Sanar el pasado con los recursos del presente

Sanar en el presente, las heridas del pasado

La necesidad real es un abrazo, pero si solo estoy dispuesta a recibirlo de una persona en específico aunque el o ella no estén dispuestos y yo me niego a buscarlo con nadie más, ya no hablamos de necesidad, hablamos de NECEDAD.

Puede surgir la duda de si es posible  sanar una herida del pasado en el presente y la respuesta es afirmativa. Puedes sanar el dolor de no haber recibido ese abrazo que tanto deseabas de tu madre a través del abrazo en el presente, no necesariamente de ella (que sería una posibilidad), sino de otra persona que se sienta dispuesta y gustosa de hacerlo. Tenemos, antes que nada, entender que la verdadera necesidad no es tan literal como «necesito un abrazo de mi madre», tal vez de niña así fue, pero en la actualidad, la necesidad real es de «un abrazo» no necesariamente de una persona en particular, así sea de una madre, un abuelo, una pareja.

Nuestro organismo no pone condiciones como lo hace muchas veces la mente de que: «si no es esa persona no servirá de nada y no me interesa». Si esa es la respuesta, podemos concluir que la persona ya no tiene una necesidad, sino una necedad de que sólo  y sólo sí es ESA persona que ella dice quien le da lo que ella quiere, y de la manera en que ella lo desea, podrá sentirse satisfecha y, si no es así, entonces nada podrá sanar su herida. En esos casos estaremos ante una persona apegada al dolor, al sufrimiento, que se ha vuelto rígida a tal punto que no puede ver las muy diversas posibilidades que tiene delante de sus ojos para ser feliz y terminar con su dolor.

Negarse a encontrar la solución al dolor 

Pero ¿qué hace que las personas que sufren por cosas del pasado o similares se nieguen a buscar soluciones o a

No estoy dispuesta a soltar mi dolor si tengo que enfrentarme a verme claramente o a dejarme ver, aunque eso me asegure una mejor calidad de vida. Simplemente, no quiero correr el riesgo de salir más lastimada.

pedir ayuda? José Antonio Marina, psicólogo español, tiene una teoría interesante, dice que, si los seres humanos tenemos que elegir entre alcanzar algo placentero que nos dará felicidad, satisfacción, bienestar, alegría, y tener que enfrentarnos a algo doloroso, preferimos renunciar a lo que nos hará felices con tal de no sentir dolor.

Ir o no ir con el terapeuta, esa es la cuestión... ¿qué tal que me hace ver cosas de mí que me dan miedo, que no me gustan? prefiero quedarme en donde estoy, aunque renuncie a una vida mál libre y feliz. No estoy dispuesto si tengo que aceptar el dolor del proceso para reconocerme. Mejor me quedo donde estoy.

Yo relaciono esto con la decisión de tomar terapia o algún otro camino que nos haga la vida más feliz. El hecho de tener que decidir, para ello, como un camino para lograrlo, el ir a una psicoterapia, nos hace que desistamos de la idea. Tal vez sea porque, cuando nunca se ha vivido la experiencia de la terapia, se piense que es algo muy doloroso, o, por lo menos, incómodo. Finalmente es cierto que, al tomar la terapia, nos hacemos más conscientes de nuestra realidad, lo que implica soltar las fantasías, los ideales, los sueños, los anhelos, los recuerdos… todo aquello que ha llenado hasta ese momento nuestra vida, ¿y todo para qué? Para enfrentarse a una realidad cruda que nos causará dolor y malestar.

Sin embargo, habría que preguntarle a esas personas, ¿qué nos ofrece una mejor vida? Todavía yendo más lejos, ¿qué nos permite vivir realmente? ¿Aferrarnos a una fantasía que es como una pastilla que nos mantiene anestesiados sin permitirnos vivir plenamente? O decidirnos, como personas adultas, a ver la realidad de frente, tal como es, con sus cosas dolorosas, tristes, desagradables, pero a fin de cuentas reales.

Yo, desde mi experiencia, creo que lo segundo ha sido lo mejor. El haberme atrevido a ver mis fantasmas del pasado, me ayudó, antes que nada, a ver que no eran tan terribles ni me podían hacer tanto daño como yo me imaginaba. Tal vez uno de esos “demonios” podría ser darme cuenta de que yo no era tan maravilloso como me imaginaba y que también tenía cosas que no me agradaban, pero, con la ayuda de mis terapeutas, aprendí que eso me hacía más real, más humano, y tan digno de amor como cualquier otra persona.

Otras cosas que me asustaban, según puedo recordar, y que

"Me siento muy mal de reconocer que estoy enojado con mi pareja, tengo la creencia de que si toco me enojo, lo dejaré de querer, pero tal vez mi terapeuta tenga razón y pueda conciliar ambos sentimientos, reconocer que el enojarme con él, no significa dejarlo de querer sino todo lo contrario, que porque lo amo, reconozco lo que no me gusta de él y puedo confiar que podrá aceptarme sin dejar de amarme"

asustan a mis pacientes cuando inician sus tratamientos, es reconocer sus sentimientos negativos en relación a sus padres, hermanos, tíos o cualquier otro ser querido o cercano. O bien, sentimientos de odio, enojo, rencor, por personas con las que se relacionan o que se relacionaron en algún momento: jefes, compañeros de trabajo, amigos o parejas amorosas del pasado con las que rompimos sin tener la posibilidad de aclarar nunca las cosas y vivimos arrastrando los resentimientos.

