la que había vivido 18 años. Poder hablar de ello, me ayudó a encontrar un poco de calma después de haber tenido que enfrentar todo eso en la soledad.

El psicoanalista era un hombre de 36 años y estuve con él  durante aproximadamente 4 años. Algunas cosas funcionaron bien en el proceso, aprendí a conocerme más y a expresar lo que sentía, pero hubo dos detalles que hicieron fracasar la terapia al desviarse por el camino equivocado: el primero, que el terapeuta quiso «curar mi enfermedad«, no sé si por ignorancia o por conveniencia, él logró convencerme durante cuatro años que «mi problema» tenía solución, cuando él debía saber, como psicólogo, que la homosexualidad no tiene cura, al no ser una enfermedad, no es algo que pueda curarse. (ver también, carta de Freud a la madre de un homosexual)

La segunda gran falla de este proceso psicoanalítico fue el que mi psicoterapeuta me dijera, una sesión en la que yo le estaba expresando lo vulnerable y solo que me sentía, que estaba enamorado de mi y me sedujera.

Él era un hombre casado, con hijos, ex compañero de uno de mis hermanos en el seminario y, como ya se ha dicho, también era el psicoanalista de mi hermana, quien, con su mejor intención, me había puesto en sus manos, pero nada de esto lo detuvo para desahogar sus instintos homosexuales, tal vez reprimidos hasta ese momento,  con uno de sus pacientes, un joven de poco más de 20 años, confundido y asustado, que había acudido a él en busca de apoyo.

Si algo había logrado avanzar en mi proceso, lo sucedido me llenó de nuevo de vergüenza, dudas, desesperación. Es la única etapa en la vida en que pasó por mi mente acabar con mi vida. Era el resultado de mis miedos, mi  vulnerabilidad y la falta de apoyo, pues ni siquiera me sentía capaz de hablar de lo que estaba pasando con mi hermana, ella admiraba al psicoanalista y era quien me había mandado con él, no me sentía con el valor de defraudarla y hacerla sentir culpable por lo que estaba pasando.

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Después de más de un año de estar viendo esta situación con el psicoanalista, decidí buscar ayuda y asesoría con otras personas hasta que llegué al consultorio de otra psicoanalista que había sido mi maestra en la universidad.

Le conté todo y le dije como me sentía con lo que había pasado con el anterior psicoanalista. Ella me contestó que yo no tenía porqué sentirme avergonzado, que el responsable de todo era el terapeuta por no haber actuado de manera ética, yo era la víctima y no era culpable de lo sucedido.

Con su ayuda, pude enfrentar a mi primer terapeuta y denunciarlo ante su asociación. También fui capaz de hablar con mi hermana de lo sucedido, con mi sobrino y con mi novia de ese entonces, que también habían llegado hasta el consultorio del psicoanalista y a quienes él, todavía, les decía que el responsable de todo había sido yo, sin ser capaz de reconocer su responsabilidad de los hechos.

De una u otra manera, poco a poco, en la medida que era capaz de enfrentarme a mis miedos, estaba pudiendo avanzar en mi proceso para llegar al encuentro de mí mismo. Pero todavía faltaba mucho camino por recorrer.

Una segunda oportunidad

Cuanto más incómodo te sientas, más urgente es tu necesidad de cambiar algo en tu vida en relación a lo que te está molestando. 

Finalmente pude salir de esa relación y empecé un nuevo proceso con la segunda psicoanalista. Ella me ayudó a  perdonarme por lo que había vivido en el proceso anterior  a recuperar la confianza en mí. También me apoyó para avanzar en muchas áreas de mi vida, pero en lo que no me pudo ayudar, fue en relación al tema de la homosexualidad, por el que yo había iniciado todo este camino de búsqueda.

Ella estaba convencida de que mi  homosexualidad era una «homosexualidad reactiva«aceptación_homosexual_terapia_gestalt generada por mi deseo por las mujeres de casa. Como eso me generaba mucha culpa, me explicaba la psicoanalista, me había refugiado en la creencia de que me gustaban los hombres, pero que yo podía superarlo y, al lograrlo, podría vivir una  vida heterosexual. Nuevamente decidí confiar en lo que otro me decía y, por muchos años, me esforcé por ser quien en realidad no era.