"Si lo escondo y no lo veo, no me dolerá"

En dicho caso, volvería yo a plantear la pregunta: ¿es mejor esconder esos sentimientos como polvo debajo de la alfombra aunque sepa que me están destruyendo por dentro, o, por lo menos, generándome malestar, o levantar la alfombra, ver lo que está ahí, y decidir qué es lo que quiero hacer con ello de una manera definitiva? Ya sea que lo resuelva utilizando los recursos que tengo ahora, aprendiendo nuevos recursos o, si no tienen solución, de cualquier forma cerrar esos asuntos definitivamente y seguir mi vida con lo que sí hay, con lo que es real, soltando las cadenas del pasado.

Sí, dejar de victimizarnos, puede generar mucho miedo, pero si no lo hacemos y nos seguimos comportando como víctimas de la vida, el destino y de los otros, jamás dejaremos de ser “infantiles” para convertirnos en adultos responsables, jamás podremos decir que hemos madurado.

Tal vez podremos alcanzar la madurez en otras áreas como la biológica, la profesional, convertirnos en padres, pero en el área emocional seguiremos teniendo sentimientos, pensamientos y comportamientos infantiles. ¿Y todo por qué? Por la desidia de  buscar ayuda, de responsabilizarnos de nuestra vida y darle una solución e inventando pretextos como: ahora no tengo tiempo, no tengo dinero, no sé con quién ir, ¿para qué tengo que ir con un desconocido si yo sola puedo resolver mi vida? Si eso fuera cierto, hace años que hubiera dejado de sufrir, pero la realidad, es que la mayoría de las personas que dicen eso, no sólo no sueltan el sufrimiento, como se mencionó al principio, se vuelven adictas a él y lo hacen cada vez más grande y se atan más a él creyéndose, cada vez, menos capaces de liberarse.

¿Por qué no sólo empezar por preguntarse si, por dignidad personal, no tenemos derecho, como todos, de merecer

"Tengo derecho a ser yo, a ser auténtico, aunque eso implique que algunas personas me rechacen"

una vida más feliz, plena, satisfactoria? ¿por qué tan sólo algunos se les habría de dar el derecho de ser ellos mismos y a otros no? No es que la vida les dé ese derecho, son ellos, los que han defendido su identidad, su derecho a ser felices y tener una vida plena, los que se han arriesgado a ver, sentir, reconocer su vulnerabilidad, su culpa, su vergüenza, su miedo, y han buscado el apoyo de otros para recorrer el camino hacia la libertad. Por mucho que las personas fracasaran al enfrentar la experiencia de ser ellos mismos, al final, por lo menos podrían decir que han triunfado en el sentido de haberse atrevido a intentarlo, y se sentirán felices de no haberse quedado con un dolor más en su interior, el de ni siquiera haber intentado liberarse de sus problemas y sufrimientos. Simplemente por eso, intentarlo, vale la pena.

"Basta de culpar a otros, yo soy responsable de mis pensamientos, sentimientos, elecciones y conductas, nadie más".

Y tú, qué lees esto, si aún no lo has decidido, ¿qué harás? ¿qué camino tomarás? No importa cuál sea el que eliges (quedarte en tu zona de confort o arriesgarte aunque sepas que en el camino tendrás que enfrentar cosas dolorosas), simplemente debes saber que habrás dado un paso muy importante si eres capaz de responsabilizarte de tu decisión, asumiéndola como tuya, sin culpar a la vida, al pasado, al futuro, o a los otros.

2 comentarios

  1. Reblogueó esto en Site Titley comentado:
    Siento rabia en mi corazón. Me sieto enojado con la Vida, a veces con Dios. Porque me parece la Vida y/o Dios le dieron mejores vidas y experiencias a otros. Tal vez crecieron con sana autoestima y fortalezas. Hoy día son seres satisfechos, realizados, maduros. A mí me tocó un destino más difícil y en soledad.
    He estado en psicoterapia pero mi vida no mejora. La verdad me siento preso en mí mismo.
    Quisiera intentar terapia una vez más pero quisiera fuera en persona.
    En mi anterior experiencia me «enamoré y obsesioné» con la terapista.
    Dios te bendiga Fernando !

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  2. El miedo interno que todos llevamos cargando. Reconocerlo es lo mas dificil a lo que se enfrenta el ser humano. Gracias … ahora… que tenemos a nuestro alcance LA TERAPIA GESTALT, no debemos dejar pasar la oportunidad de reconocer que tenemos miedo como cualquier otro ser humano. Tenemos que amarnos profundamente para salir adelante… YO NEOS.

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