Como durante todo este tiempo yo no perdía la esperanza de no defraudar a mi familia y confiando en  la buena voluntad de mi terapeuta para a cambiar, después de lo que ella había hecho por mí al ayudarme a salir de mi experiencia con el anterior psicoanalista,  decidí intentar lo que ella me proponía, pero, después de un largo proceso que duró muchos años,  tuve que reconocer que nada de lo que yo hiciera o hicieran los demás para que yo me convirtiera en la persona que, según otros yo debía ser, yo seguiría siendo, LA PERSONA QUE YO ERA, aunque eso significara defraudar a muchos – entre ellos a mi familia – por no cumplir con sus expectativas.

Mi encuentro con la Gestalt:

Perder  EL MIEDO DE SER YO MISMO

Terapeutas_gestaltCansado de tanta búsqueda, la cual había iniciado casi una década atrás -estaba a punto de cumplir los 30 años-, llegué, al fin, con una psicoterapeuta gestalt.

A ella le conté toda mi historia desde el principio. Le hablé de mi dolor, mi vergüenza, de mis miedos y de mi negación a aceptar mi homosexualidad por no atentar los valores de mi familia, de mis experiencias con el primer psicoanalista de mi hermana y de las hipótesis de mi segunda terapeuta en relación a mi homosexualidad  reactiva para ocultar mi deseo por mi madre y mis hermanas.

Ella me escucho atenta y empatía, me dijo que imaginaba cómo me sentía después de haber luchado tanto y haber vivido, prácticamente solo, todo ese infierno. Yo le agradecí su actitud y sus palabras, la percibí honesta y eso me hizo sentir más seguro y protegido que nunca por darme cuenta de que ella, que me acababa de conocer, sí me comprendía.

Lo que pasó con ella me hizo confiar en que, esta vez, podía encontrar un camino para darle una solución de verdad a mi sufrimiento de tantas décadas, y no me equivoqué, así fue. ¿Cómo ocurrió? creo que desde el momento en que ella planteó la pregunta correcta. Me dijo que todo mundo me había dicho toda la vida quien era yo, lo que tenía que ser y hacer… y después, con la mayor sencillez del mundo, me preguntó:

Eso quieren los demás, que tú seas heterosexual, ¿pero y tú qué quieres? ¿qué es lo que deseas en este momento de tu vida? ¿qué es lo que a ti te gusta?

Yo me sorprendí con su pregunta, luego reaccioné y sin dudarlo, le contesté:

-A mí me gustan los hombres, siempre lo he sabido, desde que estaba en la primaria o tal vez desde antes… Si de mí dependiera, yo elegiría ser homosexual. 

Pues entonces, ya tienes la respuesta. Ese eres tú hoy. Lo que decidas ser mañana será otra cosa. Hoy por hoy, eres homosexual y te gustan los hombres.

La miré desconcertado. ¿Así de sencillo se resolvía todo? ¿aceptandorelación_homosexual_orientación_terapia_gestalt quién era yo y qué quería más allá de lo que dijeran los demás? ¿y para eso había pagado 15 años de terapia? ¿para eso había enfrentado tanto dolor? ¡¿Por qué Dios no me había ayudado a encontrar antes a esta persona?!

Sin embargo, si la vida había decidido que yo pasara por todo lo anterior antes de toparme con esta persona, seguramente era por algo, porque tenía que aprender de todo lo anterior.

Parecía que llegaba al final de mi búsqueda, la eterna búsqueda de saber quien era yo y,paradójicamente, yo era la que siempre había sido, no la persona que los demás deseaban, querían o necesitaban que yo fuera. El tratar de ser como otros decían que tenía que ser, era lo que realmente me había confundido y causado tanto daño.

El principio de una nueva vida

terapeuta_gestalt_orientación_homosexual_apoyoGracias a que, a partir de ese proceso gestalt, pude aceptar quien era yo y ser feliz con ello, pude también hacerme responsable de mí mismo y  las cosas empezaron a cambiar radicalmente. Así fue como pude empezar una nueva vida, más real, más plena, más auténtica, más feliz.

Mi proceso en la gestalt fue como volver a nacer y mi terapeuta era quien me acompañaba en mi nuevo parto, por ello, siempre le estaré eternamente agradecido, pues me devolvió la libertad y me ayudó a aceptarme a mi mismo que es el mayor regalo que se le puede dar a una persona.

Gracias también a mi proceso, pude trascender otros mis miedos: a decepcionar a los otros, a sentirme rechazado, a que me dejaran de querer por ser quien era, a sentirme avergonzado por mi orientación homosexual

Gracias a la gestalt y a la aceptación incondicional de mi terapeuta, pude ser consciente de que  no tenía que sentirme avergonzado por ser quien era, que yo podía defender ese derecho y sentirme digno y feliz, que merecía encontrar a la persona que quisiera y sentirme en paz con ello, sin importar que fuera alguien de mi mismo sexo.

Desde entonces el miedo,  mi másterapia_gestalt_orientación_homosexual fiel compañero, dejó de convertirse en mi enemigo, para convertirse en mi mejor aliado.

Él ha estado conmigo en momentos de debilidad y sufrimiento, pero, también, me ha ayudado a reconocer que soy más fuerte de lo que creo y que me puedo fortalecer cada vez que lo desafío, cada vez que tengo el coraje de dar un paso más… en mi camino de desarrollo personal.

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12 comentarios

  1. Hola luis fernando. Antes que nada gracias por compartirnos tu historia y tu lucha creeo que muchos nos hemos sentido identificados con lo que narras. Permíteme expresarte un poco lo que me está pasando en estos momentos con el fin de que me puedas ayudar o das un consejo. Tengo 22 años. Hace aproximadamente dos años salí del closet con mis padres. Desde que tengo uso de razón siempre me han gustado los hombres , siempre fui y me he sentido diferente a los demás . Nunca acepte mi ya clara realidad toda la vida he luchado en ocultar esto solo. A raíz de esto quise buscar una salida a todo esté infierno y la encontre desafortunadamente en las drogas. En una ocacion me encontraba drogado y me empeze a poner muy mal no podía respirar, empeze a sudar, el corazón me latía a mil por hora, se me adormecio todo el cuerpo en fin pensé que me estaba muriendo. Paso todo eso y días después ya sin el efecto de las drogas se presentaban los mismos síntomas sin avisar en el lugar y en el momento menos inesperado. Al notarlo mis padres me llevaron al médico , el médico me canalizó con una psicóloga y el resultado fueron ataques de pánico; así es perdí el control sobre mis emociones y sobre mi mismos. A raíz de esto tuve que confesar lo que me tenía así. Mis padres se enteraron de mi homosexualidad y meses después todo siguió igual. Los ataques continuaron, mis padres hicieron que lo que escucharon fue un mal chiste y no se volvió tocar el tema. Hace unos pocos meses encontre una terapeuta que me está ayudando mucho mis papas se están informando yo estoy médicado para controlar los ataques y la ansiedad . En cuanto a mi familia todo parece ir por buen camino lo están aceptando muy bien me están apoyando el problema aquí ahora soy yo. Algo no me termina de cuadrar es cómo si lejos del apoyo y la comprensión que ahora tengo me negara a aceptar mi realidad lo que soy. Nunca pensé estar tan mal por dentro. Me aterra defraudarlos me aterra ver que por más esfuerzoz que hago no terminó de aceptarme. En realidad no se que es lo que me da tanto miedo. Se supone que todo en mi debería estas mejor. Pero no consigo estar en paz comigo mismo y eso me provoca mucha rabia y ansiedad no se que estoy haciendo mal. Mi terapeuta dice que el proceso de aceptación es un proceso largo. Ayuda no se que más hacer no me siento feliz mi con mi sexualidad mi con lo que soy. Que hago para aceptarme por completo y estas en paz ser feliz. He tenido la oportunidad de enamorarme de tener una relación pero algo me sigue deteniendo aún me averguenz que me gusten los hombres. Todo esto es muy complicado y contradictorio al parecer todo mejora a mi alrrededor pero yo por dentro me siento igual o peor que al principio. El problema soy yo lo se. Espero que me puedas ayudar, das un consejo lo que sea te lo agradeceré eternamente. Te mando un saludo. Gracias.

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    1. Ramón:

      ¿Cómo estás? gracias por todo lo que me compartes. ¿Sabes algo? te escucho y haces que recuerde mucho mi historia. También para mí fue muy largo el proceso de aceptación. ¡Tenía tanto miedo de decepcionar a mi familia! Afortunadamente, lo que más me ayudó, fue encontrar a una terapeuta que me aceptara INCONDICIONALMENTE. Ella nunca me juzgo, no me cuestionó. Todos los terapeutas con los que había estado antes de estar con ella, intentaban «curarme», por lo tanto, el mensaje que me enviaban, era que estaba «enfermo».
      Esta terapeuta gestalt, poco a poco me fue demostrando que ella realmente no me juzgaba, me aceptaba y me valoraba más allá de mi orientación sexual, mi profesión, me nivel social, mi nacionalidad… ella me aceptaba como persona y punto.
      Cuando encuentras a alguien que no te cuestiona, que te aprecia, que te valora, es muy difícil que te sigas resistiendo y dices algo como: «si esta persona me acepta y no me juzga, si me valora, debe ser porque no soy tan mala persona y, entonces, tal vez yo también me deba aceptar».
      Es un proceso que se lleva su tiempo, sí, el tiempo que tú decidas tomarte para dejar de juzgarte a ti mismo y seguir sintiéndote culpable. ¿Qué te quiero decir con eso? que al final, es tu vida y es tu decisión. Mientras más tiempo te tardes aferrándote a que no debes desilusionar a los otros, aún pasando por encima de ti, más tiempo tardarás en sentirte bien contigo menos y menos tiempo tendrás para gozar de la vida. Es tu elección, mi estimado Ramón. Yo, logré liberarme de mis cadenas mentales poco después de los 30. Con todo y que ya no era un niño o un adolescente, creo que fue una buena edad para empezar a vivir. Ahora, 20 años después, me siento pleno y feliz, y muy orgulloso de mí por haber enfrentado mi realidad, haberme aceptado, y haberme dado la posibilidad de ser una persona plena y dichosa al lado de la persona que más he amado en mi vida y que más me llena.
      Te lo repito una vez más… tárdate el tiempo que quieras… al final… ES SÓLO TU DECISIÓN, pero el tiempo que tardes en soltar tus cadenas, será el mismo en el que pierdas la posibilidad de vivir verdaderamente y disfrutar de la vida… ¿qué es lo que quieres hacer?
      Te mando un abrazo y ¿sabes qué? te tardes lo que te tardes, yo te considero alguien valioso y te respeto. No te voy a juzgar, aunque sí lamentaré que pierdas tiempo valioso para ser feliz, porque te lo mereces.
      Un abrazo.

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  2. HOLA Sabes acabo d terminar mi preparaciòn como psicoterapeuta Gestalt y ahora estoy en la especialidad de adolescentes, ya tengo 7 pacientes y tuve a un sr con una celotipia cevera, una muchacha q habia sido violada y 3 mas con conflictos internos, pero la semana pasada me llego un homosexual con su pareja q ya no quiere estar con èl… buscando respuesta encontre tu articulo ERES REALMENTE AFORTUNADO, UN REY UN ANGEL y LA PAZ PARA MUCHA GENTE!!! T ADMIRO Y T MANDO UN GRAN ABRAZO G R A C I A S tus palabras y enseñanza de vida me abrio mucho los ojos para dar mi terapia!!!!! Montserrat Brù

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    1. Me da mucho gusto, Montserrat, es importante saber que, cuando se encuentra sentido al propio sufrimiento, no sólo nos fortalecemos y salimos ganando los que vivimos esas experiencias sino que tenemos la posibilidad de ayudar a otros, como es mi caso. Te deseo muchísimo éxito en los procesos con la pareja homosexual y con todos los demás. Felicidades porque parece que vas muy bien.
      Te puedo ofrecer, si en algún momento te interesa, asesoría con tus pacientes. La ofrezco a través de correo electrónico o bien, a través de Skype, acordando, previamente, el día y la hora. El costo de la asesoría es por sesión y se trabaja una vez a la semana.
      Un beso.

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  3. Luis Fernando, una vez más te saludo con mucho gusto. Ya leí tu respuesta a mi comentario anterior, sobre los baobabs y las distorsiones cognitivas, ¡muchas gracias!

    Debo decir que este relato sobre los miedos me pareció bañado por una sinceridad enorme, la cual siempre se valora. ¿Ya ves? Después de tantos años de sufrimiento, angustia y miedo, ahora puedes sentirte liberado de todas esas ataduras y cadenas que OTROS pusieron (o intentaron poner) en ti.

    Cierto es que, cuando niño, uno NO comprende algunos conceptos establecidos socialmente y sólo se pretende encajar en lo que «es correcto», y cuando la realidad no coincide con lo que nosotros somos, llega esa frustración, esa vulnerabilidad de la que hablas.

    Creo que muchas personas (no sé si todas) llegamos a crecer con miedos por alguna cuestión, y eso va mermando nuestro comportamiento, nuestras ganas de relacionarnos con los demás, nuestro desempeño y, lo más triste, nuestra seguridad en nosotros mismos. Te lo digo por experiencia, aunque no viví una cuestión como la tuya, sí tuve otra que a lo largo de mi vida ha sido factor de temor e inseguridad: el aspecto físico.

    Cuando uno no es «normal» o se sale un poco del estándar de lo que «debería ser» o de lo que es considerado «perfecto», también se sufre mucho rechazo. Eso me tocó vivir a mí y, ciertamente, desde niña fui retraída, pensaba que nunca nadie me iba a querer, que nadie podría ser capaz de VER MÁS ALLÁ de lo exterior… y aquí es donde cito una frase del autor de «El Principito», precisamente, y que bien conocerás: «Sólo con el corazón se puede ver bien, lo esencial es invisible a los ojos». Esa ha sido mi premisa durante años… y ahora la creo más firmemente que nunca.

    Las personas que tienen ojos en el corazón son las que realmente podrán mirarnos como realmente somos, más allá de pretensiones sociales, de conceptos establecidos sobre lo bueno y lo malo, de ideas ficticias de perfección, de barreras que limitan… Y yo sé que, aún a lo largo de nuestras tormentosas experiencias, hubo gente que estuvo ahí queriéndonos y valorándonos por lo que somos, aunque a veces uno se cierra en sí mismo creyendo que su dolor es el único y el más grande.

    Y bueno, al respecto de los miedos, permíteme compartirte a ti y a las demás personas que lleguen a leer este comentario, un video sobre los miedos… que muchas veces suelen estar sólo dentro de nosotros, impidiéndonos vivir la vida de la manera en que realmente anhelamos vivirla. Aquí el link de YouTube:

    Espero te guste. Quizá ya lo conozcas, incluso, pero no está de más.

    Y bueno, a seguirnos despojando de los miedos que paralizan, los que no aportan nada a nuestro crecimiento personal y sólo lo merman. A seguir amando, luchando, sonriendo y viviendo, que nadie va a venir a hacerlo en lugar de nosotros.

    ¡Enhorabuena!

    ¡Adiós miedos!

    Saludos, Luis Fernando.

    – Laura

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    1. Laura, debo confesarte (y enfrentar el miedo de mi vulnerabilidad… nuevamente) que el video, de poco más de un minuto, me puso la carne de gallina y me arrancó las lágrimas… cuantas veces no me he sentido justo así… y he hecho lo mismo, primero de echar paso atrás, evaluar la circunstancia y dar el brinco. Y, después de eso, sentirme transformado, con más fuerza, más confianza y mas seguridad… pero el miedo, se va momentáneamente, para regresar siempre… SIEMPRE!! Es el eterno compañero del hombre y, seguro tú también sabes porqué… él es nuestro GRAN MAESTRO. Está ahí para ponernos las pruebas que necesitamos, justamente, para hacernos siempre más fuertes… una vez que lo trascendemos y lo enfrentamos, el sonríe satisfecho y feliz, pues ha logrado su objetivo de ayudarnos a desarrollar nuestra confianza y nosotros, nos damos cuenta de que eso que nos daba tanto miedo, era, en gran medida, una ilusión creada por él mismo para ponernos a prueba y ayudarnos a fortalecer esa confianza en nosotros y en los demás. Cuando lo descubrimos, también volteamos a mirar el mido, le sonreímos con complicidad y, algo muy importante que no debemos olvidar, le damos las gracias por la enseñanza y el regalo que nos ha dejado, el de ser más fuertes, más capaces, el tener más confianza personal.
      No te pierdas el próximo artículo que ya tengo casi terminado y que habla justo de esto… de enfrentar el miedo para fortalecer la confianza.
      Como siempre, un beso con mucho cariño y con agradecimiento por enriquecer los artículos en particular y el blog en general, con tus conocimientos, tus reflexiones y tus experiencias personales, siempre llenas de autenticidad y valentía.

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  4. Muy impactada e impresionada quedé de leer tu historia, parece mentira, jamás imaginé que hubieras pasado por tanto dolor. Me conmueve mucho y me hace entenderte. Gracias por compartirla, por ser un ejemplo de que sí se puede. Eres valiente, muy valiente.

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  5. MI muy querido Luis, que cosa tan bella y tan dura he leido, me encanta saber más de ti, que dificil el saber lo que sufriste en tus primeros años de vida. Si antes te admiraba hoy te SUPER ADMIRO!!!, yo hoy se como vives, para que vives y sobre todo como disfrutas y nos haces disfrutarte, en tus lecturas, en tu compañía, en tus experiencias, en tu amor a la vida y a tu gran amor Axa… solo tengo que decirte MIL GRACIAS por ser como eres, a mi me encantas quien eres y como eres. TE QUIERO MUCHO

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    1. Gracias, querida. Ya te lo dije por teléfono y te lo repito, hoy, tus palabras, más que nunca, son un consuelo y un regalo para mí. Todo esto que pasé, valió la pena, y por ser quien soy y tener a la gente que hoy tengo cerca, hoy lo volvería a vivir cuantas veces fuera necesario. Gracias por tu amor y tu cariño, ya sabes que tú cuentas con el mío hoy y siempre.

